Ecos de Mi Onda

Entre mesas y sombrillas y bajo de un cielo azul

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La conservación de una ciudad se encuentra en sus leyes.

Aristóteles

Cuida el orden para que el orden te cuide a ti.

San Agustín de Hipona

(Foto: Archivo)
(Foto: Archivo)

En una sociedad civilizada es fundamental que un ciudadano conozca y ejerza tanto sus derechos como sus responsabilidades, a fin de conducir una vida comunitaria justamente equilibrada, cimentada en un gobierno democrático al servicio de la sociedad, en las funciones que constitucionalmente son de su competencia. Al gobierno, en todos los niveles, le corresponde generar y mantener las condiciones que propicien el desarrollo armónico social, incluyendo las obras que la población requiere en usufructo. Si bien las calles, avenidas, plazas y jardines son obra pública y su construcción es responsabilidad de los gobiernos, esto no les concede la propiedad de las mismas y como servidores públicos les compete mantenerlas en orden y buen estado para la comunidad que las financia a través de los impuestos, además de definir los ordenamientos de servicio, sin desviar el sentido de los fines.

Hoy en Guanajuato se observa la invasión caótica de espacios públicos, amparada por concesiones que perjudican a la ciudadanía, con extensiones desordenadas de algunos restaurantes y bares. Guanajuato es ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1988, y se pierde de vista que los guanajuatenses somos también parte de la humanidad, y que tenemos en usufructo calles, callejones, plazas y jardines, y el derecho a opinar y decidir sobre el uso adecuado de los espacios en beneficio de la sociedad. Se advierte la notable invasión de mesas, sombrillas y sillas en el jardín de la Unión, plaza de la Paz, plaza de los Ángeles y plaza de San Fernando, y otros sitios centenarios y tradicionales de la ciudad, dedicados originalmente al descanso y esparcimiento de guanajuatense y visitantes.

¿Es negativo otorgar permisos para mesas y sombrillas en la vía pública? En esencia no, y es además un recurso turístico en ciudades importantes del mundo. Sin embargo, cuando se hace sin principios transparentes de regulación, los problemas saltan a la vista. En los años ochenta la calle que cruzaba el jardín de la Unión se convirtió en zona peatonal, lo que fue aprovechado por el hotel Santa Fe, para ampliar su restaurante hacia lo que fue el arroyo de la calle. Posteriormente el bar Luna hizo lo mismo, y gradualmente todos los negocios establecidos en esa línea fueron logrando extenderse de la misma forma. Ahora esos espacios dan la impresión de ser propiedad privada. Hubo entonces voces que alertaban sobre esto, sin embargo, prevalecieron los intereses particulares. Posteriormente esta idea fue llevada a la plaza de la Paz, una vez que el municipio también convirtió en zona peatonal la calle lateral frente a la Basílica de Nuestra Señora de Guanajuato, siendo el restaurante la Tasca el que se amplió hacia la vía pública, posteriormente el Canastillo de Flores, de tal forma que la originalmente “zona peatonal” se restringe ahora a un pasillo (que progresivamente se acorta). Cuando hay flujo importante de personas se dificulta seriamente el paso, a lo que contribuye además la presencia de músicos y vendedores que permanentemente abordan a los comensales. Por supuesto que cuando actúan artistas callejeros frente a la Basílica, el paso se cierra casi por completo ¿Dónde quedó entonces el concepto de zona peatonal para beneficio público?

Ahora se ha invadido gran parte de la plaza de San Fernando, en la que restaurantes y bares, poco a poco y mesa a mesa, descaradamente ganan terreno, apropiándose sin ningún pudor incluso de las bancas municipales instaladas para el descanso de los ciudadanos, con el agravante, cada vez en aumento, de los pseudo hostess, haciendo que la plaza parezca una zona de fondas (con perdón de los negocios de Gavira que merecen todo nuestro respeto).

Los gobiernos municipales están en medio del problema, con decisiones cuestionables y falta de diálogo reflexivo para fortalecer los criterios de decisión en beneficio real de la sociedad capitalina. “En política, la forma es fondo” y la forma como se aborda un problema repercute en el fondo y esto no pasa desapercibido para los ciudadanos. Si el concepto de gobierno es servir a la comunidad en las funciones que constitucionalmente le competen ¿qué ocurre cuando a la vista de la sociedad algunos integrantes del cabildo anteponen sus intereses personales de forma oportunista? ¿Cuándo se sirven del puesto para lograr un fin premeditado? La impresión de algunos casos así parece, con regidores solicitándose y otorgándose permisos entre sí ¿Intercambio de prebendas?

Como cabría esperar, el Ayuntamiento no analiza lineamientos y reglamentos, ni se preocupa por actualizar los ordenamientos y criterios para autorizar el uso de espacios públicos, sencillamente autoriza: como ya se hizo con tal negocio, los interesados apelan a la “equidad”, pero orientando inequitativamente una decisión desde un puesto público de privilegio, que debería orientarse para el bien común. ¿Qué desencadena una situación política como esta? desorden y consecuencias: la Capellina en “su” banqueta, la explanada del Teatro Juárez, más locales en la Plaza de la Paz (dos sorpresivamente se cancelaron), invasión de la plaza de San Fernando, la Casa Colorada. Eventualmente fondas cochambrosas y peligrosas por los tanques de gas en la plaza de los Ángeles y en la plaza de la Paz. No importa que las bancas para la población queden dentro de los comederos, ni que se afecte el flujo peatonal, ni que se ensucien las plazas, los jardines, las calles y banquetas.

Cierto, al turismo le agrada esto, tiene la oportunidad de sentarse al aire libre, comer y tomar una copa gozando del panorama urbano de jardines y plazas, y si los ingresos no alcanzan hay fondas o tacos de tripas en el centro, democracia para todos, pero sin orden y una falta de autoridad patente. La ciudad tiene muchas necesidades evidentes, mala iluminación, sistema ineficaz de recolección de basura, caos en el crecimiento urbano, deficiente transporte público, creciente pandillerismo, vandalismo y delincuencia, narcomenudeo, baches, gasto dudoso en la “dignificación” de áreas públicas, y hasta las vacas locas, entre varias otras. ¿Cuál es el compromiso de los beneficiados con la concesión de la vía pública? ¿Cuál es su solidaridad para resolver estos problemas en beneficio de una mejor ciudad, incluso para ellos mismos?

Una justificación esgrimida para concesionar espacios públicos es que esto apoya a la economía, que se genera empleo, que se alienta al turismo, que da un perfil europeo a la ciudad, y otras tantas frases huecas, cuando es claro que la intención prioritaria es utilizar a Guanajuato para lucro de particulares ¿En cuánto se debe alquilar un local de 100 metros cuadrados en el jardín de la Unión? ¿Cuál es la colecta total por este tipo de concesiones? ¿Cuántos empleos se generan y cuál es la nómina y los beneficios laborales para los trabajadores?

Un planteamiento equitativo tiene que partir nuevamente de cero, encauzando un trabajo honesto, serio y profesional, asesorado por expertos (algunos urbanistas y sociólogos, tal vez los mejores, colaborarían sin cobrar), para proyectar un mapa de factibilidad de espacios disponibles, sin afectaciones al paisaje urbano de nuestro patrimonio cultural, con un diseño de flujo peatonal óptimo, tanto cotidiano como de temporadas turísticas, sin mobiliario fijo que aparente propiedad privada. Asimismo, evaluando la renta real para locales en áreas privilegiadas, pagando lo justo por este derecho que concede la ciudadanía a través de su gobierno; además del establecimiento de normas de seguridad e higiene en el interior y los entornos. En la parte administrativa, implementar la transparencia por concepto de ingresos desglosados por usuario, y que estos recursos se apliquen para el beneficio real del desarrollo turístico de la ciudad y de los habitantes de esta hermosa ciudad.

Guanajuato requiere de restaurantes, bares y cantinas, que apliquen ideas creativas, que inviertan en serio en la ciudad ampliando sus propiedades, descentralizándose hacia nuevos polos (el sur espera fuentes de trabajo y este tipo de servicios), mejorando mobiliario e infraestructura, la calidad de su cocina, alimentos y bebidas, contratando y capacitando personal calificado (bien remunerado), creando ambientes musicales y de otras expresiones artísticas, atreverse a ser verdaderos empresarios y no estacionarse en la mediocridad de medrar, como mala yerba, en la vía pública del centro. Así entonces, un determinado bar o restaurante tendría el orgullo de constituirse realmente en imán de turismo.

Los sectores comerciales de Guanajuato no pueden autonombrarse paladines del fomento al turismo, es falso. Ha sido la magia de una ciudad excepcional, que a través de los años, con la pasión de ciudadanos, hombres y mujeres notables, fue desplegando el ambiente cultural y bohemio (no de antros ruidosos y caguamas) y la fantasía de su arquitectura caprichosa, lo que le ha dado el carácter y temperamento para ser Patrimonio Cultural de la Humanidad y ciudad anfitriona de uno de los festivales culturales más importantes del mundo, el Festival Internacional Cervantino, desde mucho antes que mesas y sombrillas proliferaran bajo el cielo azul de la tierra de mis amores.