Desde el Faro

La Maestra

Compartir


La imagen de Midori Kato es un viático de alegría, un regalo para el sustento diario de quienes han recibido sus sabios consejos, incluso, regaños. Tan solo volverla a ver fuera de las aulas produce el efecto de la pócima mágica con la que se renueva el entusiasmo.

8

De ella se pueden afirmar muchas cosas, que gracias a su vocación muchos jóvenes son exitosos, que sus enseñanzas han sido el acicate para lograr cosas que al principio parecen difíciles de alcanzar, pero lo más importante es su ejemplo ante los problemas de la vida. Siempre ha dicho que los mexicanos, que cualquier ser humano, puede alcanzar sus sueños, sean estos los que sean; que la felicidad es un derecho para todos.

Más que la enseñanza del idioma japonés, sus clases son una enseñanza de vida, con esas palabras tan suyas: “échale ganas”, “esfuérzate un poco más”, “vale la pena el trabajo”, logró que jóvenes de varias generaciones sean útiles a sus familias, al país. Los ejemplos sobran: el muchacho que por las noches era velador en un hotel capitalino y que por las mañanas estudiaba, y ahora es maestro en la U.G., o los estudiantes que combinaban el servir mesas en cafeterías con los libros. En las ingenierías, las ciencias sociales o las artes, hay alumnos de ella.

Desde 1980 comenzó a impartir clases, al principio solo tuvo 30 alumnos, pasados los años llegó a tener 300; su trabajo abrió las expectativas de la Universidad de Guanajuato hacia el mundo exterior, se establecieron convenios con universidades asiáticas y el intercambio de estudiantes puso a México y a la ciudad en los ojos de países lejanos.

Por sus méritos académicos, pero sobre todo por su sonrisa y su frágil apariencia con las que logra, aunque sea por momentos, olvidar las tragedias del mundo, la UG colocó una placa con su nombre en el Jardín Japonés, que se ubica en el Campus Guanajuato.

¡Gracias, maestra Midori Kato, por ser alguien que toca almas y las fortalece!