Nadie la había visto, nadie podía saberlo, los besos habían sido al abrigo de un portal, en silencio y no habían pasado a mayores, sólo labios juntándose mientras las manos se sujetaban firmemente, mientras se apoderaba de ella el temor, pues estaba prohibido y todos lo sabían.
De regreso sentía pesadas miradas en torno suyo, creía que cada murmullo se refería a su falta, sentía que su aspecto la delataba, bajó la mirada cuando se cruzó con su abuela por la calle y casi se le para el corazón cuando escuchó los regaños que vociferaba una madre contra su hija insurrecta, sintiéndose sorprendida.
Traía gusanos el beso, pues al llegar a casa, comenzó a sentir piquetes en el estómago, su madre había comprado manzanas para el postre, pero ya no pudo comerse la suya, a pesar de ser sus favoritas, los insectos la hacían sentirse inquieta, observada, carcomida por dentro y a cada segundo trataban de acercarse a sus labios para confesar la falta.
Por la noche vinieron las pesadillas, veía a sus papás decepcionados, a la maestra regañándola frente a todos, la sacaban del pueblo a pedradas, sus labios se encendían como luces de neón marcados por los besos, al despertar notó que se habían escapado algunos gusanos de sus boca abierta, pero para su consuelo dormía sola.
Sintiendo cosquillas incómodas en su garganta, se dedicó desde la mañana siguiente a buscar en las sonrisas de los demás gusanos, y le causaba cierta satisfacción encontrarlos, a la vez que sentía que los suyos crecían cuando lo hacía. Un día sorprendió a su compañera dibujando corazones con iniciales en su libreta y la acusó en secreto, regando una parte de sus gusanos por el piso de la dirección.
Pronto la epidemia fue evidente, los bichos se habían propagado y por todos lados había personas recelosas de enseñar los suyos, pero buscándolos en los demás para señalarlos, los crímenes se empezaron a confesar voluntariamente, pues se había comprobado que esto acababa con la infección, por lo menos temporalmente.
El chico que la había besado, hijo de un policía que estaba falto de personal, se sentía sumamente satisfecho, había logrado que todos en el pueblo hicieran el trabajo de su padre, vaya que si era efectivo el gusano de la culpa.