El Laberinto

Miedo

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La importancia de sentir miedo y reconciliarte con él para poder vivir.

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Estoy segura de que el fantasma ensangrentado con motosierra que aparece en las películas, nos espanta por lo repentino y tal vez por el ruido y los gritos con los que viene acompañado, puede que impresione, que deje a los niños sin dormir y que tal vez no sea la sensación más agradable  pero no se compara con el miedo real, ese adulto y contemporáneo que de manera discreta nos tortura como la gotita que cae sobre nuestras cabezas.

El miedo es una respuesta de defensa y como tal no podemos eliminarlo del todo sin correr el riesgo de pensar que nada va a pasar por caminar a la orilla de un barranco, por cruzar un eje vial cuando los autos tienen el siga o probar a que sabe un vaso con cloro, el problema es cuando ese miedo no corresponde con la realidad como cuando nos da el soponcio por una araña diminuta o por un insignificante ladrido o cuando tememos a cosas que solo existen en nuestra imaginación hiperactiva, incluso podemos temerle a cosas positivas tan solo por ser desconocidas.

Pero también existen miedos justificados, que no nacen necesariamente del peligro si no del error de haberlo ignorado por no tratarse de un precipicio o un vaso de cloro, a este lo llamo el miedo a las consecuencias que nuestros actos irresponsables y  peor aún, consumados, pueden traernos en el futuro. Porque cuando se trata de consecuencias, el objeto de nuestros íntimos terrores se aparece en forma de soledad, de reproche, de vergüenza, de dolor, de pobreza, de enfermedad y esas cosas si son dignas de inspirar terror hasta al más aguerrido de los valentones.

¿Qué podemos hacer ante el miedo? Depende mucho de que es a lo que tememos, si es racional temerle a un agente externo debemos escuchar a nuestro instinto, si es exagerado respecto al entorno nos quedan dos opciones enfrentarlo, pisar a la araña y asustar al perro o dejar que éste nos paralice  recortando nuestro campo de acción, porque a donde quiera vayamos podemos encontrarnos alguno de ellos, a lo desconocido solo queda darle una oportunidad.

En el caso de las  consecuencias, no podemos pasar por la vida impunemente, hasta la omisión tiene repercusiones. Debemos entonces valorar que riesgos deseamos realmente tomar y sobre todo si valdrá la pena que lo hagamos.

El peligro está aquí, y a diferencia del fantasma de la motosierra, llega a pasitos diminutos, casi sin hacer ruido y tenemos que tomarlo, porque si no nos encontramos con el peor de los miedos, el más paralizante y dañino de todos: el miedo a vivir.