A: este tema sí que le queda como anillo al dedo a esta época, valedor…

B: por eso lo escogí, porque está tan extendida como la peste del insomnio en “Cien años de soledad”
A: Y más en los jóvenes, pero, a ver, defíname el aburrimiento, para no estar bordando en el vacío y me vaya usted a aburrir…
B: Voy a tomar esto último que me dice para usarlo en la definición: dice que yo lo voy a aburrir porque está desesperado por tener una definición de aburrimiento, y eso indica que su atención hacia el tema es poca y me echa a mí la culpa de lo que es suyo. Pues déjeme decirle que esas son dos características del aburrimiento: la dificultad para prestar atención a la información exterior, y creer que el ambiente es responsable de su incomodidad
A: No me aburra con sus explicaciones…
B: Ah, qué bien…reincide, usted. ¿Qué no entiende que yo, algo externo a usted, no soy responsable de que se aburra, algo interno de usted? Si no es capaz de lograr instalarse en una actividad satisfactoria, yo no soy el responsable de eso
A: Basta de sermonearme. Mejor expláyese más sobre el aburrimiento, y le prometo interesarme.
B: Bueno, mire, un psicólogo canadiense, John Eastwood, halló que el aburrimiento está correlacionado con fallas en las redes neuronales de la atención, lo que a usted le falla…
A: ¡Chale, no siga echándome carrilla y continúe!
B: Prosigo, y como, al decir de Nicholas Carr, en estos tiempos vivimos en una distraccionósfera, y sumergidos en un océano de estímulos, todo ello explica que tantísimos padezcan ataques de aburrimiento, principalmente los jóvenes
A: Ya lo decía esa rola de los Stones:”I can’t get no satisfaction”
B: Exacto, y esta epidemia explica por qué tanta gente se vuelve adicta a tantas cosas, no sólo a drogas sino a la tv, a los juegos de azar, y muchas otras cosas más, tratándose de escapar de ese sopor tan desagradable que es el estar aburrido, con el ánimo podrido
A: Bueno, gran doctor, y ¿qué propone como remedio?
B: Nada mágico. Tan sólo cosas conocidas como el leer, salir a pasear a la calle, oír música diferente, ir a un museo, o cualquier actividad que no hayamos hecho regularmente y que estimule nuestra curiosidad
A: ¿Así nomás?
B: Sí. Y hacerle caso a la máxima que dice que todo se vuelve interesante si le prestamos la atención suficiente