Histomagia

CUEVAS

Compartir

Para Natalia

Los fantasmas existen y sólo se manifiestan cuando ellos quieren…así sucede en esta historia…

Guanajuato es una ciudad fantasmal, dicen los que han pasado ciertos momentos de terror, de miedo, al ver o vivir ciertas experiencias paranormales.

Vero, mi concuña, me ha contado lo que ella vivió cuando era una niña de diez años, en lo que aquél entonces era un rancho y que ahora es una comunidad llamada Huachimole de Cuevas, pero que la mayoría de la gente la conoce sólo como Cuevas, ubicada cerca de la ciudad capital, donde, dice, desde que ella recuerda se dan situaciones extrañas que en verdad son imposibles de creer.

Ella cuenta que una de esas veces, en tiempos de lluvias, cuando la naturaleza se presenta con fuerza, truenos y relámpagos, se encontraba con su mamá, Doña Mati, solas, en su casa. En ese entonces su hogar constaba sólo de un cuarto de adobe, una portezuela de lámina con travesaños de madera, y como la comunidad no tenía luz eléctrica, se alumbraban con velas. Para su desgracia, esa noche de tormenta, ellas no tenían ninguna, por lo que era necesario salir a conseguir algunas para acabar con la tétrica oscuridad.

Estremecidas por la luz intermitente de los rayos que caían en el solitario campo que rodeaba la vivienda, Doña Mati, pese al temor que sentía, decidió salir e ir por las velas; le dijo a Vero que se quedara para evitar que se mojara con la fuerte lluvia. Vero, asustadísima por la tormenta y por la idea de quedarse sola en la casa, en ese cuarto oscuro y en penumbras, le dijo que no, que ella la acompañaba, pues no estaba dispuesta a quedarse en ese lugar frío, húmedo y oscuro. Su mamá, al sentir el terror en la niña, le dijo que sí, que la acompañara.

Rápidamente ambas se abrigaron y, en el momento en que se acercaban a la puerta para salir, escucharon un chasquido: ¡tsss!, era el sonido de un cerillo encendiéndose detrás de ellas. En ese instante, sorprendidas, ambas vieron de reojo que una tenue luz, como estrella fugaz, pasó a sus espaldas y cayó al suelo, muy cerca de sus helados cuerpos, como si alguien se los hubiera arrojado para hacerse presente. Se miraron una a otra, como preguntándose ¿has visto lo mismo que yo? Entonces, temblando de miedo y sin pensar, salieron tan rápido como pudieron, haciendo a un lado la portezuela de lámina que no presentó ningún obstáculo, pues corrieron para ponerse a salvo y escapar de “eso” que había encendido en plena oscuridad una pequeña luz, para alumbrarse.

Afuera y a salvo, ellas no podían explicarse lo que acababan de vivir, aun así era necesario regresar. Y así fue. En el frío de la noche, empapadas de lluvia, volvieron a su casa con las velas y fósforos, fue entonces cuando ellas, ahora ya con su propia luz, decidieron buscar en el piso el resto del cerillo que ambas vieron caer a sus pies, pero para su sorpresa no encontraron nada en el suelo.

Dice Vero que no sabe quién haya sido el que encendió esa luz, pero lo que sí sabe es que en Cuevas cuentan muchas historias de fantasmas de personas que han muerto ahí, porque antiguamente, hubo asentamientos indígenas y, en tiempos de la revolución, hubo cuarteles en la hacienda del Marqués, además de que Cuevas fue parte del camino viejo para llegar a la capital, por lo que la actividad espectral ahí es de todas las noches, hasta la fecha.

Tal vez la vida en las comunidades sea más tranquila, más apegados a los ciclos de la naturaleza, por eso es que los fantasmas deciden aparecer para hacerse presentes y no ser olvidados jamás. ¿Quieres venir a Cuevas? Ven, lee y anda Guanajuato.