El espacio de Escipion

Por el bien de todos, primero los baches

Compartir

Las calles de las colonias de la alcaldía Cuauhtémoc, donde tiene su domicilio el presidente de México, son un desastre desde hace varios lustros. Ahí donde está el centro histórico, político y económico del país, lo que predominan son los baches, coladeras sin tapa, basureros al aire libre y los espacios públicos ocupados por cualquier persona que paga una cuota a un líder o a un extorsionador de “la Unión” o “Antiunión”. Parafraseando a Jaime López:

Mete un metro en el boleto anaranjado;/ A media realidad, te bajas ¡qué país!;/ Detrás del Palacio Nacional,/ está la 1ª calle de la Soledad.Tal vez te suene esta tonada como transistorizada,/ Entonada por la laringitis del escape,/ Pero así suena en la tatema cuando vas a La Merced.

Y sí, atrás de Palacio Nacional, el símbolo de la Cuarta Transformación”, está la Soledad de los citadinos, los mexicanos; ahí inicia la Merced, la Tránsito, la Obrera, la Doctores, la Buenos Aires, la Roma, donde ambulantes, talacheros, “viene,viene” y comerciantes que apartan la vía pública como propiedad privada -tal cual hacen hoteleros con la “privatización” de las playas—, son quienes mandan en la alcaldía y a los funcionarios públicos, so pretexto de que no hay empleos ni alternativas, son las bases clientelares de organizaciones que en antaño dieron votos al PRI, luego al PRD  y ahora a Morena, esos que paradójicamente denunciara Dolores Padierna de residir en el Estado de México y que usan credenciales de elector de la CDMX .

Los hoyos de las calles en la Tránsito, la Buenos Aires, Obrera, la Doctores y la Roma, por citar algunas, son tan antiguos como las promesas de embellecimiento urbano para presumirle al mundo, detectar su ubicación se ha convertido en un ejercicio de pedagogía para los automovilistas y peatones que pasamos por esas calles, para no caer en uno, para evadirlos, para mirarlos como se agrandan y profundizan, también para denunciarlos si se puede.

En esta zona del país habita el presidente de la República, ahí decidió colocar su residencia y retomar a Palacio Nacional como ícono del poder político, a donde deben acudir los súbditos y los que quieren ser escuchados. Y desde el patio central donde realiza el ejercicio “de comunicación circular” (que no lo es), anunció un programa nacional de bacheo, porque son el principal y más preocupante problema que tienen en mente los mexicanos que viven en las ciudades, por encima de la inseguridad o el desempleo.

Por supuesto, el anuncio presidencial fue recibido con sorpresa por los presentes, con sorna por algunos colaboradores y con risas por sus detractores. Nuestra cultura política, acostumbrada a denostar todo lo que venga del poder presidencial, no nos permite ir más allá y tomamos todo como una ocurrencia más, sin colocar el tema en una balanza que equilibre los pros y contras del programa de bacheo.

Con la anuencia o no de los gobiernos locales y estatales, de los legisladores y actores socioeconómicos, el bacheo se llevará a cabo, y si llegan a cubrir un 60 o 70 por ciento de las ciudades para cuando concluya este sexenio, tendrá su impacto positivo: generación de empleos, reactivación de la industria de la construcción, de las mineras y quizá el final de los constructores que durante décadas han hecho negocio del asfalto de mala calidad. En este sentido, como habitante y vecino del señor presidente, no hay más que celebrarlo.

Sin embargo, el plan de bacheo debe aterrizarse para que el gobierno subsane los baches de sus políticas públicas que se están convirtiendo de baches en hoyos y en socavones, pues los otros datos no existen, se ocultan, maquillan, sesgan o inflan para tapar la realidad.

Los baches se producen por un mal análisis del tipo de terreno, porque el trabajo de pavimentación se hizo al chilazo, por los pésimos materiales de construcción, por los problemas del clima o el medio ambiente, porque decidieron ahorrarse unos pesos para darle elevación, inclinación y desagües adecuados, y porque los responsables de tener calles dignas simplemente son unos corruptos del primer nivel de la escala burocrática. 

Para mal de todos, los ciudadanos aceptamos con resignación que no hay de otra, que de nada sirve reclamarle al alcalde, al gobernador, al titular de obras o las cuadrillas que simulan reparación y dan el gatazo con unas pinceladas a las banquetas para que luzcan pintura fresca, aunque por abajo esté deshaciéndose.  

Las políticas de la autollamada Cuarta Transformación están llenas de baches. Reconocemos las buenas intenciones de buscar la justicia social, de meter en cintura a los grandes evasores fiscales, de combatir la corrupción en todos los niveles, de acabar con el régimen de privilegios de algunas élites, de impulsar una conversión y acabar con los monopolios y las mafias que controlaban las medicinas, las comunicaciones o la información. Bien por esas banderas, pero se les olvidaron algunos pequeños detalles que ahora están provocando deficiencias en la pavimentación de este sexenio.

Por más que se nieguen a aceptarlo o pugnar por “otros datos”, otras metodologías, otra realidad, los baches de la 4T están a la vista: fueron los pobres los que más muertos han puesto durante esta pandemia, son la clase media baja los que han pagado el costo económico de la crisis provocada por el confinamiento y cierre de fuentes de empleo, son los que están padeciendo las omisiones y distorsiones de la política de salud pública, y siguen siendo jóvenes, niños y mujeres los sectores que más están sufriendo desatención por este gobierno. Más allá de las cifras del Coneval de que pasamos de 51.9 millones a 55.7 millones pobres, lo que debe hacerse es un ejercicio de autocrítica durísimo para que las políticas de desarrollo social, las más importantes de un gobierno que dice emanado de las izquierdas, sean retomadas por especialistas, por profesionales con ética y no sólo por operadores electorales sin ninguna formación.

Ni qué decir de los reclamos por el abandono de una nueva reforma educativa que difícilmente se va a construir, mientras las normales siguen padeciendo el abandono, como lo relató esta semana Gilberto Guevara Niebla. La política científica y cultural se resume en dos figuras: Marx Arriaga y Alejandro Gertz Manero, y esa es la triste realidad. En lo económico podemos sentarnos a esperar una mesa de coordinación fiscal que al fin haga lo que ningún gobierno neoliberal intentó hacer: cobrarles impuestos a todos. Por ahora, el maldito neoliberalismo del T-MEC ha permitido que el bache de la recuperación económica no sea más profundo.

Esperemos que este perverso juego de las consultas directas no se terminen convirtiendo en el bache que empantane el auténtico ejercicio de participación ciudadana, que la revocación de mandato salga de la gente no dirigido por el poder y el partido en el poder sólo para seguir ofertando que arreglarán los baches si gana el “sí” al presidente.

Quienes tienen la fortuna de recorrer el mundo saben que los baches de nuestras calles no sólo significan un deterioro físico, sino también cultural, pues representa nuestra limitación como sociedad al no exigir a la autoridad y a los constructores que hagan bien su trabajo. Difícilmente podemos pensar que ciudades de países bien gobernados tengan calles tan malhechas como las nuestras. Demandemos que la 4T arregle los baches, sus baches y los baches heredados, sin pretextos ni echando culpas, que por eso fueron electos, y sí, por el bien de todos, primero los baches.

Contacto: feleon_2000@yahoo.com