Histomagia

Aquí los perros gritan…

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Tardar en escribir un texto de terror es a veces una verdadera odisea porque no sabes cuál de las muchas historias que te han contado puede realmente afectar a los involucrados, además muchas de  estas historias se atribuyen a  estados de alteración mental que conlleva una evasión de la realidad que vemos cada día. Creo que el punto es eso: vemos y de ahí juzgamos nuestro sentir, pero en el caso de las historias de misterio, las personas las han vivido, es decir, las han sentido sin lugar a equivocarse saben que están ante lo no cotidiano, ante lo extranormal y Guanajuato está lleno de relatos sacados de una realidad que está a la par de nuestra vida en esta ciudad.

2681389316_1bd31b4750_bSe dice que en Guanajuato si tocas la puerta de una casa te abre un perro, pues es tan común que estos amigables seres cuiden de tu casa, tus hijos, tu alma. Me narra Rebeca, una compañera maestra, que recién que llegó a radicar aquí, ella vivió casas de asistencia. Para los no versados en estos tenores, se refiere a las casas en donde, como estudiante, te rentan un cuarto para compartir con otra universitaria, pero siempre son casas asistidas o administradas por una señora que se encarga de la vigilancia estricta de los horarios de llegada de las jovencitas sobre todo por las noches. Ella me cuenta que hubo una temporada en que vivió en San Roque, especifica que es la casa que describe perfectamente Carlos Fuentes en su novela “Las buenas conciencias” porque portón y aldaba como la descrita ahí en ninguna de las casas de la placita.

Narra que cuando se escapaban de fiesta los jueves y llegaban por las noches, para no despertar a la señora encargada de sus cuidados, gritaban de manera que se escuchara sólo en el ala donde estaban sus cuartos. Así que esa noche, a ella no le había tocado salir, por ende se encontraba estudiando en su recámara cuando de momento escuchó los gritos ahogados de sus compañeras para que pudiera aventarles las llaves y ellas entrar de manera sigilosa a la casa. Rebeca me dice que los gritos le resultaban algo raros como si fueran entre una especie de aullido reclamando la entrada a este plano, a esta casa. Extrañada se asoma lentamente a la ventana con la esperanza de ver a alguna de las chicas y lo único que atina a ver con la poca luz de luna que alumbraba esa noche es a varios perros que se iban acercando poco a poco hacia el portón, con sigilo se asoma a la ventana y, viendo entre las cortinas de tul, observa cómo es que los perros “gritaban”, exacto, no, no aullaban, gritaban imitando las voces de sus compañeras de casa. Horrorizada se retira de un salto de la ventana intentando recuperar la cordura, tratando de explicar cómo es posible que un ser cánido lograra hacer o imitar con tal perfección un grito humano. Entrada en sus cavilaciones, Rebeca decide ya no salir ni estudiar ni hacer nada sólo esperar a que lleguen sus amigas y contarles lo que sucedió. Desde ese día mi amiga y sus compañeras sólo se limitaron a estar en casa y llegar temprano para, de hecho así fue, no volver a ver a esos perros que de seguro eran seres de bajo astral que reclamaban algún alma noctámbula, así me lo explica mi amiga, no hay de otra me dice. Si quieres conocer el lugar de estos hechos tan extraños, ven, yo te llevo a esa placita del centro; lee y anda Guanajuato.