Candil de la Calle

Pase de lista en un 10 de Mayo

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

Por quinto año consecutivo —tras otros tantos de miedo, silencio e inicial credibilidad y esperanza en las autoridades— madres cuyos hijos e hijas han desaparecido en distintos puntos del territorio nacional se unieron para recordarlos, para recordarnos que los siguen buscando, y para pasar lista nombre por nombre, una lista que no cesa de crecer desde que esta vertiente de la tragedia nacional se multiplicó, se mostró en toda su crudeza.

Mujeres de Oaxaca, Guerrero, Chihuahua, Estado de México, se reunieron en el Monumento a la Madre de la Ciudad de México y desde ahí, acompañadas por otras voces de la sociedad civil organizada, por algunos sectores de la iglesia social cristiana, por medios de comunicación, se reconocieron en los nombres de cada uno de sus hijos e hijas, a quienes dejaron de ver hace unos días, hace unos meses, hace años, porque no regresaron a casa, no llegaron a su trabajo, fueron privados de su libertad por el crimen organizado, por policías, por soldados, por marinos, por delincuentes comunes, por los distintos rostros que en México tiene este flagelo.

Para esas madres que en el día de la parafernalia mexicana ordinariamente eran felicitadas, las llevaban a comer, les regalaban una flor o una licuadora, hace tiempo que el día 10 de Mayo se transformó en dolor.

El ruidoso y complaciente discurso de la celebración traducida en día de asueto, mensajes de gobernantes y políticos, desayunos en las oficinas, ofertas en tiendas departamentales y dos por uno en bebidas en los bares, es sal para las heridas de estas mujeres que no saben si siguen siendo mamás de esos hijos que no aparecen, que no quieren dejar de serlo, que quieren encontrarlos, que los buscan cada día.

Porque esa parafernalia en las oficinas públicas, los discursos de los gobernadores, los alcaldes, el presidente, los senadores y diputados, hacen vacío en la búsqueda diaria de esas madres.

Porque son palabras huecas que no corresponden con su actuación, porque hay palabra pero no obra, porque felicitan, pero callan, se ocultan y niegan cuando el reclamo por esos hijos desaparecidos se dirige a ellos, a su incompetencia, a su negligencia, a su complicidad.

Las madres marcharon, por quinta vez, a la Procuraduría General de la República, una vez más.

Lamentaron el silencio de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

Clamaron a la ONU, a la Organización de Estados Americanos y a la Unión Europea que volteen su mirada a México y destinen apoyos y exigencias al gobierno para atender la crisis.

Ignoran si una Ley de desaparición forzada, apenas aprobada por los legisladores federales tras años de vivir una crisis de Estado por esta causa, será aplicada por alguna instancia, será acatada o cumplida.

Ignoran si servirá.

Las madres, antes de pasar lista a sus hijos desaparecidos en el 10 de Mayo, exigieron otra vez al presidente Enrique Peña Nieto que las reciba, que las escuche, que les rinda cuentas de lo que se ha hecho, de por qué no se ha hecho, para encontrar a las decenas de miles de desaparecidos de este país.

Porque siguen buscándolos.

Porque no han vuelto a casa.