Todología con Maiself

Nuestra música tatuada

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—Hay una pregunta que siempre me ha dado vueltas en la cabeza: ¿cuál es la música que más nos gusta en la vida?

—Es una pregunta compleja. Existen varias respuestas para ella, todas correctas, como que es la que les gustaba a nuestros padres escuchar y, en consecuencia, la escuchamos nosotros también en nuestra infancia, o que es la música que ha estado ligada a nuestras experiencias de vida, y otras más…

—Así es, aunque creo que hay una de ellas que es la respuesta más acertada para mí, y es la de que el 80% de la música que nos va a gustar toda la vida la escuchamos entre los 15 y los 25 años

—Eso suena verosímil, pero no queda claro el por qué en esa década en especial y no en otra, como podría ser de los 20 a los 30, o de los 10 a los 20, o de los 30 a los 40…

—Es debido a que es la etapa de nuestras vidas en la cual somos más receptivos a la música

—¿Debido a qué?

—Debido a que nuestra sensibilidad está amplificada por la efervescencia del torrente sanguíneo saturado de hormonas, que hacen que cualquier experiencia sensorial con intenciones seductoras, facilite la descarga de emociones que, a esa edad, tenemos a flor de piel, a flor de oído

—¿No estará pecando de hormonocentrismo, de hormonizar experiencias musicales que no necesariamente tienen que ver con la reproducción de la especie, o con los deseos sexuales cayendo fulgurantes y fundiéndose en el pararrayos de una buena rola?

—No, más bien tu estás pecando de desexualizar el impacto de la música en el cerebro reptiliano adolescente. Es más: poniéndonos freudianos, podríamos decir que la música es, siempre, algo erótico, siempre serpenteante por los ondulantes cauces del Principio del Placer

—¡Ah, bueno!, pero ya no estaríamos hablando del sexo como algo puramente reflexológico, sino como el plano superior de las emociones sublimadas que son impactadas por la música

—Sí y no, porque la música no impactaría, a esa edad, únicamente ese plano superior de nuestras emociones sino todos los planos, desde el más bajo, el sexual-animal, donde tocaría tierra, hasta el más elevado, el del romanticismo o el espiritualismo más sublime

—Ahora sí, queda completa su ecuación explicativa de su tesis, y ya no suena extraño afirmar que de los 15 a los 25 años queda uno con gran parte de sus oídos tatuados por la música de ese entonces

—Is, barniz

—Sale. Nos vemos. Y ustedes lectores, no dejen de opinar o debatir en todologiaconmyself@gmail.com