Ecos de Mi Onda

Reflexión y prudencia en la pandemia

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El mayor enemigo del conocimiento no es la ignorancia, sino la ilusión del conocimiento.

Stephen Hawking (1942-2018) Célebre científico británico. 

Me llamó la atención esta frase del famoso físico inglés Stephen Hawking y me recordó las epidemias de la Edad Media y la forma, considerada hoy atrasada y oscura, como gran parte de lo que, para muchos, huele este período histórico, pero que ahora, con toda la pomposidad y alarde de la ciencia y tecnología contemporánea, a pesar de conocer la estructura del virus causante de la epidemia, en los hechos nos seguimos comportando como en el medievo y en realidad, todos los avances logrados chocan contra el problema que significa un enigma para la humanidad entera ¿El virus es un ser vivo?, ¿se mueve de forma autónoma?, ¿es necesario o no usar cubrebocas?, ¿no hay tratamientos para la enfermedad?, ¿cuáles son los síntomas?, ¿por qué algunos son asintomáticos?, ¿el virus se propaga por el aire?, ¿se contagian las mascotas?, ¿sirven las aspirinas en jugo de limón caliente con un poco de miel?, si te entuban, ¿ya valiste?, ¿se mueren por neumonía?, ¿están mal hechas las autopsias?, ¿es un virus de manipulación genética?, ¿lo soltaron los chinos?, ¿los chinos ya tienen la vacuna?, ¿las vacunas las va a producir Gates para reducir la población mundial?, ¿ya se está aplanando la curva?, ¿es bueno o no el aislamiento?, ¿debes quitarte los zapatos para entrar a casa?, ¿quieren acabar con los viejos?, ¿están dando a las familias cuerpos de difuntos equivocados?

Para tantas y tantas preguntas, surgen tantas y tantas afirmaciones contradictorias unas, sazonadas de narrativas conspirativas otras; algunas inverosímiles, otras ridículas y discriminatorias. No hay pues un patrón de referencia que señale con claridad cuáles son las medidas sanitarias que una autoridad, que se precie de serlo, debería a toda costa implementar y aplicar con firmeza entre la población en su conjunto. Las contradicciones surgen incluso, de la misma conducta de muchas de las altas autoridades.

En este aislamiento que opté por hacer, debido a considerarme dentro de la población vulnerable por mi edad, así como por mis condiciones de salud, además de que por ser jubilado tengo cierto margen de hacerlo, me da pues, por reflexionar y ver el caos que se ha desatado en el mundo, a veces con mucha preocupación e incertidumbre, a veces con esperanza, pero también, algunas veces, con enormes dudas sobre los mecanismos del razonamiento humano, que hacen pensar que finalmente no sepamos reorientar actitudes y juicios, debido a que no somos capaces de aprender y aprovechar las lecciones que nos ofrece la vida misma.

La pandemia existe, un virus maligno anda suelto provocando enfermedad y muerte, no importa que las estadísticas nos indiquen que muere más gente por homicidio, o por otras enfermedades. El caso es que diariamente crece el número de contagios y mortandad, lo que provoca en muchos lugares, la saturación de los centros de salud y las dificultades para brindar la atención adecuada a los enfermos de Covid-19. En consecuencia, todos tenemos que ajustarnos a ciertas medidas, aun cuando al interior de las mismas poblaciones, existan dudas sobre su efectividad, e incluso se dude que sea real el problema de contagio por coronavirus. Un mínimo de criterio nos indica, incluso por bagaje cultural, que ante una epidemia es útil aplicar el distanciamiento, así como confinar a los enfermos para su mejor atención y reducir los márgenes de contagio. Entonces eso es lo que, por analogía, tratamos algunos de llevar a cabo. Si tenemos que salir a la calle, sentimos lógico mantener la sana distancia unos de otros, el uso de cubrebocas, evitar estornudar aparatosamente, lavarse periódicamente las manos, no importa que haya voces que desacreditan estas acciones, pues pensándolo bien son hasta normas de respeto hacia el prójimo del entorno, que las personas conscientes y generosas cumplen para evitar los contagios en las temporadas de resfrío, catarro e influenza. Pues cabe destacar que por las características del coronavirus hay contagiados asintomáticos, que sin saber se convierten en agentes muy peligrosos de transmisión, por lo que, a todas luces, esto subraya la importancia de las precauciones.

Es más que evidente que muchas personas no pueden simplemente enclaustrarse en casa con sus familias, puesto que no tienen un ingreso que se los permita, y por tanto tienen que salir a buscar el sustento cotidiano. Criticar negativamente este hecho indiscutible, es mezquino. Pero entonces ¿por qué no somos capaces de actuar como una sociedad inteligente y solidaria?, ¿por qué no somos capaces de plantear proyectos convincentes para el caso de contingencias? La realidad nos muestra que no existe en la región, ni en el país, y sólo en algunas naciones digamos un cuanto más civilizadas, poderes de convocatoria con autoridad moral, para organizar esquemas que sean acatados, con la certeza de que se aplican precisamente porque son convenientes para la sociedad.

Somos un país que ha descargado las responsabilidades en los gobiernos y la participación ciudadana ha venido a desdibujarse cada vez más. Pero un país en el que los gobiernos no han demostrado estar a la altura de las circunstancias, optando por acomodarse en los niveles impresionantes de corrupción, impunidad e ineficiencia, que la misma sociedad les ha permitido con su conformismo, o en algunos casos, con su complicidad al acomodarse también en ese nicho perverso. La pandemia ha venido a desnudar la realidad existente, los resultados saltan a la vista: estado lamentable de las condiciones en los servicios de salud pública; economía rebasada por completo a corto plazo, debido a las medidas de confinamiento; medidas que por otra parte resultan improvisadas, e incluso aplicadas con rigurosidad para algunas actividades productivas y administrativas, pero con cierta holgura en casos preferenciales.

Existen criterios discordantes y desarticulados entre los estados y la federación; información ajustada a los intereses políticos, más que a la veracidad de los hechos; ejemplos sumamente dispares en la conducta de los actores políticos; desacuerdos fenomenales en la visión situacional entre las autoridades y los sectores empresariales; un gobierno federal de respuestas tardías, más ocupado en sostener la proyección de una imagen optimista, que en preocuparse por aplicar medidas coherentes ante las problemáticas sanitarias y económicas que tienden a aplastarnos, más preocupado en la inventiva de señuelos para falsear los parámetros económicos y sociales en picada, que en convocar e integrar a una sociedad dividida y trabajar con seriedad en el planteamiento de soluciones a corto, mediano y largo plazo.

El punto particular ante esta situación, es que no abrimos los ojos para ver en la distancia que, si no se plantean y accionan planes y proyectos coherentes, prudentes, realistas, tarde o temprano los perjudicados seremos ¡todos! Hoy se pueden defender los cotos de poder con uñas y dientes, pero si los recursos comienzan a escasear en el tiempo, es posible incluso que surja la violencia, porque la defensa de los intereses particulares puede pasar de la agresividad en los discursos, a la agresividad en los hechos. Lo digo hoy, en estas reflexiones en el confinamiento, las aguas se pueden salir de su cauce.

Debemos enfocar la situación desde la prospectiva, a fin de analizar la evolución de los factores que pueden acelerar la recuperación o el agravamiento de la situación crítica actual, generada por la pandemia, en toda la amplitud de sus posibles efectos conjugados, como elemento heurístico. Es necesario ponderar debidamente las tendencias pesadas, integrando los datos determinantes para configurar escenarios deseables e indeseables en función del tiempo, no como profecías pesimistas de resultados negativos, ni como la euforia irresponsable de pronósticos alegres.  

Si nos ubicamos en un futuro escenario ideal, sencillamente considerando a diciembre de este año, en el que para ese entonces ya vemos el restablecimiento completo de las actividades socioeconómicas, pero sin ocuparnos responsablemente de verificar las causas de cómo fue evolucionando ese escenario a partir de las condiciones actuales, podemos caer en errores que pueden resultar incluso fatales. Algunos actores públicos y privados pueden presionar para que sea ese escenario el seleccionado para establecer las medidas de reactivación de la economía, es decir, apertura de todos los sectores, liberación del confinamiento social, aflojar las restricciones de sana distancia en todos los negocios, como si no hubiera pasado nada.

Pero por desgracia no parece ser así de fácil y en cada decisión, todos los actores deben realizar un análisis meticuloso de las variables, para fijar justamente las relaciones de costo/beneficio. Esta situación compleja, ya considerada en prospectivas profesionales de hace una década, pero desestimadas por improbables, puede incluso requerir de una innovación social de conductas y prácticas económicas y sociales, e incluso culturales, con la renuncia a las prácticas actuales, agresivas e imprudentes, de producción y consumo, y el fortalecimiento de un esquema de desarrollo sostenible, basado efectivamente en la atención a las necesidades humanas, auténticas y esenciales, en materia sanitaria, educacional, laboral y de bienestar general, integrando necesariamente en el conjunto de fenómenos estimados, el deterioro ambiental y los efectos de cambio climático.

Esta tarea es responsabilidad no sólo de los gobiernos a todos los niveles, sino también de todos los ciudadanos desde las esferas de su competencia. Si bien tenemos que subrayar que esta responsabilidad es compartida, pero también diferenciada por el impacto proporcional de las funciones referenciales, que para los gobiernos son definitivas.

En Guanajuato, frente al desarrollo normal de los eventos anuales masivos de carácter turístico, subrayando particularmente al Festival Internacional Cervantino, considerando la genuina e indiscutible preocupación del sector por reactivarse lo antes posible ¿no cabe detenerse a reflexionar sobre las medidas de control que deben ser necesariamente aplicadas, a fin de restringir las posibilidades de rebrotes de contagio de Covid-19? Será hasta octubre, no podemos darnos el lujo de ser pesimistas, podrán alegar gobierno y empresarios. No, el pesimismo puede provenir nuevamente de algo en apariencia improbable: recordar que no se conocen por completo los mecanismos de este nuevo virus, recordar que no hay inmunidad absoluta para SARS e influenza, puesto que anualmente todo mundo es susceptible de volverse a contagiar. Así que, por nuestro bien, y para poner atención rigurosa en los procedimientos sanitarios de control, pensemos en que este virus letal y sólo parcialmente conocido puede, por desgracia, generar rebrotes de igual, o mayor, magnitud que la pandemia actual que sufrimos. Gobierno y empresarios: ¿Se imaginan el establecimiento forzoso y prolongado de un nuevo período de aislamiento, sólo debido a que se desdeñó la proyección de escenarios de anticipación? Eso sí será pesimismo y nos obliga a ser prudentes para ser optimistas. Así que la tarea no es sencilla.