El Laberinto

Sin agua

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Escribo esto mientras afuera cae un aguacero desde hace varias horas y podría quejarme de que la naturaleza me está jugando una mala broma porque justo este laberinto se trata de la escasez, pero un día lluvioso no resuelve nuestros problemas, tan solo inunda las calles tapadas por la basura y además  es una fuerza ciega, no un ente humanizado y caprichoso, al que no le importamos absolutamente nada. Hecha esta aclaración, vamos a revolotear por el punto.

Vamos a empezar por una historia de la vida real, pues en escala pequeña y vivido en primera persona todo es más comprensible, en casa contamos con nuestro proveedor de agua purificada desde hace varios años, que nos visita un par de veces por semana y que ya tiene medidas las cantidades que consumimos, nunca nos preocupamos por aquel asunto de cargar, generar residuos innecesarios o  por pagar sobreprecio. Recientemente desapareció por aproximadamente diez días, y el líquido comenzó a escasear, se redujeron los cafés al día y las opciones para cocinar. Cuando comencé a sentir puñaladas en los riñones y después de haber llamado para solicitar el servicio sin éxito, en el poco tiempo que teníamos disponible le pedí a mi hermano que bajáramos a la tienda por un garrafón. Y ahí comenzó el peregrinar.

Primero, en las tiendas cercanas no recibieron nuestros envases por ser de modelo genérico, así que procedimos a buscar las purificadoras de agua de la zona, todas cerradas, pues el horario es reducido ¡ni que se tratara de un asunto vital como comprar galletas o cerveza! Luego localizamos milagrosamente unos dispensadores de auto servicio, pero no contábamos con la tapa y moverlo así no era viable, derrotados y después de una hora caminando sin conseguir ningún sitio abierto, vi pasar a un hombre con un triciclo de carga retacado de  garrafones llenos, lo perseguí corriendo ( o a lo que yo llamo correr con mi edad y condición) un par de  cuadras y cuando lo alcance me respondió, molesto además, que ya tenía todo vendido. Terminamos regresando a comprar un triste contenedor desechable para salir del apuro.

La cuestión aquí es, que hablo desde un relativo privilegio, el agua de la llave para lavar trastes, mantenernos limpios y ocupar el baño nunca dejó de llegar y por vivir en una zona urbana tampoco había problemas, más que de horario, para encontrar quien lo vendiera, además de que aún teníamos como último recurso los desechables y aun así, afectó nuestra alimentación, rutina y salud, como remate fue frustrante saber que ni con dinero se podía conseguir pues estaba sujeto a la demanda y a los contactos de vendedor.  

Este ridículo episodio doméstico me hizo pensar en la cantidad de trabajo que le tienen que dedicar algunas personas a obtener o potabilizar el líquido, en las complicaciones que tendría perderlo por mucho tiempo, en la violencia y competencia que se podría desatar si es que en realidad todos cayésemos en esa lamentable situación y la verdad es que el panorama no me dejó para nada tranquila. Nos toca cuidarla en lo individual, pero más importante aún, pelearla desde lo colectivo.