Ecos de Mi Onda

Bitácora del confinamiento

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Todo cabe en lo breve. Pequeño es el niño y encierra al hombre; estrecho es el cerebro y cobija el pensamiento; no es el ojo más que un punto y abarca leguas.

 Alexandre Dumas (1802 – 1870) Novelista y dramaturgo francés.

Tras un período extenso, pero necesario, de resguardo domiciliario corresponsable, se confunde el paso del implacable tiempo, dificultándose de pronto saber qué día transcurre, si es lunes o viernes, el mes, la fecha. La luz del día que se filtra por la ventana nos despierta, nos duchamos, nos levantamos a preparar el desayuno, a revisar los mensajes en el celular o en la computadora, puede ser que luego estiremos las piernas y salgamos al patio para procurar asolearnos por un momento, regresamos a la computadora, hacemos alguna labor doméstica, leemos varias páginas del libro en turno, llega la hora de comer, leemos otro rato, revisamos los mensajes de los amigos que se van acumulando (los mensajes, no los amigos), encendemos la televisión y vemos el desfile de acontecimientos que ocurren fuera de las paredes del confinamiento.

Por supuesto, no todo mundo puede hacer esto. Millones de personas no pueden darse el lujo de permanecer en casa mientras pasa la terrible pandemia, que vemos con efectos pesimistas para el futuro inmediato. Y esa es la oferta de los medios, imágenes de una realidad cruda que ocurre en hospitales, plazas, mercados, transporte público, aglomeraciones populares diversas. Vemos delincuencia imparable, opiniones de politólogos, índices y gráficas de contagio y mortandad, personajes que fallecen y son despedidas sólo virtualmente, marchas y manifestaciones por diversas causas, justificadas unas, arbitrarias otras, ¿quién juzga?

Lo que pasa en el confinamiento doméstico no es interesante, sólo algunos eventos musicales improvisados en balcones, regalo de tenores o sopranos, violinistas o acordeonistas; o de porras improvisadas para el personal sanitario que sale agotado de los hospitales, tras un trabajo heroico; o de artistas conocidos jugando al tik tok, o deportistas famosos entrenando en sus amplios jardines. Del ámbito doméstico, las agencias noticiosas dan preferencia a información sobre incremento de violencia intrafamiliar, que por desgracia sucede con frecuencia.

A mi edad y circunstancias opté por el encierro, pudiendo por fortuna, caminar en el pequeño patio asoleado, o mirar a Guanajuato por la ventana para despejar la mente, el azul intenso del cielo, la aparición de nubes que por ahora no llegan a cuajar en una lluvia oportuna y refrescante para el ambiente. Por las noches veo la luna, a veces intensa y luminosa, luego menguante o creciente, según el caso, como una sonrisa recortada en la oscuridad del cielo ¿risa sarcástica? Atardeceres magníficos, siempre diferentes en los matices y colores que se distribuyen en el horizonte a la hora del ocaso, hasta que el sol se marcha regalando dispersiones caleidoscópicas de estertores luminosos, un día más, una noche que nos cae con su manto oscuro y estrellado, en la que soñamos con un mundo mejor, no contagiado por un pequeño virus entrometido en la humanidad, vulnerándola, haciéndole ver su pequeñez y sofocando su soberbia.

El título hace alusión a bitácora, esa especie de cuaderno en el que se registra por escrito la cronología de acciones. Pero el confinamiento me ha producido una confusión mental, así que ni es descripción de acontecimientos, ni cronológica, es más bien una especie de soliloquio parcial y arbitrario. Pero me sirve para anotar al canto reflexiones sobre los hechos, considerando que me pueden ser posteriormente útiles, no sé para qué, pero me da esa impresión. La semana pasada estuvo repleta de noticias que deben desmenuzarse con estoicismo, para no caer en el desequilibrio emocional. A estas alturas decir que ya no nos puede ir más mal, es un error de cálculo que se puede convertir en una depresión claustrofóbica. Así que más vale tomarlo como si viéramos nuevas series de Netflix, o alguno de los más de 100 canales del cable, de los cuales prácticamente sólo veo menos de diez.

Las autoridades epidemiológicas determinaron para el ¿lunes 1 de junio? el inicio de la Nueva Normalidad, confiando seguramente en los pronósticos derivados de sus modelos matemáticos. Pero no aclararon que no se trataba del aplanamiento de la curva, sino por el contrario, que el número de contagios y defunciones iba a incrementarse significativamente, lo cual en efecto sucedió, debido a unos cuantos miles de casos nuevos, además de que no habían contabilizado unos cuantos miles de casos más, pero lo cual no alteraba las tendencias, ni las interpretaciones  sesudas, sino que las afianzaba, ya que la cifra de ¿dos mil, tres mil defunciones? pronosticadas inicialmente era  correcta, pero que el modelo era tan eficiente, que también podían ser doce mil, como la cifra del día de ayer, o quizás 30 mil, o 60 mil, pues así es esto de la pandemias, no son de fiar y hay que estar preparados para correcciones pertinentes, correcciones no por errores (dicen), sino por la polivariación en las certezas (dicen).

El presidente de la nación, seguramente hastiado del encierro voluntario, limitado a las mañaneras con un grupito de reporteros, que hasta él ya los está encontrando zalameros en exceso, no soportó más y decidió salir a refrescarse un poco, con el pretexto de supervisar las magnas obras que le darán lustre como el mejor presidente de México, tomarse fotos para los libros de texto de las primarias y con una maleta llena de recursos, para que vean que no sólo va de vigilancia, sino a cumplir con los presupuestos prometidos. Dando un banderazo en una estación del tren Maya, aprovechó la ocasión para advertirle a los mexicanos que mejor no salieran, porque lo normal de la Nueva Normalidad, era que nada podía ser todavía normal. Él puede salir porque no es mentiroso ni traidor, además trae su estampita.

Por cierto, los críticos de los cálculos estadísticos del subsecretario de salud, señalaron como causas de incertidumbre en las curvas de contagio, la falta de la aplicación mínima suficiente de pruebas de control, sobre todo para haber detectado oportunamente zonas sospechosas y configurado cercos virtuales de contención, considerando en particular, los efectos del alto número de enfermos asintomáticos, que sin pruebas clínicas quedan fuera de los márgenes de control, incrementando la inconsistencia en el manejo de datos estadísticos.

Aquí sí no sé qué pasó, tal vez el gobierno confió en la sabiduría mexicana y sus antenas de malicia para advertir lo que anda mal, o tal vez detectó la potencial corrupción en los laboratorios clínicos y por lo tanto les cerró el financiamiento. Puede ser que hayan pensado que, para evitar el pillaje, la salida era dar directamente el dinero a los ciudadanos, para que ellos mismos pagaran los análisis, pero para esto tendrían que demostrar que estaban enfermos, cuestión que sólo los enfermos con síntomas patentes podían demostrar, pero si lo demostraban, entonces ¿ya para qué se les hacía la prueba? Por otra parte, y siguiendo con los tal vez, tal vez las autoridades se asustaron de los costos por análisis, e hicieron cuentas observando que esos recursos minarían las obras fundamentales de la 4T, algo que alegraría a la mafia del conservadurismo, contraria a la transformación nacional, obstáculo a la carreta juarista contra el neoliberalismo.

A veces pienso que lo que pasa es un sueño, a veces surrealista del tipo de Alicia en el País de las Maravillas, o como un mal sueño con tintes de pesadilla, pues luego están las imágenes perturbadoras del estúpido policía de Minneapolis, asfixiando con la rodilla al afroamericano George Floyd y el desencadenamiento inmediato de manifestaciones, algunas pacíficas y otras violentas, en las principales ciudades de los Estados Unidos. El racismo latente en el vecino país sin nombre, recordando que los africanos no fueron a Norteamérica por su voluntad, no son migrantes ilegales, fueron llevados como esclavos para trabajar en las plantaciones agrícolas. Con la Guerra de Secesión de 1861, llegó la ansiada libertad, pero dosificada a cucharadas y con descalabros dolorosos, como el asesinato de Martin Luther King en 1968, gran activista al frente del movimiento por los derechos humanos de los afroamericanos, que hasta la fecha mucha gente de tez blanca y corazón negro, les escatima, promoviendo injustamente la supremacía blanca en estratos segregados, bajo estereotipos ofensivos para negros, latinos, judíos, musulmanes, asiáticos, etc.

Esto nos conduce de nuevo a México y el caso del ciudadano Giovanni López, asesinado por la policía de un municipio jalisciense, supuestamente por no usar cubrebocas, presentándose escaramuzas en Guadalajara y CDMX, en protesta contra la brutalidad policiaca. Es aquí donde debemos pensar que, para resolver un problema, este se tiene que aislar, definir correcta y concretamente, pues la atención simultánea a problemas enredados, normalmente dificulta, no solamente el planteamiento de soluciones, sino que confunde también las causas raíz y en los casos sociales, la identidad, derechos y responsabilidades de las partes involucradas.

Es decir, los cuerpos policiacos tienen la obligación de mantener el orden público, incluso con el derecho institucional de usar la fuerza pública para hacerlo, cuando así se amerite. Sin embargo, realizar esta función abusando de la fuerza, hace que las mismas autoridades se ubiquen en el plano criminal, perdiendo credibilidad y respeto por parte de los ciudadanos de bien, lo que es aprovechado por los delincuentes de verdad, para erosionar la efectividad de las instituciones del orden, generándose en consecuencia una atmósfera de anarquía muy conveniente para la delincuencia. Son lastimosas las imágenes de personal de la policía, Guardia Nacional, e incluso en ocasiones del ejército, humillado por muchedumbres sin control, con serias sospechas de que son encabezadas por delincuentes.

Esta situación obliga a replantear el concepto policial y regresarle la dignidad, que sólo puede recuperar ejerciendo con efectividad sus funciones y respetando irrestrictamente los derechos humanos. Los maleantes, sin importar grado del delito cometido, deben ser detenidos cumpliendo los procedimientos y presentados ante la justicia. Esa es la función que todos debemos apoyar y que el gobierno debe fortalecer, invirtiendo los recursos suficientes para integrar personal capacitado, estrategias, insumos e infraestructura, si queremos realmente que el orden nos guarde y se recupere la paz que tanto necesita nuestra nación. El planteamiento de abrazos, no balazos y regaños maternales, es ingenuo-perverso, una auténtica falacia.