El Laberinto

Como hilo de media

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Llama la atención que exista la frase sexista “no se vaya a romper las medias” cuando alguien a quien consideramos delicado, se rehúsa a realizar alguna tarea por parecerle inadecuada o penosa.

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Si alguna vez han tenido que utilizar medias, seguramente han experimentado ese horrible momento en que un movimiento cualquiera o un pequeño obstáculo mal posicionado provocan la debacle. Nuestro transparente y suave tejido se rasga y no solo eso sino que el desperfecto se prolonga y entonces ya no tiene remedio,  simplemente se desbarata y aquello que hacía que nos sintiéramos tan bien de pronto se torna incómodo y nos avergüenza.

Así de frágiles son las ilusiones o los propósitos de algunas personas, no soportan el choque con la vida real y cualquier inconveniente las desgarra y las convierte en un harapo inservible y entonces se avergüenzan de lo que alguna vez pregonaron con tanta convicción y arrumban su prenda de ocasión en algún cajón o directamente las echan a la basura y venga con lo que sigue, a comprar otro par, que al fin son baratas.

Llama la atención que exista la frase sexista “no se vaya a romper las medias” cuando alguien a quien consideramos delicado, se rehúsa a realizar alguna tarea por parecerle inadecuada o penosa, y tiene sentido si pensamos en que la seguridad de aquellas personas es tan frágil como la mencionada prenda de vestir.

La bíblica expresión de rasgarse las vestiduras también tiene cabida en este laberinto, pues esta antigua costumbre consistía en desgarrar manualmente los ropajes ante un agravio o un dolor muy grande, supongo que tiene sentido, aunque deben existir maneras menos melodramáticas y destructoras de expresar nuestros sentimientos.

No en balde se utiliza la expresión “no nos rasguemos las vestiduras” para prevenir la sobre reacción y el irse con la desgracia “como hilo de media” y ya que mencionamos esta prenda de nuevo, cabe mencionar que aquí no importa lo poderoso que pueda ser un tejido si el portador es un pusilánime que se va a encargar de desgarrar con sus propias manos aquello que el entorno había dejado entero.

Lo opuesto a romperse las medias o rasgarse las vestiduras seria entonces la muy quemada por los equipos de futbol “ponerse el overol” (me encanta esa palabra porque para decirla se pone la boca redondita) que consiste en usar esta prenda de trabajo, que es gruesa y resistente, con la confianza de que a pesar de los obstáculos  y la grasa conseguiremos nuestro cometido saliendo como el plumaje del poema de Salvador Díaz Mirón, que atraviesa el pantano sin mancharse.

En este sentido creo que las ideas y los deseos firmes se parecen mucho más a la burda mezclilla  que a la delicada media, pues su propósito no es el de la vanidad, la presunción y la foto bonita, si no a vencer la adversidad y a no temer meterse en el desastre si es por una buena causa.