Resêt

La culpa

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Como un reconocimiento a nuestro colaborador y amigo, Pablo Aguilera Villaseñor, cuyo deceso aún nos conmueve, volveremos a publicar en los días que siguen las nueve colaboraciones que escribió entre 2014 y 2015. Bajo el título genérico de Resêt, en su columna dio un repaso a cuestiones atemporales, sin embargo de interés y necesidad para una época de cambios que él percibía tan inevitables como bienvenidos, cuestiones en mucho acordes a las exigencias de la actual circunstancia. Volvemos a entrar en contacto, así, con el flanco humanista que fue tan característico de Pablo, de quien retenemos la alegría ante lo que ofrece la vida.

Publicado el 09 de febrero de 2015.

Guilt, en inglés, schuld en alemán, culpabilité, en francés, colpa en italiano, إثمen árabe, skyld en danés, ενοχήen griego, אשמהen hebreo, винаen ruso, skuld en sueco, icala en zulu, etc., la culpa es “eso” tan intangible, tan insostenible, tan devastador, pero absolutamente mental y en nuestra especie humana crece hasta abarcar nuestro concepto de totalidad. Podría incluso crecer más que la fe y que el amor, y puede marcar y dirigir nuestra vida, esto es… ¡impresionante! La culpa está ligada con el miedo, la culpa necesita de un castigo y la posibilidad de ser castigado invariablemente conduce a tener miedo.

La inteligencia es mucho más flexible que la máscara de material que la oculta. La inteligencia puede expresarse por igual como pensamiento o como molécula. Una emoción básica como el miedo se puede describir como sensación abstracta o como tangible molécula de la hormona adrenalina. Sin la sensación no hay hormona; sin la hormona no hay sensación. De la misma forma, no hay dolor sin las señales nerviosas que transmiten el dolor; no hay alivio para el dolor sin las endorfinas que se ajustan a los receptores del dolor para bloquear esas señales. La revolución que llamamos medicina mente-cuerpo se basó en este simple descubrimiento: dondequiera que va un pensamiento, un elemento químico lo acompaña. Este esclarecimiento se ha convertido en una herramienta poderosa que nos permite comprender, por ejemplo, por qué las viudas recientes tienen dos veces más probabilidades de desarrollar un cáncer de mama, o por qué las enfermedades son cuatro veces más probables en los depresivos crónicos. En ambos casos, los estados de aflicción mental se convierten en los bioquímicos que crean la enfermedad.1

 “…dondequiera que va un pensamiento, un elemento químico lo acompaña”, este concepto científico, a mi parecer, descubre mucho de la esencia de lo que somos en la realidad y de lo que somos en la imaginación “no nos hacen sufrir las cosas, sino las ideas que tenemos de las cosas”, como lo expresó Epicteto, esclavo y filósofo griego (55-135 d.C.). Por lo general el perdón, que pudiera ser el otro extremo del miedo, en muy pocas ocasiones vence a la culpa, ésta permanece y permea nuestras actitudes e influye en nuestros pensamientos. La culpa nos encamina irremediablemente hacia la muerte, como es el caso del cáncer, de la diabetes y de otras enfermedades; pero, ¿en dónde nace la culpa y cómo se alimenta?, ¿la culpa existe en otras especies?, ¿es el lado negativo del equilibrio?

El perdón es un concepto poco promovido en nuestra educación; perdonar no es fácil nos dicen a menudo; y parece que es así, pues pedir perdón puede relacionarse con la humillación, así como perdonar se revela como una debilidad.

De bebé y de niño, mis imágenes de las personas eran muy diferentes de cómo son ahora, antes estaban llenas de luz y de colores, las podía oler y saborear, y aun que su sonido pocas veces llevaba armonía, no era desagradable. Todo esto fue disminuyendo lentamente, de forma casi imperceptible mes tras mes y año tras año.

Recuerdo la ocasión en que la culpa fue presentada a mí de manera contundente y dolorosa: me mostraron una imagen de una persona sangrando y clavada en una cruz y me dijeron que ese era el camino y que yo también era culpable de su muerte y de su sufrimiento, que todos sufriríamos de igual manera para lograr la salvación.

Durante muchos días tuve pesadillas que me despertaban por la noche impidiéndome volver a dormir, ¿qué hice yo para que esa persona muriese así…? Aquí nació y se desarrolló de forma impresionante la culpa en mí. Un sentimiento que logró que dejara de sonreír, que logró cambiar mi percepción de todas las cosas, del cielo, del aire, las personas.

La culpa se refleja en las expresiones humanas, en la mirada, en la voz, en el andar e incluso en las ideas. Una persona que se siente culpable no desea el éxito y posiblemente se le dificulta la felicidad puesto que piensa que no la merece, este “merecer” debe ser ganado con “sacrificio” y mucho mejor si este sacrificio emana “sangre” o algo equivalente, “sufrir para merecer” reza el dicho popular.

Es impresionante también como la culpa puede llevarse y crecer dentro de nuestros pensamientos, aún no siendo “nuestra”, es decir, podemos llevar y “sufrir” la culpa de otras personas. A diferencia de la felicidad, que cuando la tienen otras personas nos puede afectar de forma negativa en un concepto que conocemos como “envidia” y no logramos llevar y vivir la felicidad de alguien más, ¿alguien entiende el porqué?

[1] Chopra, Deepak. Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo. La alternativa cuántica al envejecimiento. Título original: Ageness Body, Timeless Mind. Javier Vergara editor, 1993-2006. p. 29.