Ecos de Mi Onda

Historieta en el Retrovisor: Asomándose al Yoga

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Solo existen dos días en el año en los que no se puede hacer nada. Uno se llama ayer y el otro mañana.

Por lo tanto hoy es el día ideal para amar, crecer, hacer y principalmente vivir. 

Dalai Lama

Guanajuato, mayo de 1974

Gto Yoga ArchivoEstábamos reunidos en la sala de la casa de Candi, por el rumbo de Mexiamora. Luis, Leti, Beto, Chela y yo escuchábamos música y platicábamos con desenfado de todo un poco. Candi atrajo nuestra atención cuando comenzó a hablar sobre horóscopos y afinidades entre los signos zodiacales; nos decía que Aries podía hacer buena pareja de casados con los Sagitario, que Libra y Escorpión eran los signos más incompatibles del Zodiaco –Así que tú mejor ya ni pienses en Alma porque no, definitivamente no puede haber afinidad entre ustedes– le dijo directamente a Aurelio. A mí como que el tema no me interesó demasiado, pero debía fingir que ponía atención ya que Candi, quien tomaba muy en serio estos asuntos, era mi mejor amiga y había tenido el detalle de bordar en mi chamarra de mezclilla la figura de mi signo, muy bien diseñado, muy detallado, bonito de verdad, un aguador cósmico entre nubes, bajo un cielo estrellado, derramando agua de un cántaro, y además porque aunque no creo en estas cosas, tenía curiosidad de lo que me podría decir sobre la compatibilidad zodiacal entre mi novia Claudia y yo, si bien no me atrevía a plantearle directamente esta pregunta, pero el chistoso de Luis, a sabiendas de que Claudia me traía de un ala, casi gritó con insistencia –¡Candi, Candi! ¿Qué tan compatibles crees que puedan ser Mario y Claudia? y así se fue dando la situación. Yo no abría la boca, pero Candi sabía que mi signo era Acuario y Luis no dejaba de remarcarlo; luego Chela dedujo la fecha del cumpleaños de Claudia recordando que me había acompañado a comprarle un ramo de rosas y concluyó que era Escorpión. Bueno, después de un rato de pensarlo, Candi expresó muy solemne, mirándome a los ojos –Mario, son signos que pueden tener una buena amistad, incluso una amistad intensa– pero que no, que no era fácil que una pareja de estos signos se mantuviera enamorada, y lo dijo enfática sosteniéndome la mirada, como para aplastar mis ilusiones dándome en la cabeza con un martillo. Sin embargo yo finalmente pienso que no son más que puras tonterías, y además, como lo dijo Candi, era difícil, más no imposible, digo yo.

En eso estábamos cuando Chela nos comentó que ese día por la tarde iba a haber clases de yoga y que las iba a impartir el maestro Cuevas, maestro de arquitectura, pero a quien también le daba por ciertas inclinaciones esotéricas y además al parecer, según contaban algunos amigos, tenía experiencia en esa disciplina físico-mental-espiritual hindú. A mí me interesó la idea de asistir y le pregunté a Chela si me admitían y me dijo que sí. Le pregunté sobre los detalles, dónde iba a ser la sesión, si las clases tenían costo, la vestimenta que debíamos llevar. Me contestó que por esta vez Cuevas no iba a cobrar, ya que se trataba de una sesión especial para ver quien se interesaba, algo así como una especie de promoción; que la clase iba a ser en el patio de la casa de Lalo Olmedo por la subida al Pípila, un local amplio y agradable, con varias regaderas, porque después de la tanda de ejercicios todos se tenían que dar un duchazo. Continuó indicándome que podía llevar simplemente unos shorts, y que si estaba interesado en asistir nos podíamos ver las seis en el jardín de la Unión para llegar juntos. También se apuntó Luis, quien me siguió la corriente, al igual que Leti y Aurelio. Candi no se interesó mucho diciendo que tenía que poner en orden unos apuntes de sus clases. Cerramos la plática y nos despedimos para ir a comer y a las seis de la tarde en punto estaba sentado en una banca del jardín esperando a Chela y a mis amigos.

Habló el profe Cuevas con su voz pausada –Vamos a iniciar, este, la sesión de yoga, verdad. Nuestro cuerpo tiene una circulación, este, energética que proviene de los centros de energía o, este, chakras, verdad, y para ello vamos a activar esta energía por medio de, este, una serie de posturas llamadas asanas, que harán que esta energía fluya por todo nuestro organismo, verdad. Es importante comentar, este, que la práctica del yoga se relaciona con nuestra conciencia, estableciendo un puente entre nuestro cuerpo material y, este, nuestra mente. Cada chakra o centro de energía, verdad, tiene que ver con, este, determinada área de nuestro cuerpo y su activación nos deberá llevar, verdad, hacia mejores estados de comprensión, de amor, de comunicación, de conceptos de posesión, de, este, sexo verdad, elevarnos a un nivel superior.

Continuó –Así, parados, rectos, vamos a respirar tranquilamente, inhalando y exhalando con calma, verdad, tratando de dejar en blanco nuestra mente, concentrándonos sólo en, este, los movimientos justos y necesarios para alcanzar convenientemente las posturas, verdad, que ejecutaremos el día de hoy. Vamos a comenzar con, este, una flexión lateral, que produce estiramiento de los músculos de la columna vertebral, verdad.

Para iniciar el profe nos indicó, con su voz pausada y sus deslizantes este y verdad, que separáramos las piernas lo más que pudiéramos, y luego que flexionáramos lateralmente nuestro tronco hacia la derecha tratando de tocar con la mano derecha la pantorrilla del mismo lado y flexionando totalmente nuestro brazo izquierdo por encima de la cabeza, ufff, permanecer así por un momento, relajados, sin pensar en nada (quietud y silencio en el espacio, sólo un leve sonido de un cuerpo que perdió el equilibrio, no vi quien pues tomé muy en serio lo de la concentración). Bien –dijo– ahora hagamos el mismo movimiento para el lado izquierdo, vamos. Más concentración, apenas iban unos momento y ya sentía que subía de nivel y como había leído algo sobre el karma, pues sentía que también este mejoraba ¡faltaba más! Otro momento de quietud. Repetimos estos movimientos por tres ocasiones y gradualmente durábamos más tiempo con el tronco flexionado. Finalmente indicó que nos irguiéramos respirando con tranquilidad; habló sobre los beneficios de la postura para perder adiposidad, corregir la posición de la columna vertebral y estimular el abdomen, dijo que si la ejecutábamos con frecuencia generaríamos, al igual que con las otras asanas, una sensación de levedad. Seguimos con la flexión hacia adelante, que llamó pinza sentado, estirando las piernas en el suelo y luego flexionando el cuerpo hacia adelante tratando de tocar nuestros pies, respirando profundamente antes y expulsando el aire conforme avanzábamos en la flexión. Se sentía el estiramiento de los músculos de la espalda, pero nos señalaba que debíamos hacer los movimientos sin brusquedad, con el menor esfuerzo y la mayor concentración posible. Así nos fuimos, luego con la postura llamada la cigüeña, parados rectos y flexionando el cuerpo hasta tocar los tobillos; después la postura de relajación, totalmente recostados boca arriba; la de torsión y extensión, comentando los beneficios de cada una para nuestro cuerpo y mente. La postura final fue la ejecución del arado, o halasana, que iniciaba recostados boca arriba, y luego con un esfuerzo fuerte, ufff, llevar la espalda y las piernas hacia atrás hasta tocar el suelo con los pies y los brazos abiertos sobre el piso. Pidió que quedáramos en esa postura por un rato y que a continuación lleváramos las piernas hacia adelante para regresar a la posición de recostados. Vamos otra vez– dijo el profe y otra vez quedamos con las pompas hacia arriba, sólo que en esta vez, la meditación trascendental no tenía el sonido del oleaje de los pensamientos, ni de las hojas cayendo en el silencio, sino que fue rota por el retumbar potente de una flatulencia en medio de la levedad corpórea. Risas discretas y más risas apenas contenidas, ¿quién fue? Yo me di cuenta, pero no voy a echarla de cabeza.

De cualquier forma nada perturbó la armonía solidaria de este grupo de amigos que explorábamos por primera vez la trascendencia a través de la práctica de un yoga occidentalizado; nos bañamos de armonía, de amor y luego en las regaderas, con agua fría, después charlamos un rato sobre la experiencia y nos despedimos. Al llegar a mi cuarto me sentía tan concentrado que estaba seguro de poder comunicarme mentalmente con Claudia, por telepatía por supuesto, para reiterarle que me gustaba mucho y convencerla plenamente de que mi amor era lo que más le convenía. Insistía pues, sobre la cama en posición de loto, cerrados los ojos, con los dedos índice y pulgar tocándose y haciendo círculo: ¡Om! mañana te espero en el jardín y no me vas a fallar ¡Ommm!; así por varias veces, buscando la concentración total para que funcionara mi mensaje, pero me di cuenta que tenía que meditar con más cuidado ya que tuve que precisar… en el jardín de la Unión– no fuera ella a presentarse en el jardín del Cantador y yo de tonto por otro lado. Luego dormí profundamente, estaba muy cansado.