Ecos de Mi Onda

La Bola de Cristal

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No puedes escapar de la responsabilidad del mañana evadiéndola hoy.

Abraham Lincoln (1809-1865)

Presidente de los Estados Unidos de América

Hacer predicciones ha sido siempre una inclinación habitual de la humanidad, curiosa por contar con alguna información concreta, o al menos somera, sobre los acontecimientos que podrían esperarse para un futuro determinado. No he visto aún que aparezcan en los medios de difusión, notas referentes a vaticinios sobre la pandemia, que bien puede catalogarse como la más destacada que se ha padecido en el mundo en los últimos años, y que supera a la pandemia de influenza de 1918, puesto que la actual se ha desarrollado con una cobertura mundial nunca antes vista, así como provocado daños incalculables tanto en la salud, como en la economía global. El coronavirus y su enfermedad Covid-19 tomó a la humanidad por sorpresa y en un lapso breve se instaló con sus nocivos efectos, los cuales persisten al día de hoy, provocando cambios significativos en el acontecer cotidiano en todos los rincones del planeta.

Tal vez, como eventualmente suele suceder, pronto aparezcan interpretaciones de algunos supuestos versos de Nostradamus, provenientes de un sorpresivo depósito secreto de cuartetos no editados en “Las Profecías”, publicadas en 1555, pero que sigue alimentando la curiosidad de millones de lectores ávidos de conjeturas y adivinaciones. Entonces aparecerán voces expresando “¿Ya ven? ¡Nostradamus ya lo había profetizado!”, con algo que quizá sonara así:

 “El ente minúsculo invisible a los ojos, nacido del volador nocturno en el profundo oriente, fue cubriendo al mundo con miles de cruces solitarias. En todos los rincones la gente escondida y con el rostro cubierto, esperanzados en un aguijonazo, veneno contra veneno”.

¿Qué será de la humanidad en el futuro? ¿Cómo resultarán las cosechas en este año? preguntaban los antiguos a las deidades, ofreciendo sacrificios de desagravio por todas aquellas desviaciones respecto a un marco moral de referencia y que la conciencia comunitaria les hacía verlas reflejadas en el mapa estelar, en el vuelo de los pájaros, en el intervalo del oleaje en las playas, en el trazo luminoso de un cometa, en un eclipse de sol o de luna. Las predicciones son tan antiguas como la humanidad.

La vida es un ciclo que comienza y fatalmente termina. Sin embargo, sostenemos siempre la esperanza de un futuro halagador, que nos recompense de las penurias sufridas durante la existencia, unos más, otros menos, en función de las condiciones del linaje, o de las capacidades naturales y desarrolladas mediante un proceso de aprendizaje, que incluye muchas veces descalabros que, bien aprovechados, pueden resultar excelentes experiencias, aun cuando se diga que el ser humano es la única criatura que se tropieza dos veces con la misma piedra, lo que indica que no siempre entresacamos información valiosa de nuestras experiencias, lo cual sostiene también otra sabia sentencia: “Nadie aprende en cabeza ajena” y lo desconocido nos lleva siempre a probar por nosotros mismos, aunque en el gesto del otro rostro percibamos que el sabor puede resultar bastante amargo.

Así pues ¿de qué sirven los oráculos y las adivinaciones, si luego resulta que desatendemos las señales? El oráculo puede ser la imagen de lo que aprendimos en el pasado, pero muchas veces nos enajenamos del presente, algunas veces por el agobio de condiciones de miseria, o tal vez por el éxtasis de momentos dichosos, y nos olvidamos de prevenirnos para el futuro. Una sociedad inmersa en el hoy, enfocados en el trabajo para obtener el sustento de la familia, pero a la vez invadidos de complejos y variados distractores, que nos envuelven en esta actualidad cibernética, que tiende cada vez más a inducir cambios significativos en todos los ámbitos de la vida, nunca antes considerados por la humanidad.

Así pues, el día de hoy, contar con una bola de cristal, ese artilugio atribuido a los druidas célticos, que en el mismo nombre se definían como “hechiceros videntes”, no garantizaría el establecimiento oportuno de estrategias funcionales, que lograran atender en su momento las contingencias que se vislumbraran en la pantalla esférica, como trágicas para una determinada región de nuestro planeta: terremotos, inundaciones, sequías, explosiones volcánicas, plagas; guerras, hambrunas, epidemias, explosiones radiactivas, incendios, macro migraciones, represiones, quiebras financieras. Probablemente pasaríamos rápido del estupor a la incredulidad, pues en nuestra escala de prioridades no estamos acostumbrados a incluir aquellos factores que nos representen alteraciones importantes, a lo que nos incumbe de manera esencial como “normalidad”.

Pero aun cuando hubiera ciertos personajes con capacidad de decisión, que consideraran con relativa certeza, hubiera lugar para acontecimientos trágicos profetizados para un futuro cercano, lo más probable es que se verían enfrentados con una incomprensible actitud de carácter burocrático, para convencer a los sistemas administrativos de gobierno y echar a andar la urgente maquinaria de prevención. ¿Cómo asegurarlo? “Estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro”, decía Confucio, y en efecto, se tienen las claras evidencias de lo que ocurre a la humanidad en estos momentos de pandemia y la forma como los gobiernos de todo el mundo estaban ocupados en miles de cosas para ellos importantes, menos para dar lugar a la posibilidad de una tragedia sanitaria de cobertura mundial, asunto fastidioso que los distraería de sus planes, muy presentes en esa realidad que ahora nos ha dado por llamar “normalidad”.

Es principio de año y es hora de volver a echar un ojo a los oráculos, a los caracoles sobre la mesa, las cartas del tarot, o a la bola druida de cristal, para escudriñar en los misterios del futuro y atisbar lo que nos depara el futuro para este año que comienza ¿Seremos capaces de detener la pandemia y restablecer los sistemas de producción y consumo? ¿Serán las vacunas la solución mágica para lograrlo? ¿Ocurrirá una desactivación genética del virus con respecto a su capacidad de contagio? Sin embargo, la realidad “real” nos indica que “el poder para crear un futuro mejor está contenido en el momento presente: se crea un buen futuro creando un buen presente”, como sostiene el escritor alemán contemporáneo Eckhart Tolle. Así pues, construir el mejor futuro que se pueda, será el efecto de construirlo bajo las condiciones actuales. 

Podemos abordar epistemológicamente la creación de un futuro desde la Prospectiva, diseñando posibles escenarios y derivando la posibilidad de construirlos progresivamente, con base en el establecimiento de estrategias racionales, así como acopiando los recursos humanos y materiales disponibles, cumpliendo los objetivos y metas asentados para llevarlos a la realidad en tiempos definidos. Esto en realidad consiste en una especie de clarividencia apoyada por el diagnóstico de las tendencias determinantes, para procurar la visión de escenarios factibles diseñados más allá de la mera intuición.

No tengo bola de cristal, ni soy especialista en Prospectiva, pero me parece lógico que ante situaciones como las que nos tienen agobiados, vale la pena explorar soluciones que al menos nos parezcan factibles y coherentes con nuestra realidad y dejar de improvisar acciones. La tarea para el futuro próximo es titánica, con muchas aristas por considerar en este mundo pandémico de hoy. Las epidemias no sólo incluyen al coronavirus, sino también al virus del egoísmo irracional de un sistema geopolítico y geoeconómico que perdió la brújula, al que sólo le interesan los números financieros de producción y consumo, dejando de lado sin mayores escrúpulos, las genuinas prioridades de la población mundial, provocando la aparición de una sociedad enajenada, con una parte de ella frustrada, resentida y violenta, muchas veces no por limitaciones alimentarias, educativas, sanitarias o laborales, sino por la carencia de recursos para ponerse tecnológicamente al día e incluirse en los espacios cibernéticos, subiendo fotos en las redes sociales luciendo toda la parafernalia de la vida contemporánea, mientras que otra fracción, por desgracia incluyendo muchos jóvenes, decide buscar el escape mediante el consumo habitual de psicotrópicos.

La visión está frente a nuestros ojos, en esa bola de cristal que nos indica la gravedad de la pandemia y la necesidad de reajustar las estrategias con respecto a su correcto manejo y lograr efectivamente reducir la cadena de contagios y esta terrible mortandad de niveles impensables. Los oráculos nos muestran a los políticos parloteando sobre las vacunas, usando este valioso recurso de salud con fines electoreros, sólo envuelto en promesas e inútiles descalificaciones a las facciones contrarias. Con imágenes que presentan una violencia sin freno, que se conduce paralela al creciente aumento y diversificación de la delincuencia y criminalidad, montada sobre las autoridades institucionales que siguen incapaces de establecer una barrera sólida de oposición. Puede haber escenas de una sociedad desgastada, con una reducción gradual del poder adquisitivo de los salarios, y de quienes lo tienen, porque también se puede observar a miles de ciudadanos sin trabajo, buscando con desesperación creciente, contar con los recursos para el sustento del día.

Los augurios no son halagadores, en un año de elecciones en el que el debate serio estará nuevamente ausente, con la práctica manoseada de cada partido de presentarse como el único que tiene la fórmula de solución para todos los problemas nacionales y descalificando cínicamente a los demás, vieja receta que sólo se pueden creer los ingenuos. Con un gobierno federal rijoso e incapaz de convocar a una necesaria alianza nacional, para establecer racionalmente las auténticas prioridades de la sociedad en salud, economía, justicia, paz y bienestar social, prefiriendo crear un efecto pantalla opaco y tendencioso, resaltando programas de justicia social que enmascaran verdaderos propósitos electoreros. Con gobiernos estatales ocupados también en ideas y acciones relacionadas sólo con mantener o acrecentar el poder.

Pensándolo bien la bola de cristal funciona, nos está mostrando el futuro próximo ¿Seremos capaces de cambiar el destino?