Ecos de Mi Onda

José José: dimensión de leyenda

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La muerte es el comienzo de la inmortalidad.

Maximilien Robespierre (1758-1794), político francés.

Hasta hace unos pocos años se subrayaba la grandeza de los Tres Grandes, como dio en llamársele a la tercia de cantantes que conmovían a todo México con su voz especial y con su presencia en las películas nacionales. Jorge Negrete, Pedro Infante y Javier Solís estaban instalados en espacios definitivamente especiales en el altar de los artistas admirados, con la particularidad de que la muerte se los llevó a una edad temprana y en la cúspide de sus carreras artísticas.

Jorge Negrete, nacido en Guanajuato en 1911, murió por enfermedad, en Los Ángeles el 5 de diciembre de 1953 a la edad de 42 años. El Charro Cantor, es un icono de la época de oro del cine mexicano y su presencia en las películas era de una galanura no superada, con una voz de barítono que lució en la interpretación de éxitos de música ranchera, que hasta el día de hoy nos siguen causando admiración.

Pedro Infante es el gran ídolo del cine mexicano, el inolvidable Pepe el Toro, uno de los artistas más queridos por el público, admirado como cantante y actor, siendo incluso galardonado con un Oso de Plata en el Festival Internacional de Cine de Berlín, por su actuación en Tizoc. Rasgos especiales de su trayectoria fueron el desplazamiento de los argumentos cinematográficos del ámbito campirano a los espacios urbanos, así como también el paso de la interpretación de música ranchera al bolero y al estilo que se denominó como bolero ranchero. Pedro murió el 15 de abril de 1957 en un accidente de aviación, desplomándose a pocos minutos de despegar, sobre la ciudad de Mérida. Tenía 39 años.

Javier Solís murió de forma inesperada el 19 de abril de 1966 a la edad de 34 años, después de haber sido operado de la vesícula, sin que se tenga una idea clara de las causas que agravaron su estado, al grado de llevarlo a la tumba y a la inmortalidad. Amigos canten muy quedo, que solo se escuche aquí, porque a según me dijeron se ha muerto Javier Solís, cantó con honda emoción el famoso cantautor argentino Atahualpa Yupanqui. Voz de un extraordinario matiz, redondeada por acompañamientos impresionantes incorporados al mariachi, que le dieron marco al bolero ranchero. Escuchar su voz es una experiencia que nos impresiona y retumba el eco de sus emotivas canciones: Que labios te cierran los ojos, los ojos que a besos cerré. Auroras que son puñaladas, las rejas no matan, pero si tu maldito querer.

Los Tres Grandes. Es probable que aún haya estaciones de radio que trasmitan programas de forma permanente con la participación de esta impresionante terna, que comparte la circunstancia de una muerte temprana en el punto alto de su popularidad.

Quienes se acercan a los niveles de leyenda de los artistas anteriores son José Alfredo Jiménez y Juan Gabriel, ambos dejando una herencia de cientos de canciones como compositores y éxitos impresionantes como intérpretes de sus propias canciones, así como de otros grandes intérpretes que con esto apuntalaron una sólida posición artística.

Ahora le tocó el turno a José José y si bien tuvo múltiples homenajes a lo largo de su intensa y en ocasiones agobiada vida, con una biografía ampliamente conocida hasta con lujo de detalles sobre su trayectoria artística, en entrevistas de todos los medios disponibles de comunicación, sucesos amargos y dulces en películas en las que se interpretó a sí mismo en varias ocasiones, incluso tomando el riesgo de adentrarse en el perfil psicológico de sus glorias de éxito y de los infiernos provocados por su debilidad ante la fuerza del alcohol y de las drogas, que por algunos períodos de vida consumió de forma singular, con señales peligrosas de un afán autodestructivo, generado frente al concepto incomprensible de una vida que decía ser no merecedora de la admiración del público, a pesar del enorme talento del que hacía gala en sus presentaciones y que le valieron ser aclamado como El Príncipe de la Canción.

El resultado final fue resultando trágico con la pérdida paulatina de su impresionante capacidad interpretativa, una voz que fue perdiendo fuerza por la debilidad del sistema respiratorio, problemas provocados por el abuso de alcohol incrementado por el consumo de cocaína y por la intensa administración de cortisona como desinflamante y sus efectos negativos colaterales, ocasionados por el uso a largo plazo de esta hormona esteroide. A la par, no sólo la incapacidad de enfrentar con decisión los graves problemas que advertía en la mala administración de los inmensos recursos generados por la venta de discos, conciertos y películas, sino también la tendencia evasiva al grado de que, en lugar de reclamar los patentes desfalcos, se abandonaba y se refugiaba infaustamente en el vicio del alcohol. Tales fueron las causas del deterioro de su salud y de su quiebra financiera.

Por desgracia José José llegó a ser burla de cierto sector de público, que en los últimos años lo trató con sarcasmo como alcohólico y por los esfuerzos inútiles que realizaba por recuperar la voz, puesto que en sus presentaciones era evidente que sólo le quedaba la voluntad de tratar de cumplir, pero la voz no le respondía ya ni siquiera para comunicarse con fluidez. Todo esto ante la aflicción de los auténticos admiradores, que recordaban vivamente la gloria tan bien merecida que logró, gracias a su entrega como un artista que nunca escatimó el uso generoso de sus facultades.

En 1970 comenzó a escucharse La Nave del Olvido, del compositor argentino Dino Ramos y la impresión general fue impactante ¿Quién era ese cantante que alargaba las notas de una estrofa y que casi sin respirar iniciaba la siguiente, con una combinación equilibrada de potencia y tersura, con una dicción nítida, que le daba una nueva dimensión a la canción romántica? Espera un poco, un poquito más para llevarte mi felicidad. Espera un poco, un poquito más, me moriría si te vas… Era un joven de escasos 21 años que lograba florituras con sus cuerdas vocales, sin alardes, sin gestos dramáticos excesivos. Luego escuchamos Nadie, Simplemente nadie, Ella es Así, Del Altar a la Tumba, canciones de su segundo elepé publicado por RCA Victor en 1970, así como Cuidado y Pero te Extraño, de su primer álbum grabado en 1969. Ciertamente se percibía el nacimiento de una estrella.

El éxtasis vino en el llamado II Festival de la Canción Latina, en el que José José participó cantando El Triste, composición de Roberto Cantoral, con la que, a pesar de no haber ganado, cautivó a la audiencia y se convirtió en el cantante más importante del momento, avalado incluso por la opinión de los cantantes más famosos de esa época, que reconocían en José José un artista de proporciones trascendentales. La fama le acarreó contratos como figura de películas musicales, que le fueron abriendo un camino sólido en el ambiente artístico. Sin embargo, lo que significaría la satisfacción por los logros de un trabajo profesional y honesto, se convirtieron en las primeras caídas en el alcoholismo y uso de drogas, con un manejo errático de la fama y un matrimonio tóxico, que le hicieron dar los primeros tumbos y tocar fondo.

Después de un período de olvido, una tarde que veía la televisión se presentó José José para mi sorpresa y escuché nuevamente la magia de su magnífica voz cantando Gavilán o Paloma, estaba de vuelta con más fuerza que nunca y los éxitos se fueron hilvanando de forma impresionante. Era el Reencuentro, como tituló al álbum de 1977, con el que regresaba para beneplácito de su público y que incluyó canciones que de inmediato se convirtieron en éxitos absolutos, destacando la canción de Manuel Alejandro Amar y Querer.

Los triunfos no paraban con la producción de los álbumes Volcán, Lo Pasado Pasado, Si me Dejas Ahora, Amor Amor, Romántico, Mi Vida, Secretos, Reflexiones, Promesas, Siempre Contigo, Soy Así, ¿Qué es el Amor?, En las Buenas y en las Malas, 40 y 20, abarcando el período de 1977 a 1992, cosechando primeros lugares de ventas y una serie de canciones que se fueron consolidando como la banda sonora de la vida de toda una generación que respiraba la atmósfera del romanticismo de José José en las transmisiones de radio, conciertos, presentaciones constantes en televisión, presentaciones triunfales en los mejores foros de todo el mundo, éxito tras éxito. Si se entraba a cualquiera de aquellos pequeños bares de la ciudad de México y de las ciudades importantes del país, en los que se escuchaba música en vivo, sin duda siempre se encontraban vocalistas tratando de imitar el estilo de José José.

Tras su divorcio de Anel, su segunda mujer, no pudo evitar una nueva recaída en el alcohol, con una crisis extrema de la que ya no se pudo recuperar por completo. Se dice (parcialmente) que para convertirse en ídolo hay que morir oportunamente. José José no murió joven, si bien puede ser que incluso lo haya buscado, pero creo que en su corazón sabía que algo dentro de él había muerto al no poder recuperar la voz y brindarla por completo a su público fiel. Es bueno pensar que en todas sus adversidades José José haya tenido finalmente la ocasión de reflexionar sobre el verdadero valor de la vida y que la muerte lo haya encontrado lleno de paz en su corazón.

¡Gracias José José!