Histomagia

El olor de la noche

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Guanajuato es un lugar mágico, sí, lo he dicho infinidad de veces, pero viviendo aquí no me queda de otra que decir que la magia es parte del ambiente que se respira siempre. La ciudad es bella por el sólo hecho de su misma historia, de su arquitectura, de la riqueza de oro y plata y de historias que son leyenda para cada uno de los habitantes de esta cañada que, como todo lugar, tiene sus secretos.

Desde siempre el trajín que se vive de día, tarde y noche, hace que la ciudad no duerma y si duerme es sólo un breve tiempo, pues, aunque los negocios cierren, calles, callejones y plazas deslumbran por su soledad e invitan a recorrer en silencio cada uno de los rincones disfrutando el viento que baja de la sierra de Santa Rosa. Los que saben dicen que el viento serrano indica que vienen cerca las lluvias, que sí llegarán aquí, y son albricias porque ya no habrá sequía en la ciudad, que seguiremos vivos con nuestros antepasados muertos y los espíritus deambulando por aquí, incluso dentro de las mismas casas, pues para los fantasmas la arquitectura actual no la toman en cuenta, por eso a veces ves pasar por tu sala a personas, o sombras que cruzan hacia algún lado, seguro ahí antes era calle o callejón.

Me cuenta Adán, mi exalumno y amigo, que por su casa es común escuchar unos pasos lentos que bajan, andan por la ciudad cuando ya es madrugada. Los vecinos y él piensan que es alguien que ama ese callejón, de seguro nació en una de las casas de por aquí, pues es casi a diario que lo escuchan tanto que ya se volvió cotidiano y al escuchar su paso ya saben que ese fantasma regresará la noche siguiente, así hasta la eternidad. Lo saben, lo sabemos.

A merced de la soledad y el silencio de la noche, a todos los hace reconocer que esos pasos breves y ruidosos son los entaconados pasos de una mujer que baja; alguno de los vecinos dice que ya la vio por el postigo de su ventana, y cuenta que a veces camina tan lentamente como queriendo recordar sus días de vida, esos días en que viva podía sentir el frío viento serrano que hacía bailar su cabello al son de un callado ritmo que se escucha en las madrugadas, seguro ella ama el olor de la ciudad, olor a madera antigua, a barro de los adobes que guardan los sonidos y la humedad que se desprenden cada día dando así el aroma propio de Guanajuato.

Adán me dice que sí, que es cierto que él la vio una madrugada en que llegaba de estudiar en casa de un amigo; me cuenta que claramente su caminar es casi mágico, de ensueño, como que quiere permanecer en ese instante en que el aire pasa y cruza su anatomía de fantasma, debe ser maravilloso que el viento cubra cada uno de los átomos de tu materia, sentir que eres uno con el todo. Dice Adán que es todo un espectáculo verla, ella cierra los ojos para esperar esas ráfagas de viento nocturno, como nutriéndose de los aromas de la ciudad, del olor de la noche, esa noche que vive aún estando muerta, porque sí, ella sabe que ya murió, y sin duda para ella eso es pasar a mejor vida, disfrutando su terruño, desde lo más valioso que es el suelo donde naces y que se nutre de la añoranza de los que estamos fuera y de los que ya difuntos visitan desde las tierras lejanas donde sus tumbas quedaron.

Sí este lugar es mágico y ese es su secreto más guardado: lo que los ingre aquí es ese olor de la noche que los atrae desde donde estén, pues el origen es todo para cada uno de nosotros, los recuerdos de los primeros años siguen latentes, los sabores y olores esos son los que te mantienen con vida, aunque muchos lo nieguen, igual así fue la historia de esta desafortunada mujer: como no vivió aquí en vida, viene a vivir su muerte en la soledad que cubre esta ciudad en las noches, con el viento que danza al unísono de las almas que esperan desde siempre al siguiente visitante permanente que quiera unirse a escuchar la campanadas de los templos, el vaivén de los estudiantes y turistas, y a vivir aquí, hasta el fin de los tiempo. ¿Quieres conocer a los fantasmas de noche? Ven, lee y anda Guanajuato.