Histomagia

Al caer la noche

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Recientemente yo misma me he visto envuelta en sucesos paranormales. No quiero saber en verdad cuáles han sido las fuerzas extrañas o entes que se están al acecho de las almas de los adolescentes, pero por lo que ya viví sé que no son inventos, existen en esta realidad.

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Guanajuato es una ciudad multidimensional, las energías cruzan de aquí para allá, de allá para acá sin que nos demos cuenta, los entes o seres de otros espacios energéticos se dan a la tarea de vagar eterna e infinitamente, ya sea porque no quieren ascender a la energía de la luz o porque están muy cómodos siendo seres de bajo astral en busca de tiernas almas.

Recientemente yo misma me he visto envuelta en sucesos paranormales. No quiero saber en verdad cuáles han sido las fuerzas extrañas o entes que se están al acecho de las almas de los adolescentes, pero por lo que ya viví sé que no son inventos, existen en esta realidad.

El domingo pasado, Hugo, mi esposo; Alex, mi hijo adolescente, y yo, fuimos a visitar a mi suegra que vive por la Panorámica, tramo Pastita. Los adultos pasamos a la cocina a platicar y yo le dije a Alex que se fuera a la sala a jugar con su Tablet. Ya era tarde, de hecho el ocaso estaba por venir, por lo que decidimos visitar los restos mortuorios de mi suegro, Don Pedro, en a la cripta donde están, ahí en el Templo de Pastita. Mi suegra dijo que ella iba, por lo que yo le dije a Hugo que me diera las llaves del Fantomas –nombre que le puse al auto por su color blanco– para esperarlos arriba. (Les recuerdo a los no adentrados en la geografía de esta ciudad que está entre cerros,  que “arriba” y “abajo” son vocablos muy utilizados, así como  “bajar” y “subir”).

Hugo me dio las llaves y cuando íbamos subiendo la escalera, Alex me dijo que tenía mucho miedo, que no podía aguantarse, que algo estaba ahí, que él lo sentía. Yo le dije que no se preocupara, que lo que pasaba era que, como estuvo jugando en línea con videojuegos que tratan de muertos, estaba impresionado. Abrimos la reja, pero para esto mi hijo temblaba de miedo, pensé que jugaba, que me mentía, por lo que le ordené que subiera al carro, a su lugar (detrás del copiloto), que se calmara y que no tuviera miedo, que para qué jugaba esos juegos si no sabía qué fuerzas despertaba. Yo todavía pensando que era una fantasía de niño, pero no, luego, muy, a mi pesar, me di cuenta de que no lo era.

Nos subimos al Fantomas  y por el calor que hacía, yo intenté meter las llaves en la ignición del auto para poder bajar las ventanillas, y no pude; lo intenté de un lado de la llave, del otro y nada. Alex me dijo que mejor ya no lo hiciera que de seguro se iban a trabar, así que le pedí que se bajara y me ayudara a ponerlas correctamente. Me dijo que no, que no iba a salir, que había algo afuera y que tenía temor de que algo lo atrapara, que eso lo estaba esperando. Yo, tratando de mantener la compostura, le dije que se calmara y que no había nadie ni nada afuera, y en efecto así era. No había ninguna persona en la carretera, pero mientras estábamos hablando, se oyó un golpe fuerte en la carrocería del Fantomas. Fue un solo golpe, seco, metálico. En ese momento mi hijo, ya en el colmo del horror, comenzó a llorar y a gritar que qué era eso, que venía por él. Yo fingí no escuchar el golpe, y le dije que se bajara rápido porque yo tenía mucho calor. El niño con toda su valentía se baja y sube al carro en el lugar del chofer, intenta poner las llaves y tampoco puede. Yo en mi lugar de copiloto, le dije que evidentemente el Fantomas no quería que lo maniobráramos, le ordené que abriera la puerta. Alex que no dejaba de llorar, me dijo que no y se preguntaba una y otra vez, casi musitando, qué por qué a él le pasaban esas cosas; yo le dije que si pensaba que los seres de bajo astral no existían, que estaba muy equivocado, que la energías malas existen, que ya dejara de jugar esos juegos. En eso estábamos y entre el lloro, el calor, y el alegato sobre otras energías, cuando escucho un toquido en el vidrio de mi ventanilla. Me dijo: “¿Ves, mamá, ves?” y en ese preciso momento, convencida de que una energía negativa rodeaba el carro, le dije vamos a orar e inicié en voz alta a rezar la Magnífica. Al parecer al ente no le agradó y me volvió a tocar la ventanilla más fuerte. Afortunadamente mi suegra y Hugo venían subiendo la escalera. Interrumpí la oración y le dije a Alex que bajara del carro, se negó, le insistí y le dije que le abriera la puerta a ella, todavía llorando y muy asustado, bajó y le abrió la puerta a mi suegra, esperó que se subiera y la cerró. Alex rápidamente se subió al Fantomas detrás del asiento del copiloto; Hugo se subió al lugar del conductor, metió la llave y el auto encendió. Alex y yo nos quedamos sorprendidos. Hugo me preguntó que qué había pasado. Le hice una síntesis de lo sucedido. Mi suegra insistió que rezáramos y así lo hicimos al llegar a la casa, rezamos y puse agua bendita para retirar de tajo a esas energías.

Como escritora, es fácil narrar la vida de los otros, pero cuando eres parte de la historia, todo cambia. En verdad, Alex al día de hoy, en ese aspecto está tranquilo, pero yo espero que ese ente que quiso entrar al carro a como diera lugar y no pudo, pues el Fantomas no lo permitió y mis oraciones lo alejaron de mi hijo, haya ya regresado a su lugar de origen para no molestar más. ¿Quieres vivirlo? Ven, lee y anda Guanajuato.