Todo comenzó con una pequeña leyenda en una esquina, luego se fue posesionando del resto de la cajetilla y hace una semana, mientras se hacía una larga fila de oficinistas indignados por perder su corto tiempo de descanso tratando de pagar en el minisúper, el cajero, sin saber el alfiler que clavaba en mi corazoncito vicioso, me lo anunció: hace ya un tiempo que sus cigarros no son los mismos, sólo queda el nombre que han ido haciendo pequeño en el cartón.
Yo sé que va a sonar vano, un tanto sentimental y hasta políticamente incorrecto escribirle a una marca de cigarros a la que ya ni publicitar tiene sentido, pero después de 15 años de arruinar mis pulmones y consumir la ansiedad con ellos, después de hacerme soportable la tesis y rico el café, de todas las fiestas, esperas, fríos, ciudades e incluso laberintos que pasamos juntos no puedo pensar en otra cosa cada que abro a cajita y deslizo mi índice (nunca he podido con el pulgar) sobre el encendedor.
No se trata de criticar como las marcas internacionales se comen todo lo local con trazas de éxito, ni de como últimamente lo histórico vale mucho menos que un buen negocio, que también es triste. De lo que hablaremos aquí será de hábitos, de sustituciones y de nostalgias.
Primero vamos a los hábitos, o vicios como suelen llamarlos cuando los consideran perjudiciales, ya que yo considero que son un ritual con pasos a seguir y gestos que se repiten con horarios y circunstancias en un afán de configurar y reproducir al mundo evitando que entre el caos, real o imaginario, a nuestras vidas. Por eso, cuando no los seguimos, se siente un vacío y una incertidumbre como si algo nos faltara, como si algo malo nos fuera a suceder.
Dentro de este contexto, la sustitución me impactó por no haber notado después de tanto tiempo que mis cigarros no supieran igual, después de haber rechazado tantas veces otras marcas y sabores incluso regalados para comprar los mismos siempre. Tal vez solo me aferraba a algo y no es tan importante el insumo como perpetrar el acto en sí. Eso o que mis papilas gustativas ya están más afectadas por fumar de lo que yo pensaba.
Finalmente llega la nostalgia, resulta que aquello e incluso aquellos a los que amamos o lo que disfrutamos con ellos no va a estar con nosotros para siempre, que esos sabores, sentires e imágenes no duraran lo mismo en el mundo que nosotros y sólo nos queda adaptarnos, renunciar o disfrutar lo que todavía existe.