Ecos de Mi Onda

La Mirada Perdida

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Los ojos son el punto donde se mezclan alma y cuerpo.

Friedrich Hebbel (1813-1863) Dramaturgo y poeta alemán

Repentinamente se percató que había perdido la mirada. Trató de aclarar la mente y recordar dónde y cuándo se le había extraviado. No era un asunto menor, pensaba, mientras mantenía los codos sobre el escritorio y se frotaba la cara con las manos, con fuerza, con desesperación, de esa que se siente precisamente cuando necesitas algo con cierta urgencia, algo que aseguras tener normalmente al alcance y luego volverte loco porque en realidad no lo encuentras, algo así como cuando te pasa eso con las llaves del coche, o las gafas de sol, o un bolígrafo, o algo por el estilo, pero esta vez multiplicado por varias veces.

Trató de serenarse y tomar las cosas con calma. Sí, necesitaba recuperar la mirada perdida, se decía, al tiempo que veía por la ventana de la oficina el ir y venir de los autos por la gran avenida, atascadas las aceras de transeúntes a esa hora de gran afluencia en todos los comercios de la zona. Pero la vista no le transmitía ninguna reflexión, sólo se trataba de una secuencia permanente de imágenes en movimiento, con los colores de los cuerpos reflejando la energía radiante de toda la variedad de longitudes de onda del espectro visible, la percepción por los ojos mediante la acción de la luz.

Cerrando los ojos vio la imagen, es decir, se le vino a la mente, en la que un haz de luz blanca pasa a través de un prisma y se desdobla en la gama de colores. Esto le recordó de inmediato al arco iris en el cielo despejado después de la lluvia, y luego a Isaac Newton con su teoría de la luz en las clases de física, pero también la famosa portada del disco El lado oscuro de la luna de Pink Floyd.

¿Qué le urgía mirar? Claro que había un propósito de por medio, las cosas en casa y en el mundo no iban nada bien y, por tanto, deseaba enterarse y comprender lo que pasaba. Ya tenía buen tiempo distraído en sus propios asuntos, los que sacaba a flote, con tan sólo el impulso inercial, manteniéndose en los caminos de la vida en un estado, digamos, de cierta fluidez, mediante lo cual podía, lo confirmaba en su propia persona y en la de sus seres cercanos, contar sin premuras con las provisiones de sustento cotidiano, así como de los recursos para sostener sin alteraciones significativas su estilo de vida, incluyendo aquellos pequeños detalles, así los llamaba, que le proporcionaban momentos realmente placenteros, algunos lícitos, otros un tanto velados, nada fuera de lo común, sí ciertamente, como invitar a tomar una copa a una amiguita de su círculo de trabajo, luego a bailar, luego a lo que pudiera pues seguir, pero con discreción, para nunca llegar a perjudicar esa imagen de vida familiar de la que con la conciencia tranquila, decía sentirse satisfecho.

Algunas veces se le presentaba la oportunidad de concretar un negocio productivo, sin que importara realmente que hubiera trampillas por aquí, o por allá, con la complicidad de un amigo, de un compadre, o de cualquier persona dispuesta a correr determinados riesgos con el fin de obtener ganancias adicionales, que bien podían ser jugosas. Pero también en eso se justificaba, explicándose que no hacía nada fuera de lo normal, en este sistema económico que requería de estos enjuagues, todo mundo lo sabía, que eran necesarios para lubricar la circulación de capital, y por lo tanto, para aspirar a tener un buen auto, una casa decente para la familia, viajar por el país e incluso tener la posibilidad de salir al extranjero, tal vez un departamentito para las eventuales juergas de fines de semana, nunca los domingos, pues esos días estaban destinados a evidenciar una limpia vida familiar, entre tantas otras necesidades que un hombre de su posición debía aspirar a satisfacer, incluso con holgura.

¿Dónde quedaría la mirada? Forzando la mente recuerda la posibilidad de varios sitios, con sus eventos particulares en distintas fechas, pero de entre todos comienza a resaltar uno de ellos. Aparecen los amigos de la colonia organizando una excursión para acampar una noche en el bosque, la disposición espontánea de todos con el entusiasmo juvenil retratado en los rostros, ocho amigos viajando por la vieja carreta libre en la destartalada Combi Volkswagen 1990 de Alejandro, saliendo muy temprano para ubicar el lugar justo y conveniente, decía Manolo con la autoridad que le daba haber sido scout por un año, acondicionar el terreno e instalar oportunamente las casas de campaña, encender las fogatas, preparar el café y despacharnos la comida de latas. La tarde perezosa, el aroma fresco del campo y el ocaso con los chistes de Julio y las risas estruendosas de Martha, la noche y las historias de miedo, luego el sueño, el despertar frío y magullado por la falta de costumbre de dormir en el suelo, aun cuando fuera amortiguado por el sleeping, sueño alterado de continuo por los ronquidos tan incómodos de Manolo, pero finalmente todos los fastidios compensados gratamente por el cafecito caliente de la mañana, el almuerzo con los huevos, que llegaron sin romperse de puro milagro, y los frijoles de lata. Nada opacaba la intensidad de esos momentos que le afloraban en el cerebro.

Después subieron divertidos a la colina arbolada donde jugaron y platicaron largamente sobre muchas cosas locas y serias, los grupos musicales de moda, los equipos favoritos de futbol, las películas recientes y los artistas protagónicos, y también ya muy serios sobre los planes del futuro, un futuro que se vislumbraba lejano, considerando el lento correr del tiempo disipado de la juventud.

Los dos bajaron tomados de la mano sintiendo literalmente el ritmo del latido de los corazones, descendiendo lentamente de la colina, pisando la hojarasca que crujía a su paso, con la luz vespertina que se filtraba entre la espesura de los pinos. Ella y él miraban la explanada, las oleadas de tenue carmesí del pasto mecido por el viento, el cielo en el principio del ocaso con el colorido telón tapizado de franjas multiformes violeta, bermellón, dorado, azul zafiro, azul cobalto. Las imágenes impactaban la retina de los jóvenes y se alojaban en los corazones, colmando los sentimientos de profundas emociones que afloraban en la piel. Era la mirada del momento, extasiada en la elaboración amorosa de filamentos espirituales entretejidos, que en su autenticidad sólo podían ser bondadosos, una generosa incondicionalidad.

La mirada prosiguió por un buen tiempo con la relación amorosa de pareja, el erotismo desprendido de la entrega mutua, el agua corriendo por los ríos, cayendo estrepitosa en las cascadas, alcanzando el remanso en los embalses y acercándose al azul milenario de los mares. El regio sol apareciendo por las colinas y fugándose por las noches para cederle cortésmente su lugar a la espléndida luna. Cultivo de anhelos y suspiros compartidos, conscientes latidos, argamasa de impresiones, miradas en lo profundo de los ojos en los que se reflejaban mutuamente las realidades concretas y las fantasías de una vida vibrante y libremente entrelazada.

Puede ser que tras esos momentos se haya perdido la mirada, puede ser, pues luego por alguna razón no adecuadamente considerada, se fue asomando la inercia de la rutina y como si el corazón se hubiera anestesiado, al parecer aquellos amorosos filamentos se fueron gradualmente cercenando. La mirada cedió el paso a la vista de ensoñaciones particulares, a los defectos que antes habían pasado inadvertidos, a la indiferencia y tedio del trato cotidiano, a la preferencia de la compañía de otras personas. La empezó a ver alejada en un distanciamiento inesperadamente consensuado, a pesar de tener que verse cerca día a día.

Entonces reflexionó sobre las condiciones que dieron paso a ese estado lamentable, que lo fue llevando de la indiferencia y el tedio, hasta una peligrosa ira reprimida, un manto oscuro de egoísmo que le nubló por entero la mirada, una cuestión inadvertida en el que la vista descuidada se encargó de disfrazar los acontecimientos.

La tierra del cultivo no se removió para que entrara el aire requerido y surgieran los nuevos brotes y los nuevos frutos. Entonces ¿qué le urgía mirar? pues era claro que ahora sentía la urgencia de una respuesta y se repetía que las cosas en el mundo no iban nada bien y que, por tanto, necesitaba enterarse y comprender lo que pasaba, fijando la mirada, viendo las escenas circundantes aplicando la voluntad y una esmerada atención conscientemente premeditada.

Finalmente se decidió a acudir a los medios informativos y pagó para que incluyeran el siguiente mensaje: ¡Alerta! Se busca una mirada extraviada, fue vista por última vez en los espacios incomprendidos de la ilusión; edad: siempre joven, siempre curiosa; señas particulares: un poco de miopía que no requiere gafas; va vestida con los colores de la esperanza y nunca pierde la capacidad de asombro. Se recompensará a quien brinde información sobre su paradero.