Histomagia

Aquí nunca estamos solos…

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Seres extraños, espectros, fantasmas, espíritus, se quedan en las casas a vivir de manera permanente, tal vez es el apego a las cosas materiales o a no querer dejar de existir en este mundo de los vivos…

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Una de las razones por las que la vida en Guanajuato se basa en el misterio, son sin duda sus casonas antiguas que tiñen pintorescas el centro de la ciudad. Hay casas que son enormes, que sus portones rechinan al abrirlos, no por falta de mantenimiento, sino por lo pesado de la madera antigua con la que se construyeron; hay otras en que sus patios floridos, estilo español, esperan suspendidos en el tiempo a quienes llegan a visitarlas, esos días son de albricias para ellas, por lo que algunos de los seres fantasmales que las habitan, se animan a aparecer, algunos a hacer el bien, otros, el mal.

La casa que nos ocupa esta vez, es la casona que ahora alberga un banco, ahí enfrente de la Presidencia Municipal. Me cuenta mi amigo Genaro que cuando era pequeño, sus padres rentaron esa casa para vivir, la institución bancaria ya, desde esos días, ocupaba la parte de debajo de la casona, por lo que ellos, sus padres, él, siete hermanos y una hermana, vivían en la parte de arriba. Genaro me dice que siempre que él llegaba de la escuela, se iba a ver su programa de televisión favorito en la sala con las puertas abiertas, pues comunicaban de inmediato con el comedor y a su vez otra puerta con la cocina, típico estilo español de las construcciones arquitectónicas de la época colonial, por lo que a Genaro no le era ajeno que, a veces, su mamá salía al baratillo a comprar algunas cosas que le faltaran para hacer la comida, comúnmente su mamá le avisaba, pero esta vez no le avisó y se salió dejando al niño viendo la televisión, total, no tardaría nada. Genaro, en su gusto por su programa estaba absorto y no se dio cuenta, pero, como niño inocente, se sentía seguro con su mami cerca. Sentado en su sillón favorito, de pronto escuchó cómo es que movían la puerta de dos alas de la sala, supuso que era su mamá y no puso atención; siguió viendo la TV, se acurrucó en el sillón y fue entonces que sí volteó de inmediato al escuchar un ruido estruendoso, como si algo o alguien hubiera cerrado de golpe la puerta de la sala, desesperado gritó una y otra vez: “¡mamá, mamá…!”, pero no obtuvo respuesta. Asustado y ya sin ponerle atención a la TV, lo único en que pensó fue en salir de ahí a como diera lugar. Escuchó cómo los ruidos de las cosas cayéndose no venían hacia la sala, ese fantasma iba hacia la cocina. Pensó entonces que era ahora o nunca el salir corriendo de ahí, valientemente se acercó a la puerta que ya estaba cerrada y con todas sus fuerzas jaló la puerta, corrió escaleras abajo, y salió de la casa por la puerta principal, que ahora es la entrada de un café latino que está en la plazuela. Lloriqueando y aterrorizado, se sentó en el quicio de la puerta y esperó a su mamá para volver a entrar con ella a la casa. No llegó su mamá, pero sí sus hermanos que no le creyeron una palabra de lo que decía, le achacaron lo que les contó a sus imaginaciones de niños por ver tanta televisión, entraron riéndose a la casa y lo dejaron ahí sentado con su pena. Cuando llegó su mamá, no le contó nada, subió con ella a la casa, aferrado a su brazo y se dio cuenta de que, aquí, nunca estamos solos.

Es interesante saber que seres extraños, espectros, fantasmas, espíritus, se quedan en las casas a vivir de manera permanente, tal vez es el apego a las cosas materiales o a no querer dejar de existir en este mundo de los vivos, lo que sí es claro, y no cabe duda, es que en la vida, en esta ciudad, se está siempre acompañado de “algo” o “alguien” y aunque no los veamos siempre están ahí. ¿Quieres que te acompañen también? Ven, lee y anda Guanajuato.