Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Impaciencia

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Seguramente recuerda una expresión de violencia colectiva cuando en algunas ciudades del interior de la república aparecían bardas o lonas con la consigna “haz patria mata un chilango”. Todavía a mediados del siglo pasado, bastaba conocer las zonas a donde era peligroso caminar[1] para prevenir ser víctima de un lamentable delito. No existían los celulares, todos cuidábamos de todos, los hijos decían a donde estaban, los padres daban señales de haber llegado al trabajo o de estar por salir rumbo a casa, si había sospecha de un merodeador, se llamaba a la policía y los agentes daban una vuelta, buscaban indicios y hasta aprehendían delincuentes. ¿Qué pasó y cuándo empezó a ocurrir para llegar al escenario actual de más de veinticinco mil desaparecidos, decenas de fosas clandestinas —incluso ocupadas por autoridades como en el caso de Morelos— y delincuentes instalados en el cinismo total?

Solo en los últimos 10 días he sabido de: 1) un profesional del periodismo asaltado en transporte público junto con una treintena de ciudadanos de los cuales ninguno levantó denuncia porque “No pasa nada, pierdes el tiempo, tratan de extorsionarte, los mismos del MP —hoy fiscalía—, le avisan a los mañosos que fuiste de rajón y te la cobran en tu hogar porque tienen tus datos, lo único que hice fue reportar las tarjetas, en menos de media hora ya me habían hechos cargos de casi cien mil pesos”; 2: Una institución de beneficencia cuyos patronos fueron agredidos por un supuesto benefactor al cual se le dio el usufructo de parte de sus propiedades para generar recursos que nunca entregó; 3: Una oficina en el DF reguladora del funcionamiento de las IAP, que tiene como sistema apropiarse de los bienes de éstas; 4: Un hospital filantrópico que ha sido “visitado” por los amantes de lo ajeno tres veces en lo que va de este año, sin que la autoridad investigadora revele alguna pista de quiénes son los vándalos y rateros 5: La suma que de manera cotidiana y machacona nos “informan” los medios acerca de linchamientos donde, como en Fuente Ovejuna, todos actúan a una; las decenas de ejecuciones sin que haya un solo detenido, los detenidos liberados por “la violación a sus derechos humanos”, la impunidad de los autores de delitos electorales o el laberinto de un conjunto de leyes que solo sirven para dilatar una justicia que parece no llegará nunca.

Los diagnósticos son tantos y tan disímbolos que se contradicen o simplemente aumentan el estrés de una población iracunda o deprimida, cuyas reacciones parecen ser cada vez en mayor número tendientes a la venganza. La impaciencia es el común denominador: entre familiares no se platica, simplemente se grita con el consecuente resultado de no haber escuchado al otro y qué decir del diálogo de sordos más escandaloso que se da entre gobernantes y gobernados.

¿Qué ocurre con la equidad de género en Chiapas cuando con el pretexto de usos y costumbres se incumple la voluntad democrática y se “renuncia” a una alcalde? ¿Cuál es la visión de representatividad y ejercicio de poder de dos diputados que luego de ser privados ilegalmente de su libertad bailan y pontifican que “no pasa nada”? ¿Se sancionará a algún funcionario en Morelos por no haber tomado muestras de cadáveres sin identificación que luego se apilaron en una fosa clandestina? Si el miedo, el hartazgo y la precariedad aumentan ¿será el linchamiento la única opción para castigar a policías —sordos, ciegos y definitivamente omisos— que se cruzan de brazos y “alegan” que no pueden intervenir pues es un “pleito entre particulares”?[2] ¿Hubieran actuado si una de las partes no fuera chilanga?[3] ¿Era necesario un muerto o lesiones para intervenir? Por el conocimiento de esta irresponsabilidad para proteger el interés legitimo ¿es que los vándalos siguen atacando esta obra social que se fundó para protección de la infancia?

Lo cierto es que ni las barandillas de las fiscalías, las oficinas de atención ciudadana, ni las pomposas ventanillas únicas son algo más que instancia burocráticas cuya verdadera, aunque no confesada, función es la de colmar la paciencia de los ciudadanos afectados por la inseguridad. ¿Le parece que la autoridad con la que trata es negligente, indolente, floja, informal y perezosa? ¿Puede usted, premiar a su delegado, presidente municipal, gobernador, policía —de barrio o de mando único— por ser diligente, cuidadoso con el cumplimiento de sus responsabilidades y comprometido con el bienestar de sus gobernados? ¿Podría Usted, caro lector, proponer para un premio algún servidor público por su actuar excelente es decir dispuesto a sobresalir en su trabajo, destacando su conducta extraordinaria y hasta superior en términos de lo que la ley le ordena y la cual se han comprometido a cumplir?

Se ha dicho que al igual que en otros tiempos el país huele a sangre y también una destacada mexicana en la ONU sentenció que el bono demográfico —la juventud que busca un camino para su vida— ha sido aprovechado por los criminales, ¿será porque los responsables de implementar los programas sociales son más negligentes que diligentes y para nada se acercan a la excelencia? ¿Cuánto tiempo estamos dispuestos a esperar para que estas premisas cambien? ¿Le alcanza su paciencia?

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[1] Colonia Morelos, Tepito, norte de la Gustavo a Madero, inmediaciones del bordo de Xochiaca en el DF o poblados de la sierra de Sinaloa y ciertas rancherías de Jalisco, algunos barrios de NY, etc.

[2] Así argumentó un patrullero al que se llamó en la ciudad de Querétaro para impedir que a plena luz del día los pseudo empresarios de un estacionamiento rompieran candados, de acceso a un hospital.

[3] Siguiendo el “ejemplo” del candidato republicano de USA, algunos gobernadores de la provincia mexicana han dicho que ellos también desean construir una muralla que impida la llegada de capitalinos —chilangos— o no nacidos en la región.