Guanajuato es una ciudad con calles pequeñas y callejones que invitan a subir y saber hasta dónde llegan. Muchos de los turistas y cuevanenses pueden sentirse atraídos por ese misterio que esconden los recovecos de la ciudad, aunque también los misterios que esconden las casonas del centro son un imán para los curiosos; sin embargo, pareciera que el misterio aparece porque sí a quien sea en esas casonas enormes y que estuvieron vacías por mucho tiempo.
Una alumna mía me ha contado que antier estaban en el Mesón de San Antonio. Este lugar en el pasado fue efectivamente un mesón, ya hora es la oficina central de las actividades de extensión y culturales de la Universidad de Guanajuato, donde muchos estudiantes hacen su servicio social ahí o toman clases de teatro, música, arte y, ese día, mi alumna estaba en su clase de teatro.
Me cuenta entonces que a eso de las 9 de la noche, esperando en el salón de coro a que les tocara cantar en la obra llamada El Alcalde de Zalamea, el maestro los hizo bajar a ensayar cómo saldrían formados en escena. En el grupo hay una señora que es muy despistada que se quedó sola afuera del salón vacío y cerrado, pensando que regresarían pronto. En eso estaba cuando con horror escuchó que se movían las cosas desde dentro del cuarto, ella estaba muy asustada. Lo que realmente la aterró fue cuando alguien tocó la puerta por dentro, como esperando que ella le abriera y pudiera salir de ese lugar en el que está, de esa dimensión que puede ser el cielo o el infierno, se notaba la urgencia de salir pues el sonido había sido muy fuerte y obviamente no había nadie adentro. La señora lo confirmó cuando se asomó por el pasillo y vio que todos estaban abajo. A su regreso, me dice mi alumna, la señora les platicó lo ocurrido y que en verdad ella cree que tiene el don de escuchar sonidos de ultratumba.
Le contó también que una ocasión ella fue a la hacienda dónde vivió Hernán Cortés; allí había un túnel subterráneo donde los llevaron de noche y les contaron que habían emparedado a mucha gente; ella en su despiste se separó del grupo, estuvo un rato sola y, de repente, escuchó como si muchas personas rasguñaran y golpearan las paredes como queriendo salir de ellas. La sensación fue la misma: sola envuelta de un ambiente vacío y escuchando cosas que nadie escuchaba.
No sé si el don de escuchar o ver cosas de ultratumba es suerte, pero lo que sí es que nos presenta de manera cotidiana cosas que muchas personas no creen que suceda, pero sin embargo, sucede. Ven a escuchar tú también. Lee y anda Guanajuato.