El Laberinto

La “normalidad”

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Para mi querido director

Cuando pasé del jardín de niños a la primaria, recuerdo que extrañaba mucho el plantel anterior y a menudo lo imaginaba como un lugar gigante, cómodo, con lindas profesoras y tremendamente feliz.

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Los primeros dos años, fuera de mi imaginación, no volví a ver aquel sitio pues la nueva estaba lejos, pero en tercero me cambiaron de escuela y ésta quedaba casi enfrente de mi adorado lugar, lo veía de ida y regreso y alguna vez, en un rapto de nostalgia, me colé a su interior, no se asusten eran los tempranos noventas y la seguridad era muy distinta a lo que conocemos ahora, y el resultado fue decepcionante.

Los sanitarios eran tan pequeños que apenas llegaban a mi chamorro de niña de ocho años más bien de baja estatura, el patio ya no tenía los botes de basura con cabeza de animal que me provocaban a alimentarlos mientras limpiaba el patio, las maestras, salvo la primera que tuve a la que le costó reconocerme, ya no estaban, en fin que el lugar que tanto extrañaba solo vivía en mis recuerdos. Ninguno de los dos éramos los mismos y aquello que yo tomaba como la normalidad en términos escolares, tuvo que cambiar, para que pudiera crecer y adaptarme a mi nueva realidad.

Les traigo a colación esta párvula y nostálgica historia pasada, para prevenirlos sobre nuestro añorado regreso a la normalidad. Supongo que todos los que tenemos el privilegio de la cuarentena, estamos pensando en nuestras actividades y lugares felices: correr por el parque, entrar al cine, comer en un restaurante, celebrar en un bello bar, deambular por un museo, visitar tiendas, viajar por tierra, aire o mar, asistir a un concierto y un largo etcétera, pero en el fondo de mi antropólogo corazón sospecho que nos llevaremos una extraña sorpresa.

Empezando por los sitios, los que sobrevivan económicamente al caos, van a tener que adoptar nuevas formas de interacción que permitan la higiene y la distancia social, lo cual no está mal pues nunca debimos normalizar la falta de cuidado al manipular alimentos, por ejemplo, al igual que las aglomeraciones mal controladas también eran incómodas y peligrosas, aún sin existir el riesgo de contagio, y aunque nos cueste en un principio y entorpezca nuestro actuar, creo que, aunque con el tiempo nos relajemos, algunas medidas llegaron para quedarse. Espero que el teletrabajo y el apostar por la localidad en el comercio, sean de las elegidas, pues impactarían en la calidad de vida y en el cuidado del medio ambiente de modo positivo.

Por otro lado, nosotros como personas también llegaremos distintos al fin del confinamiento, algunos vínculos se verán reforzados, mientras otros simplemente se habrán difuminado y otros se habrán visto cortados por la fatalidad, tendremos más ansiedad, depresión y bastante desconfianza en los otros, pero también unas ansias locas de vivir y experimentar, no solo aquello que dejamos de hacer, si no aquello que tal vez nunca habíamos hecho. Vamos a necesitar mucha cabeza para poder compaginar ambos tipos de sentimientos.   

En fin, que aquello a lo que llamábamos normalidad ya no existe y no debe existir y si así fuera, triste destino nos espera. Tomemos lo que estamos aprendiendo y usémoslo para aceptar lo nuevo, que puede ser increíble para todos.