El trabajo nos dio la posibilidad de no depender de la caprichosa naturaleza para poder satisfacer nuestras necesidades más básicas, al ser una manera de transformarla a nuestro antojo y de defendernos contra ella, sirve para proyectar a futuro además y para desarrollar habilidades.
En un principio puede que haya sido así, cada quien cubriendo sus necesidades y luego especializándose para pertenecer, cumpliendo cada quien una función e intercambiando sus diferentes trabajos.
Pero si para ejecutar este trabajo, se empieza bajo el precepto de que con lo que lo ejecutarás no te pertenece y que lo que saldrá tampoco y que solo estas vendiendo tu tiempo y fuerza, resulta en una relación de subordinación, pero no solo implica la famosa explotación, implica el cumplimiento de horarios, de plazos, de estándares e incluso el disgusto por lo que se trabaja. Puede darnos alivio hacer lo que amamos, como es mi caso o tener una buena relación con nuestros superiores, pero no deja de ser una cuota de tiempo o de tareas cumplidas que se deben cumplir sin excusas.
Será porque es lo que nos da de comer, o porque hemos perdido la capacidad de emprender cosas por nosotros mismos que defendemos nuestro puesto a ultranza y que a veces se nos olvida que aunque ocupe una parte importante de nuestro tiempo, no es el centro, ni lo que nos define y obviamente tampoco lo más importante.
Corremos el peligro de subordinar nuestro lado personal al profesional o dejar que se fusionen, puede que así nazcan los genios, de una práctica incesante de su disciplina, no dudo que traiga satisfacción, realización y éxito, pero al final somos personas y se nos olvida que necesitamos de los otros mas allá de los títulos o talentos que nos adornen.
Que bello seria que tratáramos a nuestro lado personal como tratamos al profesional, cumpliendo acuerdos, horarios, usando lo mejor de nuestros talentos y pidiendo ayuda para aquello en lo que nos sentimos incapaces, aprendiendo también a vendernos por lo que valemos y a renunciar a lo que nos supera y nos lastima.
Así como nos da nuestro lugar en el mundo, puede quitárnoslo ensimismándonos, así como nos mantiene vivos puede matarnos e incluso aquella proyección a futuro muere cuando un día es igual a todos los demás o cuando esperamos ganar con todo lo que hacemos.