El Laberinto

“Las nenis”

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La pandemia ha cambiado nuestras vidas, estamos llenos de ejemplos negativos, ya que de la mano del  miedo y  la enfermedad aparecieron el aislamiento, el desempleo, la falta de espacios lúdicos, la violencia doméstica, el cierre de escuelas y el home office. Y como una respuesta, como una flor en la banqueta y de parte de las más afectadas por estas cuestiones, es decir, las mujeres surge, una respuesta: “las nenis”.

Para quienes no estén familiarizados con el término “neni” éste se utiliza para designar a una mujer que realiza acciones de compra, venta o intercambio sin dinero (trueque) de bienes ya sean estos artesanales, usados o de reventa y de servicios que van desde la plomería hasta la colocación o pintura de uñas a través del internet y preferentemente entre sus congéneres. El vocablo nace del trato amable con el que se comunican con sus clientas y aunque trataba de ser peyorativo por cuestiones de misoginia  o clasismo, va volando a la reivindicación ya que se ha demostrado que son un excelente ejemplo de organización, creatividad y trabajo.

Podría soltar más adjetivos halagadores, pero este escrito quedaría tremendamente subjetivo así que mejor las nombraré como lo que son: el mejor ejemplo de economía social y solidaría que he visto en años, a pesar de las malas experiencias que también las hay. Vamos mejor entonces a exponer las razones de dicha afirmación.

Haciendo una definición bastante parafraseada, la economía social se trata de plantear alternativas ante la desigualdad del sistema económico imperante, ese mismo que excluye a las mujeres cuidadoras y pobres, poniendo en el centro de la ecuación a las personas por encima de la acumulación de riquezas y la explotación desmedida de recursos naturales y humanos y se enfoca en resolver problemas sociales sin generar problemas nuevos. Tiene como valores centrales, equidad, justicia,  democracia directa,  solidaridad social y  compromiso con el entorno.

Todas las vendedoras que hacen esto de manera independiente gestionando su  tiempo e ingresos cumplen con el primer punto: se crean sus propias oportunidades y si no son abusivas con los precios ni reciben ayuda o a ésta le pagan y la tratan de un modo justo,  también están poniendo a los individuos al centro, las que ponen en circulación artículos usados o son éticas en la creación de sus productos están haciéndole un favor al medioambiente, mucho más notorio que no usar popotes  y las que se organizan y autorregulan bajo preceptos feministas además practican al mismo tiempo todos los valores mencionados encima y se protegen de la violencia de los desconocidos del género masculino en sus transacciones.

Y  al margen de las grandes corporaciones, en esos grupos donde se ofrecen  clases de inglés, sesiones de terapia psicológica, aretes, ropa, cosméticos, juguetes y todo lo que ustedes gusten imaginar, se vive la sororidad a través de  consejos, rifas para ayudar a las que se encuentran en apuros y las recomendaciones y halagos entre las participantes. La autonomía viene de regalo con cada compra y eso es una oferta que no hay que dejar pasar.