Histomagia

El escondite

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Ser niños es una de las etapas más bonitas de la vida, sobre todo si para jugar cuentas con amigos de todo tipo, desde reales e imaginarios, y a veces hasta fantasmas…

Guanajuato es un lugar con mucha algarabía porque conviven turistas y personas de todas las partes de mundo; siempre hay barullo en la ciudad, las pláticas en los parques y plazas, los cantos de las estudiantinas y las risas de los niños resuenan en toda la ciudad que es una cañada con sus ecos la vuelve alegre y festiva, desde el Paseo de la Presa hasta el panteón Santa Paula. Sin embargo, las posibilidades de que esa alegría sea emitida solo por personas vivas, es muy remota, pues aquí es una ciudad donde los espíritus y fantasmas viven, ven y pasean con todos y cada uno de los que nos visitan, para ejemplo el relato de la señora Silvia.

Como ya lo dije en otra Histomagia, la señora Silvia es una excelente cocinera al igual que su hermana Doña Yolanda, quienes en verdad hacen uso de su magia culinaria, pues tienen el don del buen sazón, y la bondad en su corazón. Pues bien, hace mucho tiempo, cuando eran niñas, convivían con los hijos de las otras cocineras de Gavira, el lugar a un lado del Mercado Hidalgo, donde propios y extraños se alimentan para proseguir la fiesta en esta mágica ciudad.

Me cuenta doña Silvia que en esa época, en la parte trasera de Gavira, subiendo hasta el tercer piso, hubo un desafortunado accidente, donde a un niño, queriendo ayudar a su amiguito que estaba en silla de ruedas, se le ocurrió levantarlo en vilo en un balcón cercano a la varanda para que pudiera ver hacia abajo, ese buen samaritano no midió sus fuerzas y sin quererlo así, lo levantó un poco más arriba del barandal y, al ganarle el peso, el niño lisiado cayó al abismo matándose de inmediato por esa estrepitosa caída. En ese entonces, el hecho solo se vio como una tragedia, los padres del niño le dieron cristiana sepultura y la vida siguió como siempre entre guisos, cocinas, magia, buen sazón…

Doña Silvia me dice que una de las características de Gavira es que hay escaleras que tienen entre cada vuelta un espacio donde guardan cosas ahora, pero en ese tiempo estaba ese espacio solo, así que cuando jugaban corría y subían las escaleras entre risas de niñas y niños, siempre en los momentos que se escapaban de la mirada de sus papás. Siempre jugaban y corrían, pero lo curioso es que todas esas veces escuchaban una risa más alegre que las demás, unos pasos incansables e inalcanzables. Pues bien, ella me dice que una de las cosas que se le hacía extraña era que cuando ya sus padres los andaban buscando subían, y ellos corrían a donde se escuchaba la risa y los pasos aprisa de ese niño feliz que los guiaba debajo de las escaleras para esconderse de los adultos, lo increíble de la situación -me cuenta doña Silvia-, es que ellos corrían directo a ese lugar pese a que era evidente que los iban a encontrar de inmediato, pues no había ningún objeto tras del cual pudieran esconderse. Esa primera vez cuando vieron que sus padres se acercaban, se pusieron tristes porque pensaron que ellos ya los habían visto, pero cuál  fue su sorpresa, sucedió lo increíble: nadie los veía, nadie se daba cuenta de que ellos estaban escondidos encaramados entre ellos, reían fuertemente, veían cómo sus padres se asomaban a donde ellos estaban y no los veían ni oían, las risas eran sonoras, pero sobresalía una: la de ese niño feliz que le encantaba correr subiendo y bajando las escaleras, era sin duda, me dice ella, el fantasma del niño muerto que de manera mágica los ayudaba a esconderse en agradecimiento de ya poder correr y reír libre de esa silla de ruedas que lo recluía y lo dejaba solo.

Doña Silvia recuerda que ese lugar, se volvió el favorito de los niños, me dice que igual era otra dimensión segura que les proveía el fantasma del niño, era como cubrirse con una capa de invisibilidad, yo le digo que sí, que esta vez sí creo que era un niño quien los ayudaba, aunque los que saben dice que cuando se aparece un fantasma de niño es de un demonio que toma esa forma, ¿tú que opinas? ¿quieres oír reír a ese niño ahí en Gavira? Ven, lee y anda Guanajuato.