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Las dos Fátimas

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–¿Para dónde? –preguntó don Jesús, cansado de la jornada, esa tarde que llegó de trabajar.

–No sé. Vete a la vereda. Ya le dije al Padre y están tocando las campanadas.

La invadía de a poquito esa sensación de vacío en el estómago, ese calambre en el cuello, cuando no encuentras lo valioso.

Doña Lorena caminó más rápido que de costumbre. Vio a Sandy a lo lejos. Respiró profundo y trató de hablar sin el nudo que se iba haciendo en la garganta: –«¿Qué te dijeron?».

Dicen Luis y Misael que no la vieron. Pero clarito escuché cuando le chiflaron, Doña Lore. Venía caminando con mi mamá y los vi, iba pasando ese poste –señaló Sandy, con su dedo coloreado, infantil.

Allí, en esa comunidad de una sola calle, de casas a jarro y teja a menos de diez kilómetros de Valle de Bravo, entre pinos y oyameles, la gente salió de sus casas al oír los gritos de Doña Lorena: ¡Fátima!

–No manches, Beto –le decía Gladys, a veces en broma, a veces en serio–. ¿Cómo que quieres una novia?

–Sabes que quiero amar a alguien así como tú. Pero tú te me haces vieja, y, pues yo quiero una para toda la vida. Chiquita como los chamacos…

Gladys ve, desde el rabillo del ojo, a sus pequeños hijos que juegan frente al comedor. Al día siguiente, sabiendo que una niña de la escuela se quedaba solita cuando salían temprano, iría a saludarla como se le había hecho costumbre.

–Me mandó tu mami por ti.

La pequeña de 7 años le sonrió, y su luz se vio en sus ojos.

–Dame tus cosas, ándale, y la manita, Fátima.

Dos casos, dos Fátimas. No puedo dejar de sentir horror al generar una crónica.

La primera, hace cinco años, un jueves 05 de febrero de 2015. La Fiscalía del Estado de México plasmó en su expediente que se trataba de un homicidio, no de un feminicidio, porque la jueza “no estaba segura” si la niña, al momento de ser violada, torturada y asesinada, «ya había tenido su periodo».

La última, hace 15 días.

La Fiscalía de la Ciudad de México ofreció una recompensa de dos millones de pesos por localizar a la mujer de un video. Buscaban un auto blanco.

Pude aportar algo: un polígono que marcaba hacia dónde se dirigía la mujer. Un perfil. Una serie de jpegs obtenidos de un mp4 publicado por El Universal. La ayuda de un tuitero que mejoró la foto. Un grupo de venta de suéteres en Facebook que me dijo qué tipo usaba la mujer.

Reviso una liga que encuentro, siguiendo la solicitud de una usuaria de mi página para investigar de los dos casos y presentarle criterios de prevención. Veo el mapa interactivo de los feminicidios en México de María Salguero: https://feminicidios.mx. Me quedo pasmado. Dos casos, de miles.

Los delincuentes sexuales de menores, son personas que tienen dificultades para las relaciones interpersonales: buscan la aceptación pero sienten un intenso miedo al rechazo por parte de sus iguales (personas de su misma edad, no importando el género), para evitar el menosprecio y la humillación de las que son víctimas. Esa sensación alimenta el odio, que se puede traducir en conductas violentas no verbales, esporádicas, de inicio.

Es difícil que asuman roles maduros e independientes, inhibiendo sus responsabilidades adultas. Pueden mostrarse extremadamente amables, tratando de presentar conductas sociales ejemplares, completamente opuestas a sus deseos prohibidos.

Tienen poca o nula capacidad para ser empáticos, y también para conseguir intimidad.

Aléjate y denuncia la violencia de género. Por Fátima, por todas y todos.

En Twitter, Hashtag: #FátimaVive


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Estudio de « Parafilias y violación », de José Cáceres

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