El Laberinto

Salido de la raya

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Es tan pequeñito, recién dejando de ser un bebé sus ojos denotando una sonrisa por debajo del cubrebocas infantil sostenido por una cadenita de colores, pelitos parados, brillando de pura limpieza y amor, alegre de la mano de su joven y simpática mamá.

Tuve que decirles que no iba a haber taller, pero les ofrecí pasar a colorear un ratito al cubículo, así que saqué nuestra reciclada bolsa de artículos para pintar  y le di una hojita impresa, mientras nos acomodamos en las sillas miniatura, apenas apropiadas para él y, para darle emoción y mantener más interacción, le preguntaba de qué color era cada cosa de la imagen y con su respuesta le otorgaba la crayola, entonces, sin ver detalles, se daba a la tarea de pintar las figuras con poderosas y remarcadas líneas garabatescas, al punto de que también a la mesa le tocaba su buena dosis de color, mientras su risa juguetona resonaba en el lugar.

Parada junto a la puerta, su mamá, un tanto apenada, le repetía que no fuese tan intenso mientras se disculpaba conmigo, que en realidad yo no estaba para nada molesta, pues se estaba divirtiendo y en realidad se estaba portando muy bien. A veces, para fomentar su paciencia, coloreaba yo una parte diciéndole que no se saliera de la raya y que rellenara bien y lo hacía un ratito para luego arremeter de nuevo con los garabatos, ansioso de ver la obra completa, al terminar le puse su nombre, le pegué un diurex y lo coloqué en la galería de la pared.

Por la tarde volvieron a otra actividad donde estábamos pintando buhos y lo deje hacer su fiesta de color con las pinturas que estabamos utilizando, mientras al otro lado de la mesa, una nena un poco mayor la estaba pasando un poco mal.

Resulta que en mi despiste no puse pintura café y ella me decía preocupada que cómo iba a pintarlo de otro color, por que así no eran, así que daba vueltas y vueltas para hacer su mezcla y darle pinceladas chiquitas y bien colocadas, hasta que le conseguí una tapa de refresco para que hiciera todo el que necesitara y ya no se preocupara por no terminarlo.

Y entonces me llegó una reflexión al ver el contraste que años de escuela y seguro variantes de personalidad, habían puesto frente a mis ojos, la paciencia es necesaria para afrontar la vida y supongo que a veces también tenemos que hacer las cosas tal cual son y no tomarnos licencias como hacer un búho morado con manchas verdes. Pero también creo que debemos deshacernos de tantas angustias y ser un poco más flexibles y salirnos de vez en cuando de cualquier raya que se nos imponga y simplemente ser felices sin dañar a nadie.