Ecos de Mi Onda

Tres ventanas y una puerta

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Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad… lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino.
Carl Jung (1875-1961), médico psiquiatra suizo.

Estoy en el centro de mi propia atención,
no puede ser de otra manera si me encuentro solo,
en medio de cuatro paredes
con tres ventanas y una puerta.
Las dimensiones del cuarto son variables,
se pueden restringir hasta mi propia esencia,
se pueden ensanchar a través del universo,
dependiendo de la temporada de ilusiones,
en función de los tiempos de esperanza,
en la medida de designios fortuitos.
Azares entrelazados a ciertas voluntades,
intenciones que no siempre reparan en las veleidades.
En fin…
lo que dicen que se llama destino.

No se camina solo por la vida
pero sí se tienen momentos de soledad,
una soledad que a veces acaricia
con el aroma y la fragancia de jazmines
o el canto armonioso del gorrión en el encino,
con la textura de los pétalos de una flor,
la que te guste más,
la que tú prefieras,
la de respuesta afirmativa a tus quereres
cuando la deshojaste en medio de tu propia soledad,
soledad más soledad que nos unía.
No es por evadir las realidades,
pero es bueno fugarse alguna vez a las estrellas,
dos soledades en una buscando libertad

Otras veces me he sentido solo en el sendero
con una soledad,
no sé si sea válido el concepto,
una soledad… con nadie compartida
en la que hasta los recuerdos hieren el presente.
Como un niño abro los brazos al consuelo,
pero frente al espejo veo dos lágrimas ridículas
resbalando de mis ojos gastados
por las mejillas surcadas por el tiempo
hasta la comisura de los labios.
La tristeza tiene sabor a sal
en esta soledad
sin comensales para compartirla,
aunque no camine solo por la vida.

La puerta algunas veces queda al norte,
cuando busca salida el raciocinio
hacia el campo de la explicación de incertidumbres,
que afectaron certezas en las que navegaba estable
aunque sin un rumbo muy fijo,
buscando la reparación de creencias fracturadas,
tratando de recuperar los sueños incompletos
arrancados en la noche de improviso
por los latidos sin ritmo de las realidades.
No resulta tan duro si se repara en las estrellas
cuajadas en la oscuridad del cielo ausente de la luna,
que hace posible que un sueño recomience,
porque cuando la luna brilla las sombras desvanecen
y se da uno perfecta cuenta de los despertares.

La puerta apunta al sur en otras ocasiones,
cuando el corazón se hincha de expectativas
como un vientre preñado en desarrollo,
con la espera ansiosa del momento del parto.
No es correcto que dejemos morir las ilusiones
que nos van acompañando desde niños,
Ese beso infantil discreto en la mejilla,
los sudores manifiestos de la primera cita,
el gozo del primer salario en el bolsillo
y tantas cosas más en las que se envuelve la esperanza,
como un paquete de sorpresas al final del arco iris,
que dibuja su perfil en el horizonte de la vida
tras las montañas que hay que trepar
para algún día poder acariciar los sueños.

¡Ah! la puerta está a veces cerrada,
exageración literal de mil candados
estampados también en la tela del vestido
que cubre nuestras almas de egoísmo.
Sólo observando con interés sincero
la realidad en el fondo de tus ojos,
es que se advierte la atención que clamas,
escondiendo a veces tras una fiera máscara
las verdaderas intenciones
delante de las huellas que trazan el camino.
El fin no justifica los medios,
me gustaría que platicáramos,
en realidad, sin una agenda previa,
para expresar nuestros sentires espontáneos.

Pero puedo observar el mundo a través de las ventanas,
manifestaciones ingenuas de los pacifistas,
desfiles desafiantes de los militares,
colores de los sistemas económicos y sociales.
Los ojos luminosos infantiles ajenos a las ambiciones,
pobres que de tan pobres son tema de canciones,
objetivos recurrentes en los programas políticos,
vagabundos navegando en los espacios del abandono,
autómatas frente a los universos cibernéticos,
gemidos incomprensibles de caricias virtuales,
pobreza del espíritu jamás antes concebida.
¿Será que me vuelvo cada vez más viejo
y añoro los boleros de las serenatas nocturnas
con el brillo de la luna… de la luna… la luna verdadera?