El Laberinto

Dama tóxica

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Mucho se ha dicho de los machos tóxicos, de esos roles aprendidos que los hacen no poder huir d una pelea aunque no tenga sentido, tomar riesgos innecesarios para lucir valientes e intrépidos, gastarse lo que no tienen en citas para verse como buenos proveedores, descuidar su salud y su imagen para no parecer femeninos, no poder pedir ayuda, evitar hablar de sus emociones o ir a terapia hasta que acaban dándose un tiro o evitar ciertas fragancias, colores e incluso sabores por no ser de “hombres”. Se sabe que todo esto limita sus afectos y que además en si acorta su vida por los accidentes y demás cuestiones, pero poco se ha hablado de su parte femenina y  es igual de limitante y molesta, pero con sus propias características.

A las mujeres, como rol de género se nos pide ser hermosas, lo que hace que nos limitemos en el uso de algunas prendas, de aparecer en público sin arreglar, en sufrir con la vejez, con el peso, con los estereotipos en general. A esto se suma que tenemos que ser elegidas, lo que nos pone en competencia con el resto de las féminas de modo absurdo, pues el ser “elegible” incluye nuestra moralidad y entonces nos fiscalizamos unas a otras y nos valoramos según nuestra vida sexual, comportamiento o indumentaria. No nos hemos dado cuenta de lo solas que esto nos deja, de lo vulnerables que nos hace el no contar con otras mujeres.

Después viene el tema de la dama en apuros, se nos enseña que somos princesas que deben ser rescatadas por un caballero andante y para que eso sea posible debemos ser débiles, temerosas y sumisas, depender de ellos o por lo menos hacerlos creer que así es. He visto mujeres tener miedo de todo refugiadas tras de una espalda cuadrada, unas que no pueden ir a la tienda solas, que gritan con los ratones y que no saben subir un garrafón y temo decirles que todo esto igualmente no tiene nada de natural y que además tiende a exagerarse para captar atención. Limita las cosas que podemos hacer por nosotras mismas, los pasatiempos y profesiones que elegimos y hasta el lugar que ocupamos entre nuestros círculos sociales.

Pegadito a la dama en apuros se encuentra la mujer selectiva, odiosa o caprichosa como ser atractivo, esa que no come cualquier cosa, que no va a cualquier lugar, que todo le da asco, que nunca demuestra que sabe más que un hombre o que les interesan sus asuntos. Y su contraparte igual de nefasta, aquella que cree que no es como las demás, que es más ruda y fuerte. No está mal tener ninguna de esas características, lo malo es crearlas para buscar aprobación masculina, más si es denigrando a nuestras congéneres.

Se nos enseña también que debemos servir al resto, primero a la familia nuclear, luego al esposo, hijos, nietos y hasta donde nos llegue la vida y la fuerza, limpiar y cuidar se vuelve una actividad que ocupa parte importante de nuestro tiempo y ni trabajar ni ser solteras nos exime. Como en otras cuestiones somos las peores policías unas de otras, diciéndoles fodongas si no hacen todas, egoístas si decidimos tomar otro camino o incluso burlándose de los hombres que “ayudan” como si ellos no ensuciaran o como si los hijos no fueran suyos también. Peor aún nos cuesta pedir ayuda y nos da vergüenza que alguien más se encargue de “nuestro trabajo”.

En fin que todo esto nos daña y nos vuelve una caricatura de seres humanos y un caldo de cultivo para a contraparte machista. Creo que toda la solución  se resume en ser por y para nosotras mismas y nada más.