CUANDO EL CABELLO ES MÁS VALIOSO QUE EL ORO

Compartir

Yo creo que la gente debe donar sin pensar su cabello a los que tienen cáncer porque a nosotros nos crece, y con tan pequeño esfuerzo podemos hacer infinitamente felices a los demás.

Compartir

Mariana era una niña que vivía en una casa muy grande llena de sirvientes, pero a la niña hacía mucho tiempo que había dejado de interesarle el dinero, la mansión o los sirvientes que trabajaban para ella, porque lo que ella más deseaba en el mundo, era solamente cabello, como el de su madre, que era largo y rubio.

Mariana perdió el cabello con las quimios, estaba enferma de cáncer. Para ella, verse al espejo era un sufrimiento porque ya había olvidado cómo lucía su rostro con el cabello.

Un día, uno de los muchos sirvientes llegó a su cuarto con una caja de la que sacó una peluca hermosa que parecía hecha con hilos de oro. Mariana corrió al espejo para probársela. Una sonrisa enorme se dibujó en su rostro al verse nuevamente con cabello. Una sonrisa que desapareció inmediatamente cuando detrás de su reflejo, vio a su madre parada junto a la puerta de su habitación, mirándola, con lágrimas en los ojos y sin cabello.

Yo creo que la gente debe donar sin pensar su cabello a los que tienen cáncer porque a nosotros nos crece, y con tan pequeño esfuerzo podemos hacer infinitamente felices a los demás.