El Laberinto

Fuenteovejuna, Señor

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(Foto: Especial, Fuenteovejuna.org)
(Foto: Especial, Fuenteovejuna.org)

Ayer, al final de noticiero de las tres de la tarde, mencionaron que había un linchamiento en curso y al buscar la noticia me llevé una tremenda sorpresa: no era la primera vez, ni siquiera en este  periodo de tiempo o zona geográfica que este fenómeno ocurría, resulta que sin investigar demasiado, solo viendo superficialmente  las notas, los linchamientos no han hecho más que aumentar en los últimos años.

Un linchamiento es un asesinato perpetrado por una multitud,  las razones que llevan a un conjunto de personas a llevar a cabo dicha acción pueden ser crímenes cometidos contra uno o varios miembros de la comunidad  como violaciones, secuestros y robos o por representar un peligro potencial para la misma, como que planean cometer un crimen, privarlos de los recursos básicos para subsistir o atentar contra sus usos y costumbres.

Ambos abanicos de razones son conflictivos, pues a menos de ser atrapados en flagrancia, en el caso de los primeros,  pueden no ser culpables y en el caso de los segundos porque este tipo de amenazas pueden nacer de prejuicios, estereotipos o mentiras, como el caso de Canoa (1968) donde mataron a unos empleados por considerarlos comunistas. Se puede estar cometiendo un crimen mayor al atacar a un inocente, pues una de sus principales características es la ausencia de un juicio previo.

Muchos defienden esta práctica argumentando que si el Estado no puede garantizar la seguridad de sus gobernados, estos deberían de buscarla por sus propios medios y que la unión hace la fuerza, lo cierto es que los criminales no nacen de la nada sino que son producto de las circunstancias nacionales, por lo que asesinarlos solo divide al pueblo y no resuelve el problema de raíz.

Muy diferentes serían los casos de Fuenteovejuna de Lope de Vega (1612-1614) o de Rio Escondido, película mexicana de 1947 dirigida por Emilio Fernández, donde las víctimas de la turba son gobernantes déspotas. Me encantaría pensar que las personas pueden prescindir del gobierno para resolver, sin violencia, los problemas que los hieren más profundamente antes de que estos sean un semillero de criminales a los cuales matar a pedradas y presionar para mejorar las formas de impartir justicia una vez que los crímenes ya sucedieron. ¿Quién tiene que hacer la labor? Fuenteovejuna, Señor.