El Laberinto

Fosas clandestinas

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Parece que fluctúa entre creencia y temor paranoico popular el hecho de pensar que cualquier situación que nos haga remover la tierra, como reparar una fuga, arreglar un jardín o salir casualmente con tu perro a pasear y que éste quiera escarbar un poco va a terminar de la misma manera: encontrando restos humanos abandonados de manera clandestina.

El hecho de que además sea algo tan normal, tiene tintes macabros e inhumanos, no existe una comparación entre aceptar la muerte como un hecho natural, como parte del ciclo de cada individuo, con aceptar que a algunas personas van a ser asesinadas y arrojadas de manera anónima e impune en algún sitio solitario. Que se cuenten por decenas o por cientos, que cada que aparezca un nuevo sitio los restos se apilen y los números crezcan sin parar es espeluznante.

Mas allá de todas la problemáticas sociales que refleja y de los que es consecuencia, como la desigualdad, la pobreza, la normalización de la violencia, la impunidad y la corrupción, pues esta no es una columna política o de nota roja, me hace pensar en que es muy probable que todos tengamos nuestros muertitos escondidos.

Antes de que pongan el grito en el cielo diciendo que no son criminales, voy a explicarme mejor, con muertos escondidos me refiero a relaciones, a problemas o a asuntos mal cerrados, aventados por ahí, donde en teoría no molestan, pero siendo un riesgo latente cada que rascamos un poco.

Esos traumas que salen con el detonante menos esperado, esos ciclos mal cerrados, esas personas que negamos haber querido o tratado, esas respuestas a preguntas incómodas, esas deudas sin pagar, esas ocasiones en las que nos comportamos como unos verdaderos cretinos y que son una mancha en la memoria, son los habitantes de nuestras fosas clandestinas.

Y por su misma naturaleza son aquellas cosas que justo abandonamos sin mirar atrás esperando que ya no nos molesten, nos hace mucha falta ser mas responsables, con nuestro bienestar y el del resto. Nunca es tarde para hacerlo.