Distrito Capital

El activo más valioso

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Los informes de países de primer mundo en materia de indicadores económicos, clarifican que las economías alrededor del mundo se encuentran en la caída libre más pronunciada de la historia.

En esta misma columna, hace un par de semanas -que hoy parecen meses-, no pude resistir el impulso de buscar analogías históricas a lo que hoy vivimos: desde la gripe española en lo sanitario, hasta lo compartido por el Presidente López como el New Deal, de Roosevelt, en lo económico.

Sin embargo, en la medida que va avanzando el tiempo, se destaca aún más el shock que estamos viviendo. Muestra de lo anterior es la reciente reunión de la OPEP +, donde México abonó al enrarecimiento de los precios del petróleo poniéndose en un innecesario riesgo al impedir la toma certera de decisiones, iniciadas con la guerra comercial entre Rusia y los países árabes.

El que el Presidente Trump decida por México, habla del interés que tiene para obtener nuevos ingresos a través de escenarios inciertos, sabedor de que la economía de Estados Unidos se reducirá en un cuarto, al mismo nivel que en los tiempos de la Gran Depresión pero a una velocidad aún mayor: aquella, en 1929, se extendió por cuatro años hasta llegar a su máximo, y en ésta, por el coronavirus, su implosión será en los próximos tres meses. Decisiones necesarias para fortalecerse frente a unas, aún más inciertas, elecciones intermedias.

Para nuestro país, del 13 de marzo al 6 de abril se perdieron un total de 346 mil 878 empleos, borrando el avance que se tuvo en la materia durante el año 2019. En Estados Unidos, el desempleo en cinco semanas aumentó alrededor del 13 por ciento, siendo la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial.

Mientras que la crisis de 2009 comenzó, como los ciclos regulares, con los sectores más volátiles de la economía es decir, bienes raíces y construcción, y que nos permitió un shock amortiguado, el paro económico por el coronavirus está afectando directamente a los servicios, donde el 80 por ciento de las personas trabajan hoy. Así, el resultado es inmediato. En muchos casos, las tiendas que cerraron a principios de marzo no volverán a abrir, y los trabajos se perderán permanentemente.

Por otra parte, el motor de la economía que reporta el mayor ingreso per cápita en cuanto a responsabilidad y sueldos, que es Petróleos Mexicanos, también sufre un descalabro por una serie de decisiones con una falta de visión imperdonable: no obstante que el pasado jueves el valor de la mezcla del petróleo subió cerca del 7%, luego de la siguiente reunión donde Trump presenta la estrategia de rescate al disminuir en su propio país el bono de producción que le tocaría a México, el precio de la mezcla se fue nuevamente hacia abajo, al perder la confianza por parte de los demás países miembros de la OPEP + -y de los empresarios petroleros del vecino del norte- de que realmente habría una disminución de la oferta en el mediano plazo. No debemos perder de vista que, por ejemplo, el consumo de gasolina en Europa ha disminuido en un 88 por ciento.

Las consecuencias económicas de lo que viene desafían cualquier cálculo. Lo que sí es completamente previsible es que si las economías de primer mundo sufren un colapso, las economías de mercado emergentes, como la nuestra, se contraerán irremediablemente. Cuanto más tiempo mantengamos el paro de actividades, más profundas serán las cicatrices en la economía y más lenta será la recuperación. Y la única manera de que podamos recuperarnos rápidamente, es apostar por detener totalmente nuestras labores. Sabemos que el tiempo hoy, más que nunca, es nuestro activo más valioso.