El Hilo de Ariadna

“Las Comadres”, amenazadas

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¿Todo tiene dueño? (I)

“Entre sierras y montañas y bajo de un cielo azul”, dice el primer verso de una conocida melodía que canta a Guanajuato, capital del estado homónimo cuyas características geográficas e históricas le han valido el nombramiento de Patrimonio de la Humanidad.

La eterna discusión de Las Comadres (Fotografía del autor)

El distintivo otorgado por la Unesco se refiere expresamente a la “Ciudad Histórica de Guanajuato y Minas Adyacentes”. Lamentablemente, omite mencionar los cerros, elevaciones que dan marco e identidad visual al antiguo asentamiento, elementos referenciales para los habitantes de la cañada, que al paso de los años se han vuelto barriada: cerro del Cuarto, del Gallo, de los Leones, etc.

Lamentable, porque la expansión urbana, de por sí desordenada, se extiende por las colinas, hasta copar cada vez más crestas y laderas, al extremo de que la carretera Panorámica, concebida inicialmente como ruta escénica, es ya una calle más, absorbiendo miradores y obstruyendo vistas en el afán constructivo surgido de la necesidad de vivienda y de la falta de regulación del territorio.

Por doquier se aprecian las huellas del inminente desastre que reduce el entorno natural y lo convierte en casas, pavimento, postes, incluso en sitios no tan cercanos al núcleo urbano como las laderas del cerro de Sirena y del Meco y las cercanías de ese par de cúmulos rocosos gemelos llamados coloquialmente “Las Comadres”.

El basurero comunal, junto a las famosas rocas (Fotografía del autor)

Un alegato eterno

Como no podía ser menos, acerca de estas piedras se cuenta una leyenda, con dos versiones: un par de amigas acostumbraba ir por agua a un manantial ubicado en las cercanías. Un día, a una de ellas se le rompe el cántaro, por lo que pide prestado el suyo a la otra, que responde negativamente. Pelean entre sí, traicionando el sagrado vínculo de la amistad, así que son severamente castigadas y convertidas en víbora y cocodrilo, cuya condena recuerdan hoy las esculturas situadas en la base de la compuerta de la presa de San Renovato.

La otra historia dice que en realidad solían ir al cerro por verdolagas -plantas silvestres comestibles, muy sabrosas-, pero en cierta ocasión, durante su plática se dan cuenta de que están enamoradas del mismo hombre. Surge un altercado y pelean, sólo que su destino final es distinto: son transformadas en sendas rocas y condenadas a alegar eternamente, por lo que sus siluetas muestran siempre la “boca” abierta.

Algunas rocas ya son parte de predios particulares (Fotografía del autor)

Es menester aclarar que en México el vocablo “comadre” se refiere no únicamente a la responsabilidad que adquiere una mujer por amadrinar a un hijo, sino también a quien tiene el hábito de discutir sin sentido y sin parar. Los habitantes más viejos de la comarca –y muchos que no lo son tanto- aseguran que en esa zona suele escucharse el murmullo entre ambas.

Desde cierto ángulo, la imagen que muestran esas formaciones es sugerente. Parece mostrar dos figuras con oquedades abiertas en continua disputa verbal. Tan llamativas son, que el maestro Jesús Gallardo (1931-2018), fundador de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Guanajuato (UG), inmortalizó ese paisaje en uno de sus cuadros más famosos.

Hasta hace algunos años, el par de peñascos, que por estar situado en las alturas puede avistarse desde muchos lugares, se encontraba relativamente alejado de Calderones, poblado situado sobre la ruta al mineral del Cubo, pero actualmente el crecimiento de la comunidad prácticamente lo ha alcanzado. Las viviendas están ya a 200 metros o menos… y se siguen acercando.

Quien ha visitado esos parajes, sabe que desde ahí a Los Picachos son comunes los afloramientos rocosos con formas peculiares y extrañas. Gran parte de esa zona está incluida en la propuesta de Área Natural Protegida (ANP) surgida de un estudio que hizo la UG, a raíz de la demanda ciudadana de proteger los cerros de La Bufa, El Hormiguero y alrededores.

No sabemos si ese planteamiento incluye a “Las Comadres”, pero debería, antes de que desaparezcan en medio de algún terreno privado, pues ya algunas rocas cercanas forman parte de predios particulares. Para colmo, una depresión ubicada junto a una de las dos peñas se utiliza como basurero. Los desechos suelen ser quemados, por lo que puede uno imaginar sin dificultad la consiguiente contaminación.

“Las Comadres” son no sólo un par de cúmulos rocosos, sino un símbolo de la riqueza natural y cultural de Guanajuato. Autoridades y ciudadanía no deberíamos permitir que su legendaria presencia se pierda entre cercas o muros, para que las generaciones venideras puedan seguir escuchando su imperecedero murmullo.