Ecos de Mi Onda

A 50 Años del Mundial de Futbol en México

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El fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes.

Arrigo Sacchi (1946) exfutbolista y entrenador de futbol.

En una historia de contrastes, México experimentaba un ambiente de desconfianza popular con respecto a la política nacional, encabezada por el presidente priista Gustavo Díaz Ordaz, que derivó en los agitados acontecimientos de 1968, y que desembocaron lamentablemente en la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco, oscuro evento en el que intervino el ejército, así como un cuerpo paramilitar cuya integración y responsables, aún hoy son un tema controversial en escrutinio. No obstante, tras esos penosos incidentes, pudieron celebrarse los Juegos Olímpicos de 1968 en la ciudad de México, con algunos deportes, en particular el futbol, desarrollados también en sedes alternas. La historia señala que los juegos resultaron realmente exitosos y la capacidad organizadora de México fue bien reconocida a nivel mundial.

La cuerda de la inercia deportiva se mantuvo y esa capacidad de organización volvía a ponerse a prueba, ahora con el campeonato mundial de futbol, que fue bautizado como México 70. Un cuerpo eficaz y disciplinado de directivos, contando con el apoyo gubernamental del todavía presidente Adolfo López Mateos, fue capaz de convencer a la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), de ser considerados como candidatos a sede para el mundial de 1970, tras el mundial que sería celebrado en Inglaterra en 1966, a pesar de las dudas de varios países de que México fuera capaz de realizar los dos eventos más importantes del deporte internacional en el lapso de dos años. Pudo más la diplomacia mexicana y en Tokio se ganó holgadamente la sede por votación frente a Argentina, resultado que se anunció en octubre de 1964. Se tenían 6 años por delante para desarrollar un proceso arduo de preparación, a fin de ajustar todos los requerimientos de servicios e infraestructura, para recibir a los 16 equipos que lograran el pase en las fases eliminatorias celebradas en todo el mundo.

Era el último año de la gestión del presidente Díaz Ordaz, sobre el cual pesaba la losa de la responsabilidad del agravio de Tlatelolco, pero que de cierta forma era aligerada por la prensa y medios de comunicación nacionales, que por entonces guardaban una lealtad, voluntaria o impuesta por las buenas o por las malas, hacia la institución presidencial, en esas épocas en la que el PRI gobernaba sin una oposición realmente significativa a la vista, la Dictadura Perfecta, le llamó en 1990 el escritor peruano Mario Vargas Llosa. Debo reconocer que, en ese entonces, a muchos jóvenes, la política y la cuestión social nos eran muy relevantes, pero ante la cercanía de la fecha del mundial, también muchos jóvenes apasionados al futbol le fueron cerrando el paso a contraponer estos ámbitos en la mesa de las discusiones ¡Se trataba del futbol, el Juego del Hombre, como lo definía con precisión el gran Ángel Fernández! (Hoy, con el paso del tiempo, después de 50 años, sería sumamente interesante conocer la visión de la mujer ante la dicotomía de estos acontecimientos)

Por ese entonces cumplíamos con el ritual cinéfilo, asistiendo a los cines de León para ver películas como Vaquero de Medianoche, la versión de spaghetti western en El Bueno, el Malo y el Feo, o las espléndidas escenas románticas de Un Hombre y una Mujer. El Realismo Mágico se consolidaba, circulando con fuerza la novela de García Márquez Cien Años de Soledad. Estábamos apesadumbrados con las noticias sobre la separación de los Beatles, pero nos conquistaba el ritmo vibrante de los Creedence Clearwater Revival. Aún se mantenía el asombro por la proyección televisiva del alunizaje de los astronautas estadounidenses en el Apolo 11, con la frase conmovedora de Neil Armstrong “Este es un pequeño paso para un hombre, pero un gran paso para la Humanidad”. No cabe duda, eran tiempos grandiosos que se añoran con mucha nostalgia en esta atmósfera de confinamiento, por la pandemia de coronavirus.

Empezaron a llegar los equipos. En Guanajuato sorpresivamente nos enteramos que el equipo de Brasil se alojaría en esta ciudad. Estuve presente viéndolos entrenar en la cancha del Nieto Piña, con un pasto excelente preparado para esa especial ocasión, y me di a la tarea de reunir los autógrafos de los jugadores. Sólo me faltó uno, ni modo, el del rey Pelé, para quien el asedio era tremendo, pero con sencillez, aguantaba los tumultos sobre su persona. En la cancha se advertía claramente que el equipo brasileño venía para embolsarse definitivamente la copa Jules Rimet, ganándola por tercera ocasión.

Pero enfrente tenía equipos poderosos y en la fase eliminatoria le tocaría enfrentar en Guadalajara a las selecciones de Rumania y Checoslovaquia, así como ¡ni más ni menos! al equipo de Inglaterra, campeón del torneo anterior. En León jugarían las selecciones de Alemania Federal, Perú, Bulgaria y Marruecos. El equipo alemán era muy fuerte y se sentía agraviado, pues en 1966 había perdido la final contra Inglaterra, en un partido polémico que se fue a tiempos extras y que fue marcado por el gol fantasma del inglés Geoff Hurts, un remate de cabeza que pegó en el larguero y luego picó en la raya, pero el cuerpo arbitral lo dio por gol. La jugada fue muy cerrada y sólo hasta que se lograron ajustar las escenas con una tecnología más avanzada, se confirmó que, en efecto, el balón nunca rebasó la línea de gol. El equipo mexicano jugaría contra la URSS, Bélgica y El Salvador, en el estadio Azteca. Italia, Uruguay, Suecia e Israel se repartirían entre Puebla y Toluca. 

En un torneo mundialista que por primera vez sería transmitido en directo y a color vía satélite a todo el mundo, el partido inaugural se celebró el 31 de mayo de 1970, en el estadio Azteca de la capital, enfrentándose México contra la URSS, tras una ceremonia previa en la que el presidente Díaz Ordaz apenas pudo pronunciar la declaración de bienvenida y apertura, pues la silbatina hacia su persona resultó realmente ensordecedora. El partido fue soso, con un resultado acorde de 0 a 0. Luego México venció a El Salvador por 4 a 0 y a Bélgica por 1 a 0, pasando por primera vez en la historia de los mundiales, a la etapa siguiente de cuartos de final, en la que se enfrentaría al equipo italiano en Toluca. La URSS clasificó también y su siguiente juego sería contra Uruguay en el estadio Azteca.

En Guadalajara se dieron los juegos más interesantes de esta ronda, con un equipo brasileño inspirado, liderado por Pelé, pero con la participación destacadísima de Gerson, Rivelino, Tostao, Clodoaldo, Jairzinho, cubiertos en la defensa por el portero Félix, Brito, Piazza, Everaldo y el capitán Carlos Alberto, un equipo de ensueño que ganó los tres partidos, incluyendo el triunfo sobre Inglaterra por 1 a 0, en el que se dio una de las atrapadas más sobresalientes en la historia de los mundiales, con el arquero Gordon Banks deteniendo un tremendo remate de cabeza hacia su ángulo inferior derecho, realizado por Pelé.  

Antes de iniciar el torneo, un fin de semana el equipo alemán se dio un paseo por el centro de León, todos con su traje azul muy formal y muy serios. Ya conocíamos a Franz Beckenbauer, Schnellinger y Uwe Seeler, que habían jugado en Inglaterra, pero ahora venían con un equipo reforzado en el que destacaba el goleador Gerd Müller y el portero Sepp Maier, entre otros jóvenes talentosos dispuesto también a ganar el campeonato. Puedo decir que esa tarde en León, integré los autógrafos del equipo completo. Con el tiempo esas firmes ilegibles en hojas sueltas, que guardé tal vez en alguna carpeta, no lo recuerdo, probablemente fueron a dar a la basura tiradas por mi mamá, a quien el futbol le tenía sin cuidado, haciendo la limpieza en mi desordenado cuarto.

Tuve la fortuna de asistir, invitado por mi gran amigo Tincho Ortiz, al juego entre Alemania y Perú en el estadio León, al que en la prensa nacional les daba por llamar en catalán, Nou Camp. El equipo teutón ganó por 3 a 1, con tres goles de Müller, que se perfilaba como el goleador del torneo. En el grupo de León pasaron los equipos de Alemania Federal y Perú. Después de la ronda eliminatoria, los partidos a disputar quedaron de la manera siguiente: URSS contra Uruguay en el estadio Azteca, México contra Italia en Toluca, Brasil contra Perú en el estadio Jalisco y ¡Alemania contra Inglaterra en el Nou Camp! Los alemanes, apoyados por la afición, se verían de nuevo las caras contra los británicos e irían por la revancha. Había una canción de moda de un grupo llamado Steam, titulada Na, na, hey, hey, Kiss me, goodbye, que los fanáticos alemanes cantaban en la tribuna cambiándole, como porra en español, Alemania, Alemania, hey, hey, Alemania, a la que el público leonés se sumaba con auténtico entusiasmo. Fue un juego excepcionalmente dramático y emocionante, fue ganado por Alemania 3 a 2. Uwe Seeler empató con un gol anotado con la coronilla, para empatar a 2 en el minuto 82. En tiempos extras Müller anotó el gol del triunfo en el minuto 108.

En las semifinales jugaron Brasil contra Uruguay en Guadalajara y Alemania contra Italia en el estadio Azteca. México perdió la oportunidad de avanzar al ser vencido por Italia en Toluca por marcador de 4 a 1. Los italianos le ganaron a Alemania por 4 a 3 en el llamado Juego del Siglo, juego de vaivenes que enloqueció a quienes lo vieron en vivo o por televisión, como yo. Brasil triunfó sobre Uruguay por 3 a 1 y la Final quedó lista para jugarse el 21 de junio en la ciudad de México, entre Italia y Brasil, el indiscutible favorito de la afición mexicana, que tenía la espina enterrada por la eliminación de México por los italianos. Alemania ya le había ganado a Uruguay un día antes, por 1 a 0, quedando en tercer lugar del torneo mundialista.

En medio de un ambiente extraordinario vimos la maravillosa demostración (yo por TV en directo) ante 107,412 espectadores, del jogo bonito, a ritmo de samba, del equipo de Brasil, apabullando a Italia. Brasil tomó la delantera en el minuto 18 con un gol de Pelé, pero Italia logró empatar en el minuto 37, con gol de Boninsegna. De ahí en adelante sólo hubo un equipo en la cancha, con Italia arrastrando la cobija, cansadísimos por el intenso juego de semifinales contra Alemania, y vinieron los goles de Gerson, Jairzinho y del capitán Carlos Alberto, para cerrar el marcador. Brasil ganó el campeonato mundial y se adjudicó para siempre el trofeo Jules Rimet, que estaba asignado para el equipo que lograra coronarse por tres veces.

El tiempo pasa inexorable y algunos eventos se quedan para siempre en los recuerdos. Ya pasaron 50 años desde aquella novena edición de la Copa Mundial de Futbol en México 70, calificada como extraordinaria por todo el mundo. El pequeño Juanito fue la mascota, que ahora es un adulto (confinado en su casa debido al coronavirus), pero la pelota seguirá girando, pateada por los amantes del maravilloso Juego del Hombre.