Histomagia

Ven José, ven…

Compartir

No siempre la alegría es una manera de esta tranquilo, a veces la alegría de otros seres consiste en que dejes atrapar en una dimensión diferente y servirles sólo para sus juegos.

Compartir

Guanajuato vive de la energía positiva que traen los turistas cada vez que visitan esta ciudad. La algarabía del tropel de personas que pasean por las calles, callejones y plazas, contagia a los lugareños de esa energía para poder convivir entre fuertes vientos, lluvias, días soleados, fríos congelantes, en estas latitudes. Guanajuato es cambiante, su energía positiva, de todos los días cambia todas las noches, pues cada una de ellas, los fantasmas y personajes espectrales salen al encuentro de los trasnochadores y madrugadores que pasean deambulantes por la ciudad.

Me cuenta mi amigo José que cuando llegó a vivir aquí le fascinaba pasear por la calle subterránea; en ese entonces el parque vehicular de la ciudad era mínimo, por lo que siempre, en las madrugadas estaba vacía, eso pensaba él de tantos paseos dados en soledad absoluta, pues la mayoría de los estudiantes la pasaban arriba en la superficie, hasta que una madrugada vio de lejos una pequeña figura, él pensó que de seguro era alguna utilería dejada por el grupo de teatro universitario que acababa de dar función en San Roque, así que siguió caminando, admirando a cada paso la estructura de los túneles. Caminó y al estar cerca se da cuenta que no es utilería, sino que es una pequeña niña; él se extrañó de verla sola ahí, al acercarse a ella sintió un escalofrío que le erizó la piel y una desesperación por huir, pues ella lo miraba fijamente con los ojos vacíos. La aparición de inmediato le dio la espalda y caminó hacia la pared haciendo un ademán con la mano, en un gesto de que la siguiera; él la quiso detener y al quererla agarrar su mano la traspasó como si se tratara de humo, fue cuando cayó en la cuenta que esa niña era un ser no vivo, era un espectro que paseaba como él esa noche en la subterránea. Estupefacto entonces vio cómo la niña atravesó sin ninguna dificultad la pared de piedra, mientras la temperatura descendía cada vez más. En este punto, José buscó con la mirada una de las escaleras de salida más cercanas y corrió sin voltear, pese a que escuchó que una vocecita infantil le llamaba por su nombre: “José ven conmigo, no te vayas, ven conmigo José…” el terror se apoderó de él y no supo cómo, pero de tres zancadas subió hasta la calle Alonso. Agitado y con la respiración afanosa, vio que la calle estaba sola, que nadie lo había visto salir. Su jadeo se calmó poco a poco, conforme se sentía más seguro. Decidió entonces caminar a su casa que estaba cerca, en el callejón de Calixto. Su paso era apresurado, pero pensó en lo que acababa de pasar, en eso estaba cuando llega a la puerta de su casa, introduce la llave y es cuando escucha la misma voz: “José, ¿no vas a venir conmigo? Ven, José no te vayas, ven José”. Mi amigo no volteó a ver quién era, sólo sintió terror al saber que ese espectro lo había seguido hasta su casa, en eso una pequeña manita helada lo agarró del pantalón, mi amigo abrió la puerta y como pudo forcejeó con ese ser para que lo soltara, pasaron segundos que a él se le hicieron eternos, hasta que se liberó. Entró a su casa, cayó de rodillas, de inmediato se puso a rezar, mientras el espectro seguía llamándolo afuera en la puerta, y ahora ya le exigía con una voz grave que se fuera con él: “José te ordeno que salgas, ven José” y se oían las uñas rasgando la madera de la pesada puerta, siguió rezando y de repente se hizo un silencio sepulcral. José esperó, cuando ya no escuchó nada, respiró profundo, se metió a su cama, pero no pudo dormir. A la mañana siguiente pensó que todo había sido fruto de su imaginación. Con la algarabía turística, y el soleado día, se dio cuenta de que sus temores eran infundados. Miraba por la ventana el pasar de la gente. Ya sin sus miedos, decidió salir a la calle, y cuál fue su sorpresa que la puerta de su casa estaba arañada tal y como sí lo había vivido la noche anterior. A partir de esta fecha, José ya no caminó por la subterránea, y hasta la fecha, él pasa en auto por ahí, pero acompañado, jamás solo y mucho menos caminando, de hecho ni voltea a las paredes, no vaya a ser que ese fantasma salga y lo llame otra vez.

No siempre la alegría es una manera de esta tranquilo, a veces la alegría de otros seres consiste en que dejes atrapar en una dimensión diferente y servirles sólo para sus juegos. ¿Quieres pasear por la subterránea?, ven, lee y anda Guanajuato.