Histomagia

OTRO ROSTRO

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Guanajuato siempre nos da sorpresas por las increíbles vivencias paranormales que muchas personas nos siguen contando ya sean sus propias experiencias o experiencias de conocidos, de familiares, historias que muchas de las veces son espeluznantes, y por increíbles que parezcan, nos muestran un mundo fantasmagórico y de espectros que existe cerca de nosotros, esos seres, agazapados en las sombras, esperan salir en cuanto encuentran el medio.

Me cuenta mi amigo Arturo, guanajuatense de corazón, la historia en que una de sus tías vivió el horror de perder, en un instante, su imagen, su rostro, su identidad.

Me dice que su abuela y su tía tenían una casa antigua cerca del Baratillo, ahí vivieron durante mucho tiempo. Pues en esa época, en los años 70, las diversiones en la ciudad se reducían a pasear por el Jardín Unión o ir al cine Guanajuato, a veces, pasear en La Presa de la Olla o por el jardín contiguo: el parque Florencio Antillón. Una tarde su tía iba a salir a pasear con una amiga – Arturo no recuerda si iban a ir al cine o al jardín- sin querer se le hizo un poco tarde y cuando ya pasaron por ella, les dijo que la esperaran un momento, que se iba a peinar. Apurada, subió las escaleras y rápidamente se metió al baño, tal era su prisa que ni siquiera prendió el foco, con la luz que entraba ventana y que poco a poco se extinguía era suficiente para peinarse, se paró frente al espejo y comenzó a recoger su cabello hacia atrás para hacerse una coleta, atenta y sonriente a su imagen, observando el no dejar cabellos fuera de la liga, ve cómo de repente su rostro, en su reflejo, se transforma, con curiosidad primero y con horror después, vio que ese rostro ajeno se movía de tal forma que por instantes mostraba una sonrisa con una dentadura gastada, amarilla, incluso le faltaban algunos dientes; esos ojos eran de color verde, brillaban en la penumbra de luces pardas que se lograban filtrar por la ventana negándose a morir en la inevitable noche; su piel era antigua, no arrugada, pero antigua y mucho más clara que la de la tía. Aterrada, no pudo más, al unísono suelta el cepillo, un grito de horror y con sus manos cubre su rostro que ella sí sentía que era el suyo, pero su reflejo evidenciaba que no, que no era ella; su hermana y su amiga suben de inmediato y la ven así con su rostro cubierto llorando del terror de la situación indescriptible, la abrazan y su tía se aferra a ellas y les pide a gritos que la saquen del baño, que la saquen ya. Ellas la toman entre las dos y la llevan abajo a la sala, la tía sigue llorando y cubriendo su rostro, ellas no saben qué hacer. Ya sollozando, quita sus manos de su cara y les cuenta lo que vio en ese espejo y es cuando, espeluznada cae en la cuenta que ella estaba peinando a alguien más no a ella, ese alguien que logró quitarle su identidad un momento. Trató de describirlo como pudo, ella estaba segura (¿o no?) que ese rostro ajeno era de un hombre ¿o de una mujer? nunca lo supo.

Cuenta Arturo que durante muchos años su tía no podía verse en el espejo, de hecho, cuando tenía que arreglarse para salir, siempre pedía a alguien que la acompañara y esperara con ella a terminar su peinado y maquillaje.

Es la primera vez que sé de un caso así, trato de pensar en qué es lo que realmente sucedió, creo que no podemos dejar de lado que el mal existe, que desea poseer a alguien en este plano para poder seguir son su camino de maldad y gloria que tal vez tuvieron cuando estaban vivos o tal vez eran seres oscuros, personas que nunca pudieron ser como ellas hubieran querido. En ambos casos es claro que se muestran cuando quieren y a quien quieren, sin avisar. ¿Quieres conocer ese barrio del Baratillo? Muchas de sus casas esconden histomagias, descúbrelas. Ven, lee y anda Guanajuato.