Histomagia

Acecho fantasmal

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Luz Damián, una amiga mía, me cuenta que cuando vivía en una casa cerca de San Javier, ella y sus compañeras de casa vivieron, sin saberlo, una experiencia paranormal colectiva. Luz me dice que todo comenzó un fin de semana en que decidieron quedarse en la casa y esa noche, fue que una de sus amigas le contó lo que le sucedió en su cuarto y le dijo que en verdad no sabe qué pasó, pero que lo que vio, existe, sin duda.

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Guanajuato tiene su Universidad, es por eso que aquí es, en sentido estricto, una ciudad universitaria, así que cada fin e inicio de semestre, los que vivimos y nos quedamos aquí, vemos el trajín, el ir y venir de los estudiantes que siguen su camino a la casa paterna en varios municipios del estado, pero a veces, algunos de ellos no se van, sea fin de semana o semestre, se quedan en las casas de asistencia en donde viven, para poder adelantar trabajos académicos o para ir poco a poco cortando el cordón umbilical. Y sí, esta ciudad es una caja de sorpresas mágicas para ellos quienes son los que ven a los fantasmas y espectros que habitan aquí.

Luz Damián, una amiga mía, me cuenta que cuando vivía en una casa cerca de San Javier, ella y sus compañeras de casa vivieron, sin saberlo, una experiencia paranormal colectiva. Luz me dice que todo comenzó un fin de semana en que decidieron quedarse en la casa y esa noche, fue que una de sus amigas le contó lo que le sucedió en su cuarto y le dijo que en verdad no sabe qué pasó, pero que lo que vio, existe, sin duda.

Ella le contó a Luz Damián que esa noche estaba profundamente dormida y que, de repente, sintió un frío helado, y pensó: “seguro se abrió la ventana”, se incorporó y desde su cama vio cómo es que sí, que efectivamente se había abierto la ventana donde por ahí estaba entrando un horroroso espectro cubierto en la cabeza con una capucha de una túnica blanca, extendiendo las manos descarnadas hacia ella y atravesando la pared. Atontada por la sorpresa, su amiga le dijo que cerró los ojos y se cubrió con las cobijas en espera de que el espectro se fuera y así lo hizo, esperó y se descubrió el rostro y, efectivamente,  el monstruoso ser que se le presentó, se había ido. Luz Damián no daba crédito a lo que escuchaba, porque ella ya había visto a ese ente, y fue entonces que le contó la visita de ese ser extraño, pero que ella pensó que había alucinado dado los medicamentos que tomaba. Luz Damián narró que una noche en que ya estaba en la duerme vela, ese espectro se asomó desde la puerta de su cuarto a verla, y  sólo alcanzó a ver la capucha blanca con los brazos descarnados extendidos hacia ella como queriendo tocarla.  Luz Damián, adormilada, solamente alcanzó a decir “¿qué pasa?” y el ser se esfumó en el aire.

La noche se puso más fría, ambas estaban tan absortas compartiendo sus experiencias que no se percataron que la otra compañera de cuarto las había estado escuchando y que se acercaba hacia ellas con un rostro de horror, con los ojos desorbitados ante la sorpresa de lo oído, pues no era posible: ella había visto también a ese ser en su dormitorio precisamente la noche anterior, y se los dijo. Les contó que ella ya estaba dormida en su cuarto, cuando de pronto sintió un frío helado en sus pies, rápidamente movió las piernas para tratar de envolverlos en las cobijas, pero cuál fue su sorpresa que sintió algo pesado en la cama, pensó que había olvidado su morral ahí e intentó aventarlo, pero no, el objeto no se movió pese al movimiento brusco que hizo. Extrañada se incorporó recargándose en su codo y fue cuando lo vio: ahí estaba ese ser encapuchado extendiendo sus brazos descarnados hacia ella quien de inmediato cerró los ojos y ahogó su grito en la almohada para no despertar a sus compañeras, y el ser, de pronto desapareció, se desvaneció ante ella.

Ante estos sucesos, todas, asustadas, enmudecieron, ya no decían palabra alguna, cuando, ante el silencio en la casa, la cuarta compañera se asomó desde su recámara y vio cómo todas estaban blancas del susto, y desde ahí les dijo: “yaaaa, hasta parece que hubieran visto al ser ese como monje encapuchado con los brazos todos podridos que hasta se le veía el hueso, que vi hace rato en mi recámara, parecía que me estaba velando el sueño, estaba así de cerquita (marcó con los dedos índice y pulgar un centímetro) y yo sólo le dije que me dejara dormir”. Las tres amigas se quedaron escuchando lo que les decía su compañera, estaban ante algo increíble de tan absurdo que era, una secuencia de acercamientos de lo que les había pasado: ese ser poco a poco se había ido adentrando en la casa con el fin de acercarse a ellas con sabe qué fin, y como ellas no creían en esas cosas, cada una por su cuenta habían pensado que era algo que habían imaginado, pero no, ese ser existe y en esa casa, en la que ahora ya no habitan, pero que les ha dejado la certeza de que otros seres conviven con nosotros desde otras dimensiones.

Luz Damián me dice que ese crescendo de acercamiento, marcaba, tal vez y sólo tal vez, la necesidad obtener el alma de una de ellas, sí, la de esa compañera a la que ese ente veló el sueño a un lado de su cama, no encuentra otra explicación lógica; desde el pensamiento mágico ahora sabemos: esa casa tenía sus secretos, y doy testimonio de que ahí pasaban cosas paranormales, desde que se movían los objetos, apagaban las luces, les abrían las puertas, y se escuchaban ruidos extraños…lo sé porque en esa casa vivió mi hermana Aurora. Si quieres ahora que estés acá te muestro la casa siniestra. Ven, lee y anda Guanajuato.