Histomagia

COMO SI SIGUIERA VIVA

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Siempre lo he sabido: las calles de Guanajuato son convivio de energías, buenas y malas; es aquí en donde se encuentran deambulando las almas, donde los espíritus, espectros y fantasmas caminan por los callejones, plazas y calles, subterráneas o no, buscando vivir de la vida emanada de todos los habitantes y turistas de esta ciudad. Muchas de las veces, puede ser aterrador, pero las más de las veces son almas perdidas en este mundo que tienen algún pendiente o que no saben que han muerto o que tienen apegos aquí.

Estos meses he estado yendo a la Red Médica Universitaria a que me apliquen una medicina de pluma, ahí he conocido a muchas de las enfermeras y he platicado con ellas de sus experiencias paranormales en el edificio o en otros centros médicos de Guanajuato. Sí, hay muchas historias, para contar como histomagias, pero una de ellas que me ha confirmado esta realidad sobrenatural típica de esta ciudad, es la que me ha contado la enfermera Lupita, sin duda su experiencia con una de las derechohabientes que ella se encargó de procurar alguna de las veces que estuvo enferma es la más increíble.

Me cuenta Lupita que uno de los días en que se da el tiempo para salir al centro, iba caminando ahí por las oficinas de SIMAPAG de la ciudad, cuando se encontró a esa paciente, la esposa de un compañero de la Universidad de Guanajuato, se saludaron de lejos, respetando la sana distancia que ahora debe de guardarse por cuestión de la pandemia. Me dice que estuvieron un buen rato platicando, entre otras cosas sobre la salud de esta paciente, quien le aseguró estar mejor e ir saliendo de un cáncer que padecía, ya iba saliendo, le dijo; también le platicó que su hija ya había regresado del extranjero y que ya estaba con la familia. Pasaron los minutos, la plática terminó y se despidieron diciéndose que se verían después con un “hasta luego”.

Esa semana le tocó atender al esposo de esa paciente, platicaron y ya para despedirse Lupita le pide que le salude a su esposa, que espera que todo siga mucho mejor y haya salido ya de cuidados del cáncer y que también le salude a su hija que recién regresó del extranjero. Sorprendido el maestro le dice que cómo es que sabe del regreso de su hija, Lupita le dice que recién, hace unos días, se había encontrado a su esposa en la calle y que le contó que ya todo iba mejorando con el cáncer y que su hija había regresado, incrédulo y espantado a la vez, el hombre abre los ojos de manera descomunal negando con la cabeza que eso hay podido pasar. Lupita se sorprende de su actitud, y se queda fría cuando el maestro le informa que su esposa hace un año que había fallecido, que sí, que ya estaba mejorando del cáncer, pero que tuvo una complicación y había muerto. La enfermera no sabe qué decir, y es cuando cae en la cuenta del drama de esa paciente: ella desde la oquedad de donde está aún cree va a salir del cáncer y que convive con su familia como si siguiera viva. Intenta que las palabras salgan de su boca, pero nada, solo atina a tomar del hombro al maestro y darle unas palmaditas como consolándolo y en forma de despedida lo acompaña a la puerta.

Desde ese día, Lupita ya ahora sí cree lo que dicen en las calles, callejones y plazas de la ciudad: aquí convivimos vivos y muertos, aquí este lugar es mágico, se mezclan realidades del pasado, del presente, eso es lo que define a esta ciudad, este pueblo que se construyó sobre el antiguo y que es tan benevolente que acepta turistas de todos lados, en verdad de todos lados, de esta realidad y del más allá. ¿Quieres conocerlo? Ven, lee y anda Guanajuato.