El Laberinto

Vacuna

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De pronto es la palabra que escucho en todos lados, todo el tiempo, vacunas que crean, vacunas que dan, vacunas que vienen, vacunas que van, de un laboratorio o de otro cuyas ventajas parecieran más políticas que médicas, que matan o que no, las filas, las listas de prioridad y la logística del proceso.

La palabra me encanta, no porque se haya convertido en nuestro ya claustrofóbico imaginario de casi un año de encierro en sinónimo de libertad, aunque a ciencia cierta aún no sabemos a qué precio, sí no  porque me remite a dos cosas, aparte de la inocente imagen, a pesar de lo grave de toda esta cuestión, de una hermosa vaca gorda babeando con cariño las caritas de los que están formados para recibir su dosis, que me gusta más que pensar en una enfermera mal encarada y cansada picando brazos en serie.

La primera cosa a la que me remite es al origen de la  forma de inmunización que conocemos actualmente, aquello de asépticamente inocular la enfermedad, obtenida por primera vez justo de las vacas (primero nos dan el delicioso queso y luego nos salvan de la viruela, las amo vaquitas) por medio de algo que se parece a un medicamento, para crear inmunidad a través de una pequeña infección antes de que llegue la violenta, similar a tirarse solito y con cuidado cuando se está mareado, a desfogar una presa antes de que se desborde por la mala o de advertir en un condominio que están robando pegando la foto del sospechoso para que todos estén atentos.

No es la primera forma de inmunización que conocemos como seres humanos, pero sin duda es mejor que la práctica china de inhalar costras trituradas de pacientes que si sobrevivieron a la enfermedad, que me hace pensar en la famosa escena de Scarface (1983) donde vemos a Tony Montana frente a un montículo de cocaína sumiendo su cara cortada sin miedo al éxito, ni a la sobredosis.    

El segundo concepto al que me remite pensar en las vacunas, por su mismo origen animal, es lo de pensar en el rebaño, me gusta creer que, a pesar de las horribles muestras de egoísmo que veo todos los días, aún somos una manada pensante, que protege a los débiles por el bien de todos y que tiene un sentido de colectividad que es la única forma de salvarnos y no me refiero no solo de las pandemias.