Se tiende a pensar en los imanes como metáfora amorosa, una bastante desafortunada pues nos condena a sentirnos atraídos irremediablemente a nuestro opuesto mientras aleja de nosotros a lo similar, para terminar tolerando películas que te aburren en lugar de vivir feliz por siempre. Yo quería hacerles un poco de justicia por mantener el refrigerador cerrado y los audífonos sonando usándolos para explicar de manera más decorosa mi idea de las fracciones.

Aunque los extremos son poco recomendables, como en los imanes, son mucho más atractivos y acaban alineando incluso a quienes se acercan más al centro, el punto es que si alguien decidiera cortar por lo sano y llevarse este por la mitad y dejar a cada polo de su lado o dejar un centro independiente se encontraría con que al igual que en las posiciones de la vida esto es imposible.
A cada fracción le corresponden entonces un centro y dos polos por más uniforme que parezca el panorama siempre, en cuestiones políticas, por ejemplo, tendemos a confundir la izquierda o la derecha de un solo trozo sin tomar como referencia la totalidad de la cual deriva la clasificación inicial, es decir que puede estar cortado tantas veces por el mismo lado que al final lo que queda en su derecha o izquierda acaba perteneciendo por entero al sitio de donde se cortó el pedazo al que está unido.
En China donde en teoría todos los partidos son de izquierda existe un número considerable de fracciones que van de lo más radical a lo menos, igualmente el mundo se ha tirado tanto para la derecha que cualquier acción orientada hacia el centro (incluso de la derecha misma) se toma como de izquierda.
El problema también reside en que estos trozos siguen manteniendo su magnetismo con respecto a las partículas que alinean, entonces nos encontramos dentro de un panorama donde los representados siempre son mucho más radicales que los representantes o viceversa y donde lo realmente raro es la correspondencia de ambas partes, sin omitir que se presta a lamentables confusiones.
La cuestión de los imanes cortados también sirve para representar el umbral de tolerancia, ya sea este individual o colectivo, en el cual un extremo representa el bienestar y el otro el malestar, un pueblo con una trayectoria de confort larga, donde el imán se ha cortado siempre del lado bueno no va a tolerar lo que para otro puede ser incluso su máxima aspiración al haber sido recortadas sus opciones siempre por el lado incómodo; al igual una persona que nunca ha sido maltratada considerará como una dolorosa afrenta lo que para alguien que ha vivido abusos es natural e incluso invisible. Es por ello que es tan sencillo desde nuestro propio umbral juzgar al resto de exagerados o indolentes y eso también provoca enormes errores.
Existen, además, campos magnéticos tan fuertes que son capaces de imantar objetos que no lo estaban y que nos pueden mover a sentir empatía por el resto aún sin conocer la totalidad desde la que nos deprendimos y nuestras respectivas posiciones, pero también encierran un peligro que es que estropean miserablemente todos los instrumentos para orientarnos con los que podemos contar y con ello es fácil perder el rumbo. Creo que ésta es la única verdad que le concedo a los que equiparan el amor con los imanes.