El Laberinto

Nadie es pequeño

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Dentro de la institución, para él todos éramos importantes y a todos se acercaba a pesar de que la artritis y las cataratas se lo complicaban bastante, comía entre todos y no aceptaba un trato especial, amable con cocina y valiente ante el director.

Compartía lo que sabía y lo que tenía sin estar obligado a ello, como aquella vez que pidió que alguien llamara a mi oficina urgentemente y cuando llegue a su cubículo me esperaba con un rico postre para todos los que estábamos ahí o la otra donde se le confirió el honor de partir nuestro pastel de cumpleaños y me tomó de la mano para hacerlo juntos, sin contar que preparaba con mucho tiempo y esfuerzo sus misas mensuales.

Nos separaban sesenta años, una nacionalidad, el género, su vocación espiritual y mi hedonista persona y sin embargo, éramos amigos porque él siempre supo ver entre todo aquello tan obvio que hacía la diferencia, aquello que si nos unía, el amor por la historia, el compartir el lugar de trabajo, las ganas de ayudar y los relatos de viajeros y misioneros.

¿Por qué hablo de él en este momento? Primero porque no quiero que partida pase desapercibida, quiero que más personas sepan que hay muchas maneras de dejar huella y que una de las más memorables se trata justo de ser el más humilde (por eso es que no menciono su nombre) y segundo venía de un mundo que ya no existe y a pesar de esto, su manera de vivir a partir de la tolerancia, el darle a todos su importancia y el siempre dar lo que podía es lo más vigente en estos días.

Con respecto a su tolerancia, se viene una prueba intensa con el tema de la convivencia, como habitamos la mayoría  espacios pequeños y estamos acostumbrados a vernos tan solo el tiempo que nos sobra después de hacer nuestras actividades  y de transportarnos, vamos a necesitar saber ver en aquellos que nos rodean lo que nos une, para no acabar en pleitos con cuchillos domésticos y para redescubrir o incluso mejorar nuestros vínculos.

 En el caso de la importancia de todos, podemos partir desde nosotros mismos, tener la certeza de que lo que hacemos, ya sea que estemos en casa o afuera manteniendo las cosas a flote. Saber esto y tener la humildad de vernos vulnerables sería la siguiente lección para este tiempo.

En cuanto a dar lo que podamos, va de la mano con la importancia de las acciones de los demás y de las nuestras, pensando en que cada quien tiene un granito que aportar, ya sea ayudando a alguien menos favorecido, apoyando a los amigos en lo moral, entreteniendo al resto y sobretodo cuidándose para cuidarnos a todos, desde donde podamos y como podamos.

Si notan este laberinto distinto, consideren entonces que fue hecho tratando de callar mi voz para que hablen sus acciones, es este mi pequeño homenaje.