Ecos de Mi Onda

El Guanajuato del mañana

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Una ciudad que no destine sus jardines y plazas a la instalación de mesas de restaurantes y cantinas, una ciudad centrada realmente en el bienestar de los pobladores, que mire por su desarrollo físico, intelectual y espiritual…

No siempre podremos construir el futuro para nuestros jóvenes, pero podemos construir jóvenes para el futuro.

Franklin D. Roosevelt, presidente de los EEUU (1933-1945)

Cuando se dice que el futuro comienza hoy, muchas veces se puede tomar sólo como una frase motivadora, encaminada a tratar de impulsar en el escucha un estado de ánimo optimista, a fin de tomar impulso y disponer de las energías necesarias para enfrentar una acción próxima inminente. Sin embargo, pocas veces se reflexiona sobre el fondo que esta frase puede significar en el contexto de la secuencia de los tiempos, en la que el futuro es, aunque pase desapercibido para nosotros, el paso avanzado hacia un rumbo en las coordenadas del mapa de la vida, ya sea con la certeza de que lo demos conscientes siguiendo las indicaciones de la brújula, o con el riesgo de tropezar ante un obstáculo que por un descuido no advertimos.

En esta situación, somos también muchas veces capaces de filosofar sobre las diversas suposiciones seductoras, derivadas de las lecturas de los diarios, las conversaciones de café con los amigos, las discusiones familiares, las noticias y opiniones de los medios de comunicación y ahora, fundamentalmente, de los mensajes cortos, convergentes o divergentes, compartidos en forma por demás abundante en las redes sociales, pero difícilmente tratando de armar un juicio de valor, una opinión personal razonable, que estemos dispuestos a confrontar, de forma igualmente razonable, frente a otras opiniones que nos señalen contrapeso. Pero si ajustar un juicio de valor es complicado, hoy es aún más embrollado tratar de confrontarlo en el maremágnum cibernético de los millones de criterios y sentires que, como mensajes en botellitas a la deriva en altamar, buscan ser considerados con la importancia subjetiva que se les concede. Esto es como si el propósito real de la interconexión electrónica fuera la de normalizar un estado de confusión y estancarse en las aguas malolientes de las confusas realidades.

Lo más ilógico es que al parecer, las autoridades de todos los niveles, lejos de tratar de encauzar procedimientos de orden, parecen alentar la participación incoherente y prácticamente anárquica, para tratar los problemas que surgen en el seno de la sociedad, dejando de lado la necesidad de organizar debates serios, con la participación de expertos especializados en las temáticas sobre las cuestiones de importancia para el desarrollo regional y nacional. Les parece mejor, o contratar amigos supuestamente leales, muy alejados del perfil deseado para el cumplimiento de las responsabilidades inherentes a un funcionario público de determinado campo de acción, o incluso, depositar una decisión técnica de relevancia nacional, en los asistentes a un mitin político, induciéndoles a que levanten la mano y sobándoles la espalda y el cerebro, llamándoles pueblo sabio, para lavarse las manos de una responsabilidad que le compete plenamente a esa autoridad.

Con respecto al gobierno de una ciudad, es fundamental tener en cuenta una visión de futuro, puesto que la gestión de gobierno comprenderá un lapso determinado, en el cual se presentarán cambios que pueden ser trascendentales para la vida de los ciudadanos, y para los cuales se deberá estar preparado con los planes convenientes para prever los efectos y consecuencias generales y particulares.

En el estado de Guanajuato fue muy interesante la visión aplicada durante la década de los años cincuenta, para promover la transformación que tuvo lugar y se concretó durante la mitad de la década de los sesenta, y que impulsó el desarrollo urbano de las ciudades guanajuatenses, con cambios sustanciales perfilados particularmente por los gobernadores José Aguilar y Maya (1949-1955) y Juan José Torres Landa (1961-1967).

Tuvo que llevarse a cabo un proceso en el que se consideraron las condiciones en ese momento actuales en los esquemas urbanos y se relacionaron con una planificación a largo plazo, para distender las tendencias del crecimiento poblacional y las necesidades de servicios municipales. Se puede expresar, contando sólo con observaciones llanas, que el impacto de los cambios realizados en un buen número de ciudades del estado, se extendió hasta mediados de la década de los ochenta, es decir, por un período de 20 a 25 años.

Sin embargo, los regímenes siguientes, municipales y estatales, se acomodaron plácidamente, dedicándose sólo a la solución de problemas emergentes, no estructurales. En la ciudad de Guanajuato, el impacto de la trasformación urbana, con la construcción de la calle Subterránea, de la carretera panorámica, así como de la restauración de sitios y monumentos importantes y la extensión de áreas verdes en la periferia, contribuyó en gran medida a enmarcar la sobriedad de la arquitectura colonial y la relevancia histórica de Guanajuato, lo que culminó con el nombramiento de la ciudad y minas colindantes como Patrimonio Cultural de la Humanidad, en el año de 1988 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO)              

Lo anterior, aunado a la riqueza cultural de Guanajuato que dio luz al Festival Internacional Cervantino en el año de 1972, constituyeron los factores básicos para que esta ciudad se consolidara como el polo turístico más importante del centro del país, que llamó la atención de muchos empresarios del sector turístico, que lo vieron como un filón dorado para instalar sus negocios hoteleros y restauranteros con grandes perspectivas de éxito, aprovechándose de los valores tangibles e intangibles inherentes a la ciudad, lo que contribuyó en ese momento a dotarla de la infraestructura requerida para atender a los visitantes con servicios de calidad.

Sin embargo, con el tiempo la tendencia se fue desvirtuando rápidamente. La ciudad no estuvo preparada para recibir a la enorme cantidad de visitantes que venían a disfrutar de su riqueza arquitectónica, histórica y cultural, y esto empezó a evidenciarse en la calidad de los servicios prestados, y lo más desafortunado, progresivamente se fue observando un cambio imprevisto en la auténtica vocación turística de Guanajuato, pasando de dar preferencia a las opciones culturales innatas, a la de promover un turismo alterno enfocado al consumo excesivo de alcohol, al ruido y a la diversión trasnochada escandalosa, como sello distintivo, llegando a ser nombrada exteriormente como la cantina más grande del mundo, el lugar en el que todo exceso estaba permitido.

Ante esto, se puede afirmar la falta absoluta de visión sobre el desarrollo integral de la ciudad de Guanajuato por parte de las autoridades, que permanecieron indiferentes ante el crecimiento abrumador que se venía observando desde mediados de los años noventa y que explotó con el surgimiento de grandes asentamientos poblacionales hacia el sur, con la ausencia total de planificación urbanística, al grado de pensar en que primero se construyeron las casas, para luego tratar de dotarlas de calles y de los servicios urbanos requeridos. Una situación muy lamentable, pero por desgracia cierta.

El problema permanece y se agrava, lo que por fuerza requiere de un planteamiento integral de soluciones, con una visión cierta de futuro, ¿qué podemos esperar que ocurra en Guanajuato ante las tendencias actuales de crecimiento?, ¿qué clase de ciudad se puede esperar en un plazo de veinte años? Desafortunadamente no se observa una reacción positiva en el sentido de trabajar sobre un proyecto de ciudad a mediano y largo plazo, sino por el contrario, se percibe una actitud gubernamental y social indiferente, complaciente con la inercia que conduce a una crisis potencial, que ante el crecimiento poblacional no reacciona para diagnosticar y prever el abastecimiento de agua, drenaje, energía eléctrica, redes de interconexión; para ubicar con sentido ecológico las zonas de crecimiento urbano; para modificar sustancialmente las tendencias de oferta turística que actualmente se regodea en la proliferación de bares y cantinas, perjudicando ya de forma notable al centro histórico de Guanajuato, al grado, incluso, de poner en riesgo la designación de Patrimonio Cultural de la Humanidad, por una visión miope que desdeña la vocación turística basada en la riqueza cultural de la ciudad, que tanto prestigio le dio al Guanajuato mágico.

Muchos empresarios han llegado a expresar la idea ridícula y presuntuosa de que los moradores del centro de la ciudad que no estén a gusto con el ruido y el escándalo que prevalece gracias a sus negocios, se vayan a otra parte. Idea necia e ignorante, fuera del marco de los derechos humanos y de las correcciones que se han hecho ya en ciudades de Europa, e incluso hoy ya iniciadas en la CDMX, en el sentido de retraer a los vecinos, que fueron directa o indirectamente desplazados de los centros históricos, debido precisamente al grave deterior urbano que se produce por el asentamiento extensivo de negocios dedicados a la diversión ruidosa y escandalosa trasnochada, que rápidamente se emparenta con el narcomenudeo y la delincuencia violenta.

¿Qué se debe hacer?, ¿quién lo debe hacer? La ciudad del mañana tiene que provenir de una visión no arraigada en el pasado, pero que debe nutrirse de las experiencias precedentes comprobadamente exitosas, para darle forma a la toma de las decisiones políticas acertadas, que den real preferencia al desarrollo humano de los habitantes de Guanajuato. Una ciudad que no destine sus jardines y plazas a la instalación de mesas de restaurantes y cantinas, una ciudad centrada realmente en el bienestar de los pobladores, que mire por su desarrollo físico, intelectual y espiritual. Una ciudad preparada para abrirle gustosamente los brazos a los visitantes, que vienen a disfrutar de la riqueza cultural e histórica que indudablemente le caracteriza.