Histomagia

ESTÁN AHÍ

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Salir de la ciudad por esos caminos de Guanajuato siempre es una aventura, ver en la lejanía los cerros, el cielo azul que ahorita está más azul por la ausencia de nubes y que ayer por la noche trató de enviar un brevísimo anuncio con una llovizna de que pronto llegarán las lluvias fuertes para poder nutrir el campo y las ciudades del preciado líquido vital, ver los pocos árboles que el clima de por aquí permite crecer, los arbustos que rodean siempre las carreteras, constatan que sí, siempre es una bendición salir aunque sea un poquito de esta “pandeterna”, como dice Fernanda Tapia, y descansar la vista en la lejanía y el espíritu en el camino, el propio, no el de los espíritus que están a lo largo de la orilla de las carreteras, eso pensé.

Regresando de Celaya por la carreta libre a Salamanca, al caer la noche, las luces de los pueblos alumbran gran parte del camino mostrando claramente las líneas blancas laterales de las carreteras. Particularmente yo la paso siempre, siempre, viendo hacia todos lados, fascinada por la naturaleza, la velocidad del auto, y la compañía de mi esposo, Hugo, quien siempre va concentrado en el camino y en verdad, nada lo distrae ni yo con mi reseña geográfica y del estado del tiempo que permanentemente le voy diciendo. Pues bien, ya íbamos saliendo de Salamanca para llegar a la desviación para Guanajuato cuando de pronto la señalética y las luces no estaban, sólo en la lejanía se veían luces, supuse que de la autopista; Hugo me dijo que me fijara bien, bajó el volumen de la radio y la velocidad, para poder observar detenidamente las laderas del camino, sólo estábamos nosotros en esa carretera, imposible, pero de un momento a otro nos quedamos solos, o eso creímos. Acercándonos a donde yo estaba indecisa si la desviación era a unos metros, le dije a él que ahí debería de estar el puente y la autopista, hemos pasado tantas veces por ahí que estaba segurísima que así era, pero ahí, delante de nosotros no había nada, ni nadie, solo el camino polvoso, de terracería en que se había convertido en ese momento esa senda, de repente, vimos, al lado del camino de mi lado de la puerta, a una señora, la pude ver claramente, gracias a la lenta velocidad a la que íbamos, ella estaba vestida como antes, a la antigua, con falda larga con vivos de colores, faja azul, blusa con tejido indígena, rebozo negro, su cara parecía petrificada, viendo hacia el horizonte, su cabello canoso estaba trenzado, estaba descalza… ella sólo levantó el brazo señalando hacia delante de nosotros, ahí sí Hugo y yo la vimos perfectamente, fue cosa de segundos, y desapareció, en ese instante salimos del estupor con un sobresalto causado porque un auto detrás de nosotros sonó el claxon, volvimos a ver los autos, las luces, y a unos metros, la señalética de la desviación a Guanajuato, que pese al miedo que teníamos le dije a Hugo que la siguiera, él aumentó la velocidad y salimos del trébol de la autopista, tomamos la desviación, el camino a casa, ya en silencio, sin música, pensando cada uno en lo que habíamos visto, de lo que habíamos sido testigos. Ya cuando nos decidimos a comentar el hecho y estábamos a punto de hablarlo cuando, antes de llegar a la caseta de Guanajuato, la vimos fugazmente otra vez, ahora con una cara sonriente como satisfecha de habernos guiado a nuestro destino, yo pude seguirla con la mirada, y vi claramente como se dio la vuelta y se fue caminando hacia los campos y se desvaneció. Decidimos quedarnos en silencio, y cada uno con nuestro miedo.

Hoy, ya de día, ni siquiera hemos tocado el punto; pero eso sí, desde el fondo de mi corazón, le agradezco a ella infinitamente el habernos guiado en ese lapsus extranormal en que estuvimos por un momento, en ese mismo lugar, pero hace mucho, mucho tiempo. Dicen los que saben que nuestros antepasados siempre están al pendiente de nosotros, en este viaje que se llama vida, no sé si fue algún lejano antepasado mío o de Hugo, lo que sí sé es que ahora, cuando salgamos a carretera, tengo la certeza de que ellos están ahí, para protegernos y cuidarnos del mal. Te cuento más, anímate, ven, lee y anda Guanajuato.