Histomagia

Trascendencia

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De cómo los cuevanenses tienen ese sexto sentido, esa facultad de ver lo que nadie más ve.

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Ser Guanajuatense es un privilegio que pocos tienen, de hecho el serlo les concede una suerte de sexto sentido que, vayan a donde vayan, los hace conocer, sin ellos pedirlo, historias que involucran fantasmas o espectros que quieren ser reconocidos y trascender en este mundo.

Mi amiga Paty, es una mujer que viaja mucho, eso sí: cuevanense de corazón. Ella siempre ha tenido el “don” de ver otros planos, una especie de clarividencia que la hace estar atenta a detalles que los demás normalmente no tomamos en cuenta. Me relata que una vez que viajó a casa de una amiga al norte del país, se dio cuenta, sin querer, de una tragedia amorosa, de esas que no puedes creer. Al parecer la vecina de enfrente, quien vivía sola, había tenido un tenaz pretendiente que durante un tiempo le rogaba tanto, pero tanto, al grado que cuando la vecina no salía a verlo, porque no se le daba la gana y lo dejaba esperando, él se quedaba en su carro afuera de la casa, a velar toda la noche, el sueño de su amada. Los otros vecinos conocían ya el modus operandi del pretendiente y no les molestaba, pues lo consideraban un evento cotidiano. En los días que estuvo Paty se acostumbró a verlo noche a noche y hasta le parecía divertido.

Una madrugada, Paty, bajó hambrienta a la cocina a comer algo, pues había trabajado mucho ese día y quería ya descansar. Sin querer, volteó hacia la ventana y alcanzó a ver a un hombre parado en la acera de enfrente, justo en la casa de la vecina. En verdad la escena era de terror. Este hombre estaba exactamente de pie en el mismo lugar en que el enamorado de ella se ponía en su auto todos los días, sólo que esta vez, estaba sin carro, de pie, y a contraluz de los faroles que iluminaban la solitaria calle, se dibujaba su oscura silueta, que parecía estar desnudo, era una silueta perfecta. A mi amiga le extrañó que, pese a que la mayoría de los vecinos tenían perros, no ladraran por esa presencia, sin embargo se quedó mirando al hombre y observó bien y sí, sin duda era el enamorado de la vecina. En esas estaba cuando de pronto, se rompió el silencio con una sonora carcajada de tono grave que retumbó en todo el clúster; Paty tiró sin querer el vaso de leche que estaba bebiendo, pues seguido de esa estruendosa risa todos los perros comenzaron a aullar desaforados. Ella se agachó a recoger los restos del vidrio, y al incorporarse rápidamente, volteó hacia a la calle y ya no había nadie, ese hombre había desaparecido. Asustadísima subió corriendo las escaleras dispuesta a dormir fuera como fuera.

A la mañana siguiente, en el desayuno, Paty le comenta a su amiga lo que vio. Su amiga no le creyó, pues pensó que su cansancio le había hecho una broma. Es entonces que su anfitriona le platica que la vecina le había contado cómo él no había ido estos tres días, por lo que, preocupada, se dio a la tarea de preguntar a los conocidos qué sabían de él. Fue entonces que se enteró del horrendo hecho: hace exactamente tres noches, cuando iba a visitarla, lo asaltaron y, al resistirse al robo de su auto, lo mataron de una manera espantosa. Lo sacaron del auto y lo dejaron desnudo bañado en sangre a la vera del camino, quedó irreconocible, pues con una piedra le habían destrozado la cabeza; pudieron identificarlo sólo por una foto de ella en su cartera, ella que había sido su gran amor. Palabra a palabra, Paty no daba crédito a lo que escuchaba y, cuando regresó a Guanajuato, fui su paño de lágrimas al contarme esta historia.

Hasta el día de hoy, ella jura y perjura que quien estaba parado en esa calle era ese enamorado que noche a noche cuidaba, sin temerle a nada ni a nadie, a su amada. Ahora es claro: desde donde está la cuida, sólo que ahora convertido en un ser espantoso, con su cuerpo ensangrentado y su amor a flor de piel. De seguro no trascendió su alma que seguirá penando por aquí en este mundo.

Paty me dice que tendrá que ir de nuevo con su amiga, ¿quieres saber que nos contará? Ven, lee y anda Guanajuato.