El espacio de Escipion

Del riesgo de una parálisis legislativa a heredar iniciativas para el posible sucesor en el 2024

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El ambiente político está entrampado entre el riesgo de una parálisis legislativa y un titular del Ejecutivo federal no deja de enviar iniciativas de reforma constitucionales a sabiendas de que no van a pasar. Al mismo tiempo, la calentura presidencial sube de nivel por el activismo de los presidenciables, las corcholatas, del partido en el poder, Morena.

Esta situación ha generado muchas dudas; incluso, descalificaciones de que se trata de una treta propagandística del propio presidente para que no hablemos de la nueva escalada de violencia, de las dudas sobre el plan anti inflacionario o del estancamiento de la economía o de la posición geopolítica del gobierno de México (llamada “doctrina de alineación múltiple”) en defensa de Cuba y Nicaragua frente a la oposición de los Estados Unidos. Estos temas, sin embargo, sí están siendo analizados y discutidos, aunque no con el impacto que muchos quisieran.

¿Entonces, por qué insiste el presidente en enviarlas? ¿Por qué si estamos viendo el alto riesgo de una parálisis legislativa manda más reformas que serán rechazadas? La respuesta podría ser que el primer mandatario no lo está haciendo para él y su gobierno, sino que estas iniciativas y propuestas las está dejando para que sean enarboladas y defendidas por quien pudiera relevarlo, claro, si es que al 2024 los partidos de la 4T se mantienen unidos y triunfantes.  

Por ahora, la situación es estridente en lo político y lo social. Hay un riesgo de parálisis legislativa si nos atenemos a las variables que confluyen en este fenómeno inaudito para un bloque gubernamental que tiene mayorías en todos los frentes: Primero, la endeble disciplina partidista de cada bancada, tanto en los diputados como en los senadores, donde los legisladores van dando tumbos y saltando cual chapulines de una fracción a otra según vean sus intereses personales, no propiamente la de los ciudadanos.

Segundo, el grado de cohesión de las fracciones parlamentarias siempre está en duda, porque nunca falta el que claudique o quien busquen matices, según la línea del líder más fuerte en partido o de los cabilderos que le dicten el sentido de su voto.

Tercero, no existen incentivos políticos a los partidos opositores para apoyar las propuestas del partido del presidente, sino ejercicios claros de cooptación, es decir, de compra de votos a cambio de embajadas o purificación de almas políticas.

Cuarto, la formación de coaliciones ganadoras mayoritarias están entrampadas por el unilateralismo, sin espacio para negociación alguna.

Y quinto, a pesar de que Morena y sus aliados tienen el poder presidencial, las mayorías legislativas tanto federales como estatales, van por la mayoría de gubernaturas y alcaldías, el síntoma es lo que se conoce como “gobierno dividido”, es decir, a un régimen político como el nuestro donde la división de poderes termina entrampando las funciones públicas porque el titular del Poder Ejecutivo pertenece a un partido o coalición diferente al que ostenta la mayoría de los miembros que integran el Poder Legislativo y que le impide avanzar en lo sustancial.

La actual LXV Legislatura, que comenzó el 1 de septiembre de 2021 y culminará su periodo el 31 de agosto de 2024, parece estar condenada a tener vida artificial desde el mismo momento en que se votó la reforma eléctrica. Los aliados de la cuarta transformación, Morena, PT, PES y Partido Verde, anunciaron que no apoyarían ninguna iniciativa de la oposición; a su vez, los aliados PRI, PAN y PRD y sumados coyunturalmente Movimiento Ciudadano, a su vez, envalentonados dijeron que, con el bloqueo a la reforma eléctrica, van a rechazar todas las iniciativas de reforma constitucional que quiera el bloque oficialista, es decir, ni reforma electoral ni reforma para que la Guardia Nacional se incorpore legalmente a la Secretaría de la Defensa Nacional, aunque de facto lo esté.

Por eso en la Cámara de Diputados ya no les importa nada, que el parlamento abierto sea una tomada de pelo y que todo sea un circo de ocurrencias o amenazas, como aquella burda idea de meter a la cárcel a los consejeros electorales o el intento de criminalizar los legisladores de oposición con el cargo de traidores a la patria. Nada, los diputados de todos los partidos ya están, de facto, en goce de licencia a sus labores fundamentales al servicio de los ciudadanos.  

El viernes, por ejemplo, la importante Comisión de Gobernación de la Cámara de Diputados no pudo sesionar para avalar un dictamen sobre registros civiles, porque Morena y sus aliados hicieron el vacío a los opositores. Y a su vez, el grupo de trabajo en materia de justicia cotidiana se instaló con la ausencia de diputados del PAN, PRI y PRD. Según Bajo Reserva de El Universal, se vislumbran retrasos en la creación de un Código Nacional de Procedimientos Penales y Familiares.

Si bien en el Senado, Ricardo Monreal, el aún morenista y coordinador de la mayoría legislativa, abiertamente sostiene que el Senado no es una oficialía de partes del Ejecutivo federal y, además, en los hechos la presión por la sucesión presidencial morenista, a la que quiere subirse, lo ha obligado a retractarse de algunas de sus posiciones, matizando y marcando sus diferencias con sus correligionarios diputados.

La actual circunstancia del mensaje político presidencial debe sorprendernos porque lo ha repetido varias ocasiones: “No siembro para mí”, “la transformación a la República es irreversible y difícilmente las van a poder eliminar”. Lo reiteremos en su momento: en su libro A mitad del camino hay una serie de instrucciones de cómo debe quedar el registro de su paso por la historia del país, y más aún, en los libros anteriores firmados por el presidente hay mucha epopeya de la trayectoria de su movimiento en primera persona y muchas de las ideas, políticas públicas, obras y acciones que ha emprendido desde que fue delegado del Instituto Nacional Indigenista en Tabasco, cuando inició su carrera política a mediados de la década de 1970.

Esto, por supuesto, no debe entenderse como que la tarea de reconstruir la nación para después. Estamos en una fase de tiempos perdidos de parte de nuestros legisladores, que no son gratuitos ni se mandan solos, cuando existen muchos temas atención prioritaria. Si el presidente ha planteado reformas para dejarlos sembrados para más allá del 2024, ya sea para ser ofertas de campaña o del trabajo de quien pudiera llegar a la presidencia, hace falta que el Poder Legislativo se dé una sacudida en serio y se asuma una postura responsable, constructiva y sobre todo, de respeto a los ciudadanos que depositaron en sus integrantes el mandato supremo de velar por sus intereses. ¿Entenderá esto la mezquindad de los dirigentes partidistas? Dejemos aquí la pregunta.

Contacto: feleon_2000@yahoo.com